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Opinión 25-04-2023 07:00

¿EL ABORTO PUEDE SER UN DERECHO? Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Esta izquierda, llena de contradicciones, promociona el aborto, cuando ha elevado todo tipo de gritos contra la condena a muerte en todo el mundo, y, sin embargo, mata un embrión humano privándole el derecho a la vida en el vientre de su madre.

 

¡Tú, así, Paloma blanca de los cielos,

nos vienes a anunciar que hay tierra firme

donde arraigar allende nuestro espíritu

y para florecer por la eternidad!

Miguel de Unamuno. El Cristo de Velázquez

Desde hace muchos años el aborto es un problema social que no se ha resuelto, es cierto que se han dado varias leyes, pero la sociedad no ha quedado conforme con su regulación. Y, ciertamente, no puede quedar conforme con una ley que mata un ser humano, aunque sea en sus inicios. Esta izquierda, llena de contradicciones, promociona el aborto, cuando ha elevado todo tipo de gritos contra la condena a muerte en todo el mundo, y, sin embargo, mata un embrión humano privándole el derecho a la vida en el vientre de su madre. Aún más, quiere que se reconozca como un derecho, y alguno como el presidente francés Emmanuel Macron desearía que fuera derecho fundamental. ¡Puede haber mayor disparate y desatino!

Estamos viendo, con claridad, por lo que se enseña y publica en los primeros años del siglo XXI, que hemos entrado en el declive de la cultura de Occidente. La mayor muestra de ello es poner en crisis los principios éticos por lo que se ha formado y regido muestra cultura, que ha llegado a alcanzar un alto nivel en la consideración del ser humano. Uno se pregunta ante la legislación que se está imponiendo: ¿si en verdad el aborto, la eutanasia, la ley trans y la ley de dignidad animal, que se están aprobando, no marcan la destrucción de la cultura europea, y el final de la consideración de persona? En la cultura que hemos vivido, se procuró afirmar los puntos que establecían las vías para el pleno desarrollo de la persona, pero esta nueva cultura, que nos quieren meter, trata de matar a la persona o transformarla en un ser extraño. No llegamos averiguar a dónde llegará, aunque se vislumbra que se camina a la destrucción de lo que hemos conocido como ser humano.

Ante esta oleada de incultura, conserva, todavía, nuestra Constitución el valor de la vida como nota esencial, cuando en el artículo 15, que figura en la sección 1ª de su capítulo segundo, titulado «De los derechos fundamentales y de las libertades públicas», establece que: «Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradante. Queda abolida la pena de muerte?» Este derecho a la vida no pone limitaciones, y según los estudios biológicos más elevados: el embrión desde la misma concepción es un ser humano, diferenciado de su madre con ADN propio y, por tanto, comprendido en esta norma. ¿Se cumple con la Constitución en el caso el aborto? Y si

no se cumple, ¿puede el Tribunal Constitucional impunemente y sin mucha reflexión, por las prisas de su presidente, dar una sentencia reconociendo el aborto como un derecho, sin ninguna reserva?

El principio de igualdad fue uno de los mayores avances en la evolución de la cultura política occidental, que introdujo el Derecho canónico frente al Derecho romano, cuando se creó la primera Universidad en Bolonia, y que hoy día es la base de la auténtica relación social, el cuál fundamenta la justicia, que ha reconocido los derechos del hombre y la mujer como personas, en todas las fases de la vida. Esta igualdad ha equiparado, sin privilegios ni excepciones, al poderoso con el débil, al rico con el pobre. Y este principio prohíbe la eliminación del ser humano inocente en cualquier momento de su vida.

Esta nueva cultura que nos están metiendo, lleva años prodigando en la enseñanza y en la publicidad la destrucción de las costumbres, y va haciendo olvidar las normas éticas o morales arraigadas, con lo que se ha debilitado la conciencia social. Con lo que la idea del aborto ha llegado a calar en la mentalidad, en las costumbres y en la legislación misma, indicativo del nivel de degradación ética o moral a que se está llegando. En este caso del aborto, no se sabe distinguir el bien y el mal, en un momento en que se valora el derecho fundamental a la vida.

Estos políticos no se atreven a tratar el tema de frente, por lo que hablan de ello difusamente refiriéndose a una «interrupción del embarazo», tratando de disimular y ocultar la gravedad del hecho a la opinión pública. Con seguridad, porque no se arriesgan a enfrentarse con la acción criminal que supone, pero presenten como lo presenten el aborto es la muerte deliberada, como quiera que se realice, de un ser humano en el momento inicial de su existencia, antes de su nacimiento.

A esta acción de privar de la vida a un nasciturus, hay que añadir la ceguera y obstinación de los políticos en unos momentos en los que se está sintiendo la falta de nacimientos con el consiguiente problema demográfico, en especial, en nuestra sociedad. De los políticos es cuidar el desarrollo de la población, y ésta debe ser con nuevas generaciones de nacionales, pues, como quieren los políticos modernos cubrir esta carencia con inmigrantes, es una anomalía, y leva a la destrucción de la cultura. Por lo que hagámonos la pregunta

¿El aborto, siendo la muerte de un ser humano y limitación del crecimiento de la nación, puede llegar a ser un derecho?

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