Noticias de Cantabria
30-12-2017 20:18

Entre la broma y el decoro

Pecaría de superficial si no reconociera los titubeos surgidos hasta encontrar un título satisfactorio. El objetivo era claro: tratar, alejándome del drama, la coyuntura catalana. Considero sobrepasado plenamente el sainete tragicómico. Ni Muñoz Seca hubiera concebido contexto tan insólito.

Es cierto que las apariencias llevaban a un epílogo sombrío, calamitoso, terrible. Día a día, se venía perfilando un sino con rostro de tragedia. Pero, ¡oh, ventura!, vino el simulacro; una falsa esperanza con freno bronco que activó el artículo ciento cincuenta y cinco. Debemos consignarle, asimismo, la primera broma (como tal) al parir Tabarnia -probable hija putativa- tras un corto periodo de gestación.

Alguien confesó: “Uso el sarcasmo porque el homicidio es ilegal”. Sin llegar a dicho exceso, procuraré interiorizar el mensaje ya que parece acertado, además de virtuoso. Aparte, me ahorraré un esfuerzo ingente dado mi natural cáustico. Decía que la aplicación mutilada, timorata, del artículo antes expuesto, permitió desnaturalizar (tal vez posponer) la tragedia. De repente, notamos una metamorfosis esencial consolidándose un marco agridulce, caricaturesco. Previo a él tuvimos que aguantar bastantes soponcios cuyo origen lo anunciaron diversos trapicheos protagonizados por el circense govern catalán y permitidos estoicamente por un calmoso ejecutivo nacional.

Tengo frescas aún las jornadas previas al 1-O. Insinuaciones de entornos políticos y judiciales, evidenciaban una rebeldía irracional a fuer de infantil. Gobierno catalán, parlamento, amén de una policía autonómica de acomodo independentista, hicieron oídos sordos y promovieron el juego desleal del escondite. Rajoy dispuso sobre la mesa sus cartas: guardia civil y policía. La judicatura hermanaba doble papel: desafuero para unos mientras otros apreciaban en ella un argumentario sólido. Aquellos, cargados de falsas razones, ocupaban el extremo rocoso, fuerte, a la sombra del primo -poco exprimido- que se agigantaba al contraste de la figura melindrosa que recogía el guante. Porque aquello era un reto a la antigua usanza. Según vemos, el brazo fuerte se inclina paradójicamente del lado más débil, en teoría.

El físico danés Bohr, proclamaba: “Hay algunas cosas que son tan serias que solo puedes bromear con ellas”. Sin estar de acuerdo al cien por cien, reconozco que -como método- puede resultar balsámico. A veces, husmeando el rigor agrio de los acontecimientos debemos introducir una bufonada imprevista, sorprendente, que desarticule la acción sobrecogedora. Eventualidades muy espinosas, con probable final indeseado, hay que cortocircuitarlas mediante el escarnio. Ridiculizar al Tribunal Constitucional (hace tiempo desacreditado, por otra parte), tomar a chirigota cualquier reproche de un gobierno legítimo y democrático, amén de maniatar a los mossos, facilitaron el arranque de una broma inexcusable. El senado aprobó con algún equívoco grotesco, altanero, inoportuno (de la factoría PSOE), el artículo ciento cincuenta y cinco.

Estoy convencido de que al gran público (reminiscencia del gran payaso) ya le hastía la farsa. Sin embargo, ha de convivir con ella. Una gran contradicción se enseñorea de la platea popular. Ve, atónito, rostros congestionados, casi lívidos, que provocan espasmos de espanto, quizás de risa. Luego, roto cualquier intento de intersección, aparece a galope tendido el caballo del hechizo. Aparecen de nuevo las convulsiones, pero ahora de mofa general. La provoca es el PP -con su quiero mas no debo- dejándose inducir por el sí condicionado equivalente a un no obvio. Fruto defectuoso, amargo, es el cese de un gobierno huido y preso, a medias. Queda intacta toda infraestructura política, policial y mediática. Es la consecuencia del empalagoso enredo introducido por un PSOE que no anda ni para. Tabarnia es la broma urgente, necesaria, ineludible.

A nadie debe extrañar que esta falta de decoro permitiendo calladamente la propaganda, obtusa a la vez que eficaz, dé los resultados electorales conocidos. La broma que gastó Rajoy a los españoles, sobre todo catalanes, deja el problema tan candente o más que antes. Para este viaje no se necesitaban alforjas. Ahora hay un prófugo -exiliado para fanáticos- que pretende, huérfano de toda decencia, su impunidad a través de una presidencia telemática, grosera. Pulveriza el límite del cinismo cuando exhibe un lazo amarillo peticionario. Jamás llegó tan lejos un impresentable ni a tan poco el seny catalán.

Colocados al preludio del año dos mil dieciocho, persisten los mismos nubarrones con que despedimos el dos mil diecisiete. Temo que más negros e intensos. La sociedad catalana, al compás de sus políticos, no aprende ni en propia cabeza. Vista esa dinámica empresarial generada por un independentismo extemporáneo, absurdo, pensaba -aunque todas las encuestas lo negaran- que se impondría el sentido común. Pero no. Cada bloque sigue firme dentro del trasvase. Algunos “linces” esperan marear la perdiz judicial insistiendo en declarar la república catalana como si tal objetivo difiriera u opusiera a la DUI. Buscan, con el mismo éxito que Diógenes, una impunidad a cualquier precio.

Llevamos años sorprendiéndonos (señal inequívoca de respuesta candorosa) de las patochadas aberrantes que expele el independentismo. Los máximos exponentes, salvado un Puigdemont indigno, se encuentran en las altas esferas de ERC. A Tardá, as del vituperio, le pisa los talones una juventud que aprende deprisa. Gabriel, de apellido atributivo, está dejando en paños menores a su maestro, con permiso de Marta Rovira que lo acosa inmisericorde. Si el bloque constitucionalista no da para mucho, el independentista quita todo. Unos ponen palos en las ruedas; al mismo tiempo, otros las pinchan. A PP y PSOE, a sus desencuentros, les han salido dos competidores expertos: JxCAT y ERC. Sobra hipocresía donde falta decoro e inteligencia. El decoro es un biombo que permite excusar nuestras carencias. La inteligencia percibe a Tabarnia como broma que pudiera esconder algo muy serio. El fuego vigoroso, extenso, empieza con una llama minúscula. Cuestión de enfoque.

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