Noticias de Cantabria
17-05-2013 06:41

El enigma Valdecilla

El Teatro “Cantabria” abrió sus puertas, y los más de 500.000 espectadores nos fuimos acomodando como pudimos en su limitado espacio. La obra tenía un atrayente título, “El enigma Valdecilla”, con autores anónimos. La conjunción de un enigma y un anonimato se antojaba como el preludio de un espectáculo sugerente.



   
Los rumores apuntaban a que en realidad los autores sí que eran conocidos, que eran un grupo de 39 literatos, que semanalmente se reúnen en una especie de anfiteatro en la parte Alta de la ciudad, allí donde hubo un hospital. Luego las malas lenguas dirían que no se habían atrevido a poner su nombre, pero no por modestia, sino por vergüenza, y eso si la hubiera.
Se alzó el telón y el narrador nos informó que la obra empezaba a principios de siglo, en 2002.


Un señor de Madrid estaba en la escena, con bigote y gesto muy serio, y por lo visto tenía en su poder a una criatura, llamada Valdecilla.
En esos momentos se veía como ésta cambiaba de manos, y aquél se la entregaba a otros dos señores.  Uno era alto, o lo parecía al lado del otro, muy planchado y envarado. Se notaba que era de la tribu del señor de Madrid, pues ambos lucían una escarapela en el pecho con dos pes, o una “p” doble, que da lo mismo.
El Planchado, recogía la criatura llevando del brazo a otro señor, éste más bien bajito, con la cara roja, y con un bigote a modo de luto, colocado detrás de un puro.  Este no tenía la misma chapa en el pecho que los otros dos, aunque la suya también empezaba por “p”.  El resto de las letras no se veían bien porque el sujeto no paraba quieto, danzaba y daba volteretas. Más bien parecía que su única misión era encandilar al público con sus zarandajas.  Alguien creyó leer que detrás de la “p” venía una “r”, y luego una “c”, pero nadie estaba seguro, porque el artista se había dado la vuelta a la chaqueta en una de sus chanzas.


El diálogo entre el bigote de Madrid, el Planchado, y el Comediante, nos desvelaba que el primero hacía entrega a los otros de la “Criatura Valdecilla”. Los dos últimos decían que bueno…, que la querían mucho, que se hacían cargo de ella, pero que la criatura necesitaba una nueva casa y que eso costaba dinero, y que a ver quién pagaba.


El bigote de Madrid zanjó la cuestión, él pagaba la casa nueva para Valdecilla, y vimos como les entregaba un buen fajo de billetes.
Contentos, con la Criatura en sus manos, recorrieron el escenario a grandes saltos, gritando ¡qué bien!, ¡más auto gobierno!
Como aclaración, eso del auto-gobierno debe ser un coche último modelo, en el que unos se montan y otros pagan la gasolina.
Montados en su auto, modelo gobierno, y con la Criatura así adoptada, salieron de la escena, y ahí terminó el primer acto.


Se reanudó la obra, y esta vez en el escenario estaba otro señor de Madrid. Era distinto del anterior. Tenía una sonrisa facilona y unas cejas raras, como en ángulo. Era bastante más alto que el serio del bigote, que siempre parecía que estaba cabreado. La chapa también era muy distinta, y ya no tenía gaviota. Ahora era una mano, más bien un puño, que apretaba una rosa, aunque a mí me parecía que en realidad la asfixiaba.
Debía ser la mano de un faquir, o de un masoquista, porque hay que tener narices para agarrar una rosa por el tallo y apretar para intentar asfixiarla, ¡menudas espinas!


Proseguía la obra entrando en escena otros dos del brazo, el Comediante de antes, pero de su brazo ya no venía el Planchado, ahora era una Chica con voz de locutora, y su chapa era igual que la del de Madrid, un puño ahogando a una rosa. No había ecologistas entre el público, por lo que nadie protestó por el fracking a la rosa.
Uno revilleaba y la otra gorostiaba, porque el dinero que había dado el anterior dueño de Madrid no llegaba para tanta casa.
El de Madrid, con sonrisa de dibujos animados, dijo que sin problema, él mandaba el dinero que hiciera falta.
Todos contentos, y además el Comediante, a petición del público, hizo el pino, dio saltos mortales, etc. Parecía que su única misión era agradarnos como fuera, decirnos lo que queríamos oír, y hacer lo que quería la mayoría. En fin, el típico “ni una palabra mala, ni una obra buena”.


Llegamos al último acto, nuestra expectación subía. En la escena de nuevo el coche “auto gobierno”, pero ahora conducido, no por dos, sino por un hombre en solitario. No era ni Planchado, ni Comediante, ni Chica, era Solitario, con una chapa que ya habíamos visto, una “p” seguida de otra “p” bajo una gaviota.
Descendió, como si fuera un salvador, pero nos dimos cuenta enseguida de que no lo era, un nuevo señor de Madrid, que gastaba gafas y ocultaba su cara detrás de una barba, y llevaba la misma chapa que el piloto del coche modelo gobierno, que al abrir la puerta del bólido se le cayó un calendario, y así nos dimos cuenta que la obra había llegado al 2012.
Dijo el Solitario que lo que los otros habían revilleado y gorostiado no había servido de nada, y que la Criatura Valdecilla seguía sin terminar su casa.
El barbado de Madrid dijo que él arreglaba lo que otros estropeaban, y que se hacía cargo  del convite.


En esto, la luz del escenario se atenuó, y el Narrador volvió a hablar, y nos dijo que estábamos en 2013, algo que ya sabíamos, 11 años después de iniciarse la obra.
Un foco iluminó al Solitario, y muy solemne nos dijo que ahí acababa el asunto, y que a la salida tendríamos que firmar un papel y el enigma quedaría resuelto. Debe ser teatro de vanguardia, pensé, un final muy original.
Los más de 500.000 salimos, y efectivamente, en la puerta nos obligaron a firmar un papel. Bueno, más que papel eran letras de cambio, cheques, y pagarés, como cuando comprábamos a plazos, que ahora ni eso.
No nos pareció menor la cuestión, 30 millones de euros al año, durante 20 años, como una hipoteca, y ¿para qué?, pues ¡claro!, para pagar la casa de Valdecilla.
Este era el enigma, ¿quién pagaba al final?.


11 años, Planchado, Comediante, Chica, y Solitario, como pilotos del auto Cantabria, modelo gobierno, y al final éramos los espectadores, los más de 500.000 los que pagamos la casa de Valdecilla. De cómo es posible esto, pasados 11 años, con estos conductores de nuestro coche, trataba el enigma, que empezaba como comedia y terminaba como tragedia.
Nunca un coche, una casa, unos pilotos, y una obra de teatro, habían salido tan caros, nos lamentamos los espectadores a la puerta de la Casa de Empeño. ¿Y si devolvemos la criatura al señorito de Madrid?


Rafael Sebrango
Presidente de LA UNION (LU)



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Comentarios(2):

OI-103 - 17-05-2013

Buen artículo, y yo pregunto ¿pero realmente? necesitamos (los Cantabros) todo ese pedazo de hospital (por hacer), pues como nos apañamos ahora?. Desde mi humilde opinión yo creo que NO!.

marinero - 17-05-2013

Un art con mucha coña marinera pero todo muy cierto