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Opinión 04-12-2022 07:05

Cataluña: los monos controlan el circo. Por Jesús Salamanca Alonso

El presidente catalán no dudó en denunciar en Ginebra, aprovechando el 15º Foro de las Minorías de Naciones Unidas, la vulneración de los derechos de los catalanohablantes.

 

 

Los aires que soplan en Cataluña son cada día más dañinos y lo peor de todo es que siempre dañan a los mismos. Hay muchos motivos para decir esto y buena culpa de ello la tienen el Gobierno actual y los precedentes. Incluso a Pedro Sánchez «el mentiroso» le afectan esos bamboleos ventosos porque se le nota cada vez más degenerado en sus manifestaciones: lo mismo le da decir que Cataluña ha dejado de tener problemas de convivencia desde que él es presidente que lanzar a los cuatro vientos que pasará a la historia por haber exhumado a Franco.

¡Valiente cateto tuercebotas, por no decir gaznápiro circular! A ver quién se atreve a negarme ese control del circo por parte de los monos.

Vamos allá con algunos bandazos que provocan los vendavales en Cataluña. Los historiadores catalanes con rigor ya se han hartado de los falsos predicadores que van conferenciando con estupideces como que Santa Teresa de Jesús, Cristóbal Colón, Rodrigo Díaz de Vivar o Fernando el Católico, además de diversos conquistadores, tenían origen catalán. Pero lo peor de todo es que hay gente que paga por escucharlos. Lo único que ellos han podido demostrar es que los golpistas del 1 de octubre sí habitan en Cataluña y han intentando desintegrarla, lo mismo que el prófugo de la Justicia, Puigdemont.

Voy más allá: cobran por aventar estupideces de grueso calibre que están suficientemente investigadas y documentadas. De ahí que la Asociación de Historiadores de Cataluña centre muchas de sus conferencias en acabar con las tradicionales falsedades del nacionalismo golpista y desintegrador. Es un hecho que los historiadores nacionalistas han robado hasta el color amarillo. Sabido es que «no hay campo sin grillo, ni pelele sin lazo amarillo».

A las vulgaridades y atrocidades que venimos citando habría que añadir cientos de ellas más: adoctrinamiento basado en el complejo de inferioridad que tiene Cataluña frente a otras autonomías; chistosas «embajadas» inservibles, además de pagadas y mantenidas con fondos públicos (prevaricación); atropelladas políticas lingüísticas; represalias en la rotulación comercial; amenazas y castigos a los niños que hablan castellano en el recreo o piden ir al baño en ese mismo idioma; represalias contra las familias que denuncian el avasallamiento político de lo que para ellos es el «Govern»; permanente vulneración de los derechos de los ciudadanos castellanoparlantes; represalias y humillaciones a los hijos de policías y guardias civiles; odio y violación diaria de los símbolos españoles; amenazas al rey en todos los foros pro y pancatalanistas, nacionalistas, golpistas y antisistema.

No faltan embusteros afines al Gobierno catalán, tanto en Tabarnia como en Tractoria. Sin duda, a quienes ha tocado la lotería de Cataluña ha sido a Pere Aragonés (conocido en Barcelona como «El republicano, Pepe Agarrones») y a su ejército de incendiarios. A esta gente acomplejada, pero aprovechada, les falta tiempo para dar a entender que el catalán lo hablan diez millones de personas. Sabido es que gran parte de catalanes lo chapurrean, pero lo que es hablarlo correctamente se ha convenido en que lo hacen tres y el del bombo. Saliendo de Cataluña no lo habla ni el tato bandolero, de ahí que haya trabajadores que se nieguen a hablarlo en el trabajo y en el futuro; en casi todas empresas se opta por el castellano más empresarial y comercial, además de práctico y extendido. Y tampoco les sirve para hablarlo fuera de España.

No por repetir una mentira cientos de veces se convierte en verdad absoluta. Hasta cientos de empresas optan por deslocalizarse de Cataluña ante la impregnación de la política en todos los ámbitos, así como la falta de garantías jurídicas para permanecer en esa comunidad. Hoy no entramos en la inseguridad ciudadana, ni en la aplicación sectaria de las leyes del Estado o la desobediencia permanente que va requiriendo la aplicación de un 155 con todas consecuencias, además de la devolución de los más de 68.000M de euros que debe al Estado (cientos de millones fueron desviados de otras CC.AA., algo así como el dinero que los parados andaluces nunca recibieron) y que suponen 14.000M más que cuando Pedro Sánchez llegó a Moncloa. A ello hay que añadir que Cataluña pedirá 12.662M más del FLA en 2022.

La cara dura de los dirigentes catalanes ha llegado hasta el punto de que el presidente de la Generalidad, Pere Aragonés, no dudó en denunciar en Ginebra, aprovechando el 15º Foro de las Minorías de Naciones Unidas, lo que entiende que es una vulneración de los derechos de los catalanohablantes. Ha vuelto a utilizar el cuello de botella para lo que le conviene y ha olvidado premeditadamente la reiterada vulneración de la Constitución española, sus insensatos incumplimientos de las sentencias del TSJC, además de la relegación del castellano a tres horas en el sistema educativo (el Gobierno central ha entrado por el aro y lo ha consentido), unido al reseñado adoctrinamiento, represión a todo lo español, vulneración de derechos fundamentales y un largo etcétera.

 

Tal vez lo peor de todo es la inacción del actual Gobierno central, que se limita a la cesión de peticiones escandalosas a Cataluña en detrimento de otros territorios, a fomentar el desequilibrio entre comunidades autónomas y, en general, a la desidia y cesión permanente que le viene caracterizando. Ceder no es pacificar Cataluña, sino poner «en pie de guerra» a los demás territorios

 

Cataluña no es víctima de España, pero sí de la estupidez de sus dirigentes territoriales. Acabamos el artículo como lo empezamos.

Ahora entenderán por qué los monos controlan el circo.

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