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Opinión 12-07-2018 18:54

Ante un viaje intergaláctico

Al hilo de que la investigadora bioquímica, y astronauta jefa de la NASA, Peggy Annette Whitson, en junio de 2018, ha anunciado su retirada, siendo la mujer astronauta estadounidense más experimentada, en cuanto a tiempo, que ha estado en órbita, exactamente 665 días, 22 horas y 22 minutos, desde su primera misión en 2002, he revisado mis apuntes de hace una treintena de años.

Dado que las especies terrestres vivas no están adaptadas para vivir en el espacio, todo astronauta/cosmonauta/taikonauta, dependiendo de su genética, sufre un deterioro fisiológico corporal, en mayor o menor intensidad, casi irreversible, derivado de la prolongación de su estancia en ausencia de gravedad y del bombardeo de rayos cósmicos que recibe.

Hasta ahora, las estancias espaciales han sido variables, y como máximo, a una distancia de unos cuatrocientos kilómetros alejados del planeta azul, por tanto, las conclusiones no pueden ser definitivas, sino que estarán expuestas a cambios aún más drásticos, según los parámetros terrestres conocidos, que no los galácticos desconocidos. 

La acción protectora del campo magnético terrestre, ante las radiaciones cósmicas, por mucho escudo protector con que haya sido acondicionada la nave espacial, desaparece a medida que se aleja del planeta azul, terminando por perjudicar a todos los órganos y sistemas corporales conocidos en el ambiente terrestre.

El sistema nervioso central sufre alteraciones, debido al deterioro neuronal, que pueden llegar a ser permanente, que afectan a la capacidad cognitiva con manifestaciones de pérdida de atención, de conciencia, de memoria, de orientación, de tiempo, así como de ansiedad, de cefaleas, de confusión, de delirios, de derrames cerebrales, de mareos.

En el corazón, debido al desuso, a la menor resistencia, a la menor acción de la gravedad, se aprecia una aceleración cardíaca, llamada taquicardia; así como una amiotrofia o debilitamiento muscular; una variación del ritmo, llamada arritmias; un aumento de la tensión sanguínea, llamada hipertensión; un detrimento del volumen sanguíneo.

En el sistema auditivo se distinguen anomalías en la apreciación, tanto de la estabilización como del incremento de la velocidad y del desnivel.

Al regresar a la superficie terrestre existe una dificultad para mantener el tronco en la posición enhiesta.

La fertilidad del aparato reproductor, en referencia tanto a los espermatozoides masculinos como a los óvulos femeninos, según los parámetros terrestres, parece amenazada, aunque posiblemente no tanto si se mira con la perspectiva de que se puedan desarrollar nuevas variables, incluso estructuras diferentes, ideales para viajar en el espacio.

Al analizar la orina, se detecta un exceso excretor del ión calcio, llamado hipercalciuria, que puede llegar a ser de hasta un sesenta por ciento más de lo habitual, procedente fundamentalmente de la masa ósea, pudiendo originar una calculosis renal.

En la radiografía del aparato locomotor se lee una disminución del entramado trabecular óseo, llamado osteopenia, que puede llegar a ser de hasta un veinte por ciento, teniendo como consecuencia fracturas por stress.

En la sangre se identifica una destrucción de los glóbulos rojos o hematíes, que provoca una anemia, mientras se ralentiza la producción de los mismos en la médula ósea. Además, surge una disminución de los linfocitos, que causa un linfopenia, a costa de los linfocitos, llamados T, que afecta al sistema inmunitario, ocasionando una inmunodeficiencia adquirida.

En el trayecto gastrointestinal se muestran alteraciones en los fermentos de asimilación, acompañadas de dolor, de náuseas, de vahídos.

Estos síntomas nunca aparecen de golpe, sino que lo hacen paulatinamente, y no todos. La especie humana, con la exposición a estos cambios fisiológicos, ante un largo viaje cósmico, tendría que conseguir adaptarse lo mejor posible. De hecho, está intentando una adaptación que puede variar en el tiempo, porque si, hasta ahora, la barrera ha estado en unos 665 días discontinuos, aún faltan para saber a qué se atienen los viajeros futuros, como mínimo, unos 250 días más, si se pretende viajar al planeta Marte, por ejemplo, estar seis meses y regresar.

Quizá, para navegar en el espacio, estos cambios en las variables terrestres no tenga la más mínima importancia, aunque sí para vivir en el medio terrestre, lo que significa que su cuerpo, y su mente, nunca jamás volvería a ser como se conoce a sí misma la especie humana, sino que germinaría otro tipo de especie, que evolucionaría en alguna otra parte de la amplísima galaxia, que muy posiblemente no regresaría, que habría iniciado una conquista espacial por su cuenta y riesgo.

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