Noticias de Cantabria
01-03-2009 12:00

Nuestros hijos

Pocas cosas hay más sanas que un paseo. Para el cuerpo y para la mente. Ya saben es de "mens sana in corpore sano". Ayer me obsequié con un largo paseo. Y, además del paisaje que todos ustedes conocen -y apreciamos por igual-, vi algo que me dio qué pensar.

Coincidí con un grupo bastante numeroso de quinceañeros. Volvían de la Playa del Camello, o de sus alrededores, debidamente pertrechados con diversos recipientes de combinados ligera o no tan ligeramente alcohólicos. Estaban en plena trashumancia hasta otro punto de reunión. Ellas vestidas de "Lolitas" y los infantes... ¡qué quieren que les diga! Pues con cara de lo que eran, chavalines.

Y comencé a hacerme preguntas:

1.- El grupo era lo suficientemente amplio para que me inquiriese por qué se dedicaban al botellón en una tarde tan agradable. La respuesta me pareció obvia. Nadie les ha enseñado a divertirse de otra manera. Su ocio parece estar indisolublemente unido a la reunión de un grupo y una conversación insustancial amenizada con una dosis de alcohol de ínfima calidad.

Algo hemos hecho mal los padres. Rematadamente mal. Y pienso, aunque puedo estar equivocado, que son el fruto de una generación que leyó mal los apuntes. Sí, somos nosotros. Los mismos que, en lugar de completar la educación en casa, nos hemos conformado con proveer los medios necesarios para una educación que, por la deriva incontrolada de los diversos planes, contraplanes y demás modificaciones de la enseñanza media -unida a la deslegitimación de los principios éticos y morales- ha creado en lugar de pozos de ciencia verdaderos containers de ignorancia. Eso sí, manejan Internet como los ángeles.

2.- Oírles hablar era un tema de meditación. Juraban hasta en sánscrito (Que siempre me pareció más difícil que el arameo) con una soltura digna de mejor encomio, y sin motivo aparente alguno, lo que le quita la gracia al "taco", si es que alguna vez la tuvo.

3.- No quisiera que la lectura de estas líneas llevase a la conclusión de que ésta es una visión obsoleta, resignada y melancólica. Quiero verla como una recapitulación que no significa rendirse dos veces.

Creo que hemos dedicado a nuestros hijos menos tiempo del debido, limitándonos a proveer a sus necesidades vitales (con notable esfuerzo, eso sí), pero sin hacerles comprender que sólo tiene valor lo que se consigue con esfuerzo. Ropa, vacaciones, dinero sin ton ni son... lo que sea para que nos dejen en paz (quizá para disfrutar de un merecido descanso antes de regresar a la lucha diaria el lunes siguiente).

Se nota la falta de diálogo familiar, que no es comentar en casa los ejercicios de San Ignacio, sino hablar de las noticias del día escuchando opiniones, corrigiendo errores, encauzando el método de su discurso mental (que tampoco significa adoctrinamiento), hablar de un libro y comentarlo, lo que siempre les inducirá a leer, y de lo bonito que era no se qué que vimos ayer.

Item más, aprovechar estas vivencias comunes para la transmisión de unos valores de los que somos portadores y que, por molesto que sea, es nuestra obligación hacerles llegar.

Hemos confiado esta tarea a agentes externos (profesores, maestros, tutores, etc.) de quienes poco o nada sabemos, que no han sido contratados por lo centros educativos para eso y que se resisten como gato panza arriba porque, además, como consecuencia inmediata de todo lo anterior, las más elementales normas de comportamiento y urbanidad son de obligada ignorancia, convirtiendo no pocas aulas en circos de tres pistas sin domador (igual a profesor atrincherado dónde y cómo puede) ante la pasividad en unos casos y la estúpida beligerancia en otros de los ilustres progenitores de tan asalvajados alumnos.

4.- Los que andamos por la cincuentena hemos convivido con nuestros mayores y se nos enseñó, no sólo a respetarlos, sino a cuidarlos. Ahora sólo sirven como Baby sitters, y libérelos el Señor de poner mala cara, porque, a la primera de cambio, el abuelete sale para la residencia más cercana mientras la siguiente generación se instala cómodamente en su casa "que se le ha quedado muy grande, ahora que murió la yaya". ¡Olé!. A saber qué harán con nosotros...

5.- Ésta es la realidad. Pero, preocupándome mucho, más me desazona pensar en la reacción de la troupe ante la complicada situación en que vivimos. Hasta la fecha no son más que maleducados, en muchos casos sin culpa, pero ¿cómo reaccionarán cuando sus distinguidos y sufridos padres no puedan subvenir a sus amplias necesidades, incluidas las de fin de semana, simplemente porque esa suma debe ser destinada en mantener a la familia a flote? Pues que habrá llegado la hora de dar las explicaciones, deprisa y corriendo, en forma de píldora de incomodísima comprensión y digestión.

6.- Mucho me temo que habrá que retomar los apuntes del libro antiguo, como dice un amigo mío, y desempolvar aquellos conceptos archivado en el desván de la memoria: el esfuerzo, el sacrificio, la deportividad alejada de una competitividad basada en el talonario, y volver a disfrutar de un montón de cosas que la vida nos ofrece gratis todos los días y cuyo valor nos hemos convertido en incapaces de apreciar.

Pues nada más por hoy. ¡A ver cómo hacemos los deberes! que el curso es largo...

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Comentarios(3):

Madre - 02-03-2009

Muy de acuerdo con usted sr. Basterrechea,nos encontramos muchas veces impotentes ante nuestros hijos que nos miran como ajenos al mundo ,su mundo.Piensan que estan por encima de nosotros y nos ven desfasados ,y por lo tanto, no validos como interlocutores suyos.Esto va a ser muy dificil de resolver y cada uno capearemos el temporal como mejor podamos.Realmente es dificil ser padres en estos tiempos.

lector - 02-03-2009

Un art muy acertado y unas consideraciones que se podrian leer las Rosas Tezanos y compañia.¡mejor no¡ Que igual aprenden

un sufridor por vida - 02-03-2009

Me parece muy bonito e ideal y con gran base su art pero yo tengo un hijo puta de 10 años que ya casi me puede.