Noticias de Cantabria
27-04-2017 20:00

San Tribunal Supremo

Ya sé que suena a herejía, pero los 8 de noviembre deberían ser festivos en Santander. En esa fecha una sentencia del Tribunal Supremo ha anulado el Plan General de Ordenación Urbana actuando por tanto, como un santo protector de nuestra Ciudad.

El desastre que el entonces alcalde, Sr. de la Serna, iba a propinarnos haciendo de Santander un lugar poco atractivo para el asentamiento humano, ha sido remediado por el Tribunal Supremo quien ha intercedido ante la historia.

Nada menos, que una ciudad, que desgraciadamente envejece a pasos agigantados en la que somos incapaces de dar salida digna a nuestros jóvenes (bueno salida sí, pero fuera de la región); cómo diantres se iba a conseguir que la población alcanzara, en poco más de una década, nada menos que 260.00 habitantes.

Se había planificado un Santander al gusto del sector del ladrillo; y no seré yo quien ataque la importancia productiva de estas empresas que cubren ese ámbito de la economía, bienvenidos porque además crean trabajo y desarrollo, y si edifican bien ayudan al bienestar y a la prosperidad de sus habitantes. Nada que objetarles

Pero es que entre las lindezas en el Plan anulado apenas había espacios para la convivencia, trasladaba las zonas de esparcimiento público a la costa, en el entorno de La Muraca; en tanto que en un extraordinario parque como es La Remonta iban a edificarse, nada menos, que 1.300 viviendas.

Leyendo con calma y sin ofuscación la sentencia, tengo para mí que a los Magistrados del Supremo les preocupaban menos los recurso hídricos, aunque haya sido el fundamento de la anulación, que mismo el Plan en su totalidad, y es que conforme a la reciente reforma de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa, el recurso de casación debe limitarse exclusivamente a cuestiones de Derecho, quedando excluidas las cuestiones de hecho, por lo que el Tribunal Supremo no podía volver a revisar las pruebas practicadas ante el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria y que éste había admitido como ajustadas. Vaya como ejemplo el informe pericial emitido por un distinguido sociólogo, justificando el desmesurado aumento poblacional que permitía hormigonar prácticamente todo el suelo municipal, y no exagero.

Ese afán especulativo y desproporcionado que se quería con el Plan ha sumido a Santander en una parálisis. El daño económico causado a la Ciudad es enorme, tanto a ciudadanos como a empresas y ha supuesto un mazazo indescriptible en la actividad económica y en los negocios. Se ha perjudicado la inversión en este sector productivo clave en la creación de puestos de trabajo; y esto no lo ha originado la sentencia, como algunos pretende, sino el Plan General de Ordenación aprobado que ignoraba a sus CIUDADANOS.

Es de oír cómo se quejan algunos miembros de la Corporación, la irritación con la que se manifiestan en algunos foros, exhibiendo la amargura que les produce los años de trabajo viendo que no vale para nada lo hecho; y eso porque siguen sin admitir que son ellos los responsables de esa aberración que alumbraron para Santander.

No obstante, como dice el refrán “No hay mal que por bien no venga”, tenemos el regalo de una oportunidad para planificar nuestra Ciudad. Las ciudades han de pensarse para y por sus habitantes, debe satisfacerse el bienestar general frente al especulativo.

Los urbanistas actuales conciben la ciudad de un modo distinto al que se esbozaba en el PGOU de Santander. En el diseño urbano actual priman los intereses de sus poblaciones y éstos giran en torno no sólo a su vivienda, sino a la accesibilidad, al empleo, a la convivencia y a la participación, con espacios públicos de encuentro y lugares de recreo. Esos espacios no estaban en el Plan de Santander, se les marginaba y nunca mejor traído, pues estaban al margen, al norte de la Ciudad; omitiendo crear parques que fueran conformando una trama de convivencia y desahogo, es decir, un correcto diseño de las infraestructuras. Calidad de vida en fin.

Una buena planificación mejorará la economía y atraerá la inversión generando actividad económica, una ciudad bien concebida que seduzca a nuevos habitantes.

Ábranse pues las puertas a la participación de los CIUDADANOS, que digan cómo quieren su ciudad, la de sus hijos, nietos y futuras generaciones, pues esas decisiones dejarán una marca durante siglos en Santander.

A los santanderinos se les debe permitir participar, incitar a diseñar su Ciudad que opinen y propongan ideas para el nuevo Plan, y con esas ideas se convoque a arquitectos, juristas y otros técnicos para que le den la forma legal. Todo ello con el beneficio añadido de que como su redacción llevará varios años, superando una legislatura, resolveremos el problema de cambios en el diseño según sea el partido gobernante, puesto que los responsables y garantes serán los propios santanderinos.

 

Ocho de noviembre San Tribunal Supremo.

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