Noticias de Cantabria
Opinión 03-10-2018 08:00

¡No todos somos iguales!,

A punto de llegar a los 100 días del Gobierno de Pedro Sánchez, Carmen Montón, ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social dimitía, por un error en la consecución de su máster. No vamos a entrar en los motivos de la dimisión, que fue por copiar en unos trabajos que tenía que presentar.

¿Pero cómo se le pudo hacer dimitir por esta causa, cuando está el plagio, y más cosas, en la tesis del presidente del Gobierno? Pues si la tesis del presidente tiene plagiado el 21% de la tesis, según la empresa alemana Plagscan, de unas 440 páginas que tiene la tesis, estarán plagiadas casi cien, esto es, casi la cuarta parte. Hay motivo, por tanto, para volver a revisar no sólo la calificación, sino el mismo título de doctor. Y aplicarse Pedro Sánchez aquello que acusaba recordando un ministro alemán que dimitió por una simple copia.

Pero el tema de hoy es algo más grave, se trata de la expresión de la exministra, antes de dimitir, cuando dijo por dos veces delante de la prensa, que «no todos somo iguales».

Este enunciado, por el momento y por El modo como lo dijo, revela la forma de pensar y concebir la política que tiene la izquierda. Es la manera como los partidos de izquierdas conceben la democracia, y de lo que se les llana a boca, como los únicos demócratas.

Si no, escuchar la forma axiomática como afirman sus propuestas, mientras califican con facilidad de fachas a todo el que no piense como ellos, sobre todo si huele a la tradición cristiana. Como se advierte en las declaraciones que diariamente lanzan por la prensa, la idea de democracia, que propugnan los movimientos de izquierda, incluyendo el partido socialista, es sólo patrimonio de la izquierda, y se creen que todo ese batiburrillo de partidillos, que pululan por el parlamento, constituye la mayoría de la población, aunque no es así, porque en verdad no es la suma de votos, sino de las proporciones como se arregla.

Lo que da pie a preguntar: ¿Qué democracia se propugna en España por todos los movimientos de izquierda, capitaneado por el partido socialista? Según la idea que mantienen estos grupos no todos los movimientos políticos, ni todos los ciudadanos son iguales, porque tienen preferencia las ideologías de izquierda, mientras a las de la derecha se les califica de fachas. Pero acudiendo a la historia, resulta que el movimiento de los fascios nació en Italia de manos de la izquierda. Lo fundó Musolini, un miembro del partido socialista italiano, a quien Stalin auguró que sería cabeza del movimiento social en Italia. ¿Quién ha cambiado el sentido? ¿Por qué se tergiversan los términos? Siendo así los hechos: ¿Los fachas no deberían ser los de izquierda?

Esta izquierda, que fue muy tormentosa en su origen, se ha apropiado de la publicidad, y lo que dicen es dogmático, de forma que no se les puede contradecir, aunque propongan programas descabellados para la sociedad, y mientan.

Examinemos la doctrina. Hay una idea que se ha metido muy fuertemente en nuestro pensamiento político, algo que ya Aristóteles advirtió que no es democracia: «Es un error grave, aunque muy común, hacer descansar exclusivamente la democracia en la soberanía del número» (Pol. VI, 3). Este error acusado desde el primer tratado de su libro de Política, es a lo que se ata la izquierda para argumentar cuando tiene mayoría. Pero, a su vez, lo niega cuando la derecha dispone de la mayoría acusándola de abuso de poder, e intenta saltarse el Senado, cuando no tiene suficiente representación.

Conviene que tengamos una recta idea de lo que es la democracia, que según Aristóteles no consiste en el número, sino en unos principios, como expone con claridad en su tratado: «La igualdad es la que caracteriza la primera especie de democracia y la igualdad fundada por la ley en esta democracia significa que los pobres no tendrán derechos más extensos que los ricos, y que ni unos ni otros serán exclusivamente soberanos, sino que lo serán todos en igual proporción. Por tanto, si la libertad y la igualdad son, como se asegura, las dos bases fundamentales de la democracia, cuanto más completa sea esta igualdad en los derechos políticos, tanto más se mantendrá la democracia en toda su pureza; porque siendo el pueblo en este caso el más numeroso, y dependiendo la ley del dictamen de la mayoría, esta constitución es necesariamente una democracia.»(Ib.)

Así que se da la democracia, cuando en la sociedad se ejercita el principio de igualdad, pero considerado en su sentido originario, no como se intenta en la igualdad de género, que en realidad es una discriminación, una desigualdad. Ahí tenemos, como modelo, la ley de igualdad propuesto por el PSOE, es, en realidad, una ley de adoctrinamiento de los funcionarios y jueces, para que traten y juzguen conforme a criterios dados previamente, sin consideración a las situaciones concretas, sino a los prejuicios de los partidos de izquierdas. Esto es tergiversar el concepto de igualdad, y, en consecuencia, no estamos en una democracia, que consiste en la igualdad real.

La igualdad que nos propone el PSOE en su raíz y en su aplicación es una demagogia según Aristóteles, puesto que tratan de sustituir la soberanía de los derechos de los ciudadanos por sus ideologías partidistas. Cuántas veces estamos oyendo que quieren someter todos los negocios al pueblo, porque su propio poder no puede menos de sacar provecho de la soberanía del pueblo de quien ellos soberanamente disponen, gracias a la confianza que saben inspirarle.

Con frecuencia nos encontramos, cómo estos partidos de izquierda apelan al juicio exclusivo del pueblo, y este pueblo, pensando que le dan importancia, acoge de buen grado estas reclamaciones, y con ello los poderes legales quedan destruidos. Y sobre esto dice Aristóteles: «Con razón puede decirse que esto constituye una deplorable demagogia, y que no es realmente una constitución; pues sólo hay constitución allí donde existe la soberanía de las leyes. Es preciso que la ley decida los negocios generales, como el magistrado decide los negocios particulares en la forma prescrita por la constitución. Si la democracia es una de las dos especies principales de gobierno, el Estado donde todo se resuelve de plano mediante decretos populares no es, a decir verdad, una democracia, puesto que tales decretos no pueden nunca dictar resoluciones de carácter general legislativo» (Ib. 6,4).

La exclamación de la exministra, que le salió de dentro, es lo que pensaba sobre la idea de igualdad que tiene muy metido en su conciencia la izquierda española. Por tanto, si examinamos la forma de actuar constantemente la izquierda, y si observamos la forma de razonar los separatistas catalanes en España, con seguridad podemos decir que no vivimos en un país democrático, porque, desde hace tiempo, el principio legítimo de igualdad lo han borrado de su forma de pensar, sustituido por una ideología.

No consideran iguales ni a todos los partidos, ni a todos los ciudadanos, ellos tienen la legitimidad, de la que los otros carecen. No se ve que reconozcan a los demás tal legitimidad democrática. Luego no estamos viviendo en una sociedad democrática.

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