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Opinión 20-11-2023 06:25

RECUPERAR LA IDENTIDAD NACIONAL Juan Goti Ordeñana Catedrático de la Universidad de Valladolid

Ante el desastre, al que nos quiere llevar el actual Gobierno con su nefasta ideología, no es suficiente echar a Sánchez de la Moncloa, es necesario dar un cambio de rumbo, y volver a reconstruir aquella sociedad que conocimos, y que se nos ha sido hurtada con este socialismo progresista.

 

 

Desde que entró en el Gobierno el PSOE en 2004 con Zapatero, estamos sufriendo una ingeniería social, destinada a la destrucción de la identidad nacional, que se ha elaborado durante dos milenios, y que revela el carácter del pueblo español. Ante el desastre, al que nos quiere llevar el actual Gobierno con su nefasta ideología, no es suficiente echar a Sánchez de la Moncloa, es necesario dar un cambio de rumbo, y volver a reconstruir aquella sociedad que conocimos, y que se nos ha sido hurtada con este socialismo progresista.

El futuro que se nos presenta, en el contexto a que hemos llegado, no se arregla con un cambio de partidos, sino que hay que dar un golpe de timón, con el que se vuelva a lo que ha sido el pueblo español. Se hacen necesarios unos nuevos políticos, que despierten a España del letargo que le ha sumido ese engaño socialista del progresismo. El cual es negación de la sociedad real, con la promesa de un paraíso utópico que es imposible, porque está en oposición a la naturaleza humana.

Marx ideó un paraíso del poder del proletariado. Pensaba que llegaría con la revolución de los trabajadores, pero no supo diseñar cómo funcionaría ese mundo ideal. Sus sucesores, que quisieron remedar ese paraíso, a donde llegaron fue a crear las dictaduras más duras y crueles que ha conocido la historia. De modo que han conseguido destruir la convivencia humana y someter a esclavitud a sus súbditos. Teniendo la experiencia de esa esclavitud en los países, donde ha triunfado ese socialismo comunista, es hora de que el pueblo español, tomando conciencia de a donde le llevan esa izquierda, venga a forzar una nueva dirección, al objeto de resucitar la identidad nacional, que se había elaborado en siglos de historia.

Para ello no es suficiente sustituir unos partidos por otros. Son necesarias personas conscientes de la situación actual, con una clara idea de este problema de la sociedad, y decididos a dar un giro ideológico total a la dirección que llevamos. Es preciso que conozcan, cuál es la vida de la sociedad y la ordenen a un desarrollo positivo de la naturaleza humana, no de intereses particulares o de grupos. Es forzoso plantear un programa, que se dirija a favorecer la convivencia familiar y el nacimiento de nuevos niños, para que pueda haber una generación, que sustituya a la que ha fabricado esta ilusa ideología. La confusión de culturas, como se propone en la política moderna, para suplir la falta de natalidad, lleva a un retroceso social, como sucedió en el medievo con la invasión de los pueblos barbaros, que la actualidad debe evitar.

Es ineludible en el punto a que hemos llegado, denunciar a quienes están tomando decisiones trascendentales, sin legitimación democrática alguna. ¿Cómo se puede justificar una amnistía al servicio de una persona huida de la justicia, o de unos partidos delincuentes; una cesión de jurisdicciones, por capricho y por urgencia del presidente Sánchez, para llegar a la Moncloa; cesión de los derechos del Sahara Occidental a Marruecos en secreto, sin conocimiento y aprobación del pueblo español, por no se sabe qué prisas e intereses del presidente; amén de entrega de caudales del erario público para comprar votos de quienes quieren destruir la Nación; y promesa de independencia a varias Autonomías, porque se sienten superiores a las demás, y creen que deben ser favorecidos por ser etnias privilegiadas?

Es esencial reivindicar la identidad nacional, que hemos perdido con los Gobiernos progresistas, al tiempo que han dinamitado la educación y la cultura que ha tenido España, fruto de su tradición. Convendría denunciar a quienes han hecho esas leyes destructivas de la persona y de la sociedad, sin una legitimación del pueblo. No basta, por tanto, expulsar al profuso y devastador Gobierno absolutista que hemos sufrido, si sólo hay, como alternativa, políticos que pretenden continuar la línea progresista que nos ha llevado a la situación de depresión en que estamos, aunque se trate de partidos que se califiquen de derechas.

No se puede fiar de un partido, con cualquier calificativo que se le dé, si está urdiendo su ideal en un giro socialdemócrata, que suponga el abandono de la historia del pueblo español, y propicie un giro al centro centrado. Pues no es más que querer arrimarse al progresismo de izquierda, que ha logrado la ruina de la sociedad económica y, aún más, de la cultura tradicional y de la persona.

La historia de los bipartidismos no tiene futuro en España, ya hubo uno que duró la vida de sus fundadores, y luego llegó la guerra total entre partidarios de uno y otro bando. Lo que hay que revivir es la tradición que es lo que revela el carácter de una nación. España por tener unos dirigentes imitadores de las formas extrajeras, nos ha hecho vivir a la cola de naciones europeas, cuando ella, por su carácter llegó a ser la dirigente de la cultura europea. Fue ella la que ilustró en política lo que era el Estado, y enseño a Europa a estructurarse por Estados.

La línea a seguir está en que toda la derecha, con conciencia de ser un grupo unido, y orientado a la consideración del valor de la persona, aunque esté constituido por varios partidos, tome conciencia de la tradición española, y sepa estructurarla para crear un programa de renovación de la sociedad, con cuidado de no entrar en el juego socialista, pues debe reflexionar que siempre salió perdiendo, cuando entró en ese camino de progresía. Ya es hora de advertir, algo que hace tiempo nos enseñaba, en «El dardo de la palabra», Fernando Lázaro Carreter: «Las dictaduras prodigan las delicadezas verbales, con que maquillan tanto sus actos como sus conflictos internos. De paso, suavizan también su omnipotencia» (p. 554)

 

Es ineludible en el punto a que hemos llegado, denunciar a quienes están tomando decisiones trascendentales, sin legitimación democrática alguna. ¿Cómo se puede justificar una amnistía al servicio de una persona huida de la justicia, o de unos partidos delincuentes;

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