Noticias de Cantabria
Opinión 14-08-2023 06:05

REFLEXIÓN POSTELECTORAL Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Un votante de la calle y buen observador vio exagerados los triunfalismos en los balcones de Génova y Ferraz en la noche de las elecciones del 23J. Pareció un escándalo, porque los de Génova tuvieron más votos, pero su futuro era muy negro, y los de Ferraz, habían perdido, aunque miraban a un futuro posible con concesiones y componendas destructoras de la nación española.

 

Un votante de la calle y buen observador vio exagerados los triunfalismos en los balcones de Génova y Ferraz en la noche de las elecciones del 23J. Pareció un escándalo, porque los de Génova tuvieron más votos, pero su futuro era muy negro, y los de Ferraz, habían perdido, aunque miraban a un futuro posible con concesiones y componendas destructoras de la nación española.

 

 

Todo aquello fue una mascarada, porque el pueblo vio muy oscura y difícil la salida hacia adelante de España. Lo que advirtió fue la apertura del camino hacía el precipicio que había estado notando en el Gobierno anterior, y ahora ve ya próximo el siniestro total al que se va a llegar con el nuevo régimen. Por lo que no eran momentos de triunfalismo, sino de pensar cómo librarse del cataclismo que amenazaba.

A pesar de ello no se debe caer en el derrotismo, pues como decía san Ignacio «en tiempo de turbación, no hacer mudanza». Con el tiempo todo pasa y se arregla, y vendrán nuevas soluciones. En este momento de reflexión, importa mantenerse en pie y con la esperanza de que se llegarán a superar los actuales políticos.

Durante la campaña todos los ciudadanos vieron que era necesario cambiar de política, desmontar la ingeniería social que habían armado los últimos Gobiernos, y llagar a reconstruir la sociedad en que vivimos en otro tiempo, y que ha sido desvalijada con la introducción de ideologías destructoras del hombre y de la sociedad. El pueblo sabía que en estas elecciones no era suficiente con cambiar de políticos, se requería dar un vuelco total, y empezar a programar una sociedad sobre la unidad nacional, la concepción de la persona, la familia y el sistema de convivencia. Puntos esenciales de la discusión para anunciar una nueva política, pero los políticos del PP. no supieron ver cuál era su cometido, se embrollaron en despreciar los programas para una renovación, y se entretuvieron insultando, atacando y despreciando a Vox, el partido de su derecha, de quien podía valerse para gobernar.

No se tomó, como puntos de programación, ninguna de las ideas necesarias para la reforma, sino que se vociferó por el proyecto de desalojar a Sánchez del poder, pero esto no era suficiente, porque había que recuperar la identidad nacional, maltratada en las políticas progresistas que habían desviado la educación y la cultura a favor de unas ideologías comunistas. Se olvidó de denunciar, con claridad, las decisiones esenciales que se habían tomado, contra toda legitimidad democrática, para la satisfacción de ciertas ideologías.

El PP. eligió el camino de degradar e insultar a VOX con los mismos apóstrofes que le tildaba el PSOE, quien había adoptado esta vía, porque consideraba que era el único partido que podía desmantelar la equivocada política que había llevado durante su gobierno.

La ceguera de Feijoo no supo ver que la ayuda le vendría de su derecha, nunca de la izquierda, con lo que equivocó a muchos votantes para que le dieran un voto gratis, alegando el voto útil. Entusiasmado con la victoria de le anunciaban las encuestas, y creyéndose victorioso suplicó a Sánchez un pacto de gobierno, con lo que se alejó de su natural y verdadero socio de la derecha, y se acercó a las izquierdas, a sus enemigos. Soñó con un voto útil, con lo que dañó a su derecha, y en realidad sirvió a Pedro Sánchez y sus aliados nacionalistas. Su ensueño triunfalista debilitó a Vox, único socio que le podía servir a la hora del recuento de los votos. Esperó, sueño imposible, en corrientes disidentes socialistas, fue un espejismo que le llevó a un ilusionismo inútil.

Se oyó el eslogan de que era necesario desalojar a Sánchez de la Moncloa, pero no bastaba como objetivo de estas elecciones, había que planear una consolidación del sentido de nación que ha tenido en todo tiempo el pueblo español. Cosa que, hasta ahora, parece que Génova no ha comprendido. El votante de Vox, que esperaba la unión de la derecha, y un caminar hacía la renovación de la sociedad, ha quedado desencantado y abatido. Como dice Ruiz de la Serna: ?No es al votante de Vox a quien hay que pedirle cuentas de un voto desperdiciado en provincias como Albacete, Sevilla, Tarragona y Burgos y en comunidades como Madrid y Baleares?. Votos que en estas regiones le han sobrado al PP. y hubieran sido escaños para Vox, con lo que se habría dado el vuelco a las elecciones.

Se increpa a VOX que es duro manteniendo sus posiciones, pero ésta es la única forma de salvaguardar una política digna y responsable en la sociedad, y quien le vota tiene la seguridad de que no llegará a aceptar las políticas de izquierda, sino que responderá al sentir del pueblo español. Y no es extraño que se haya preguntado: ¿cómo el discurso de Feijoo, afirmándose de la derecha, ha estado proponiendo un pacto con Sánchez, anunciando una continuación de la política anterior? Los hechos han demostrado al PP. que el acuerdo de seguir moviéndose sobre los ejes de derecha e izquierda, como si tuvieran muchas cosas en común, es un total fracaso, conduce al siniestro. La política de la alternancia no es eterna, ¿qué pasó al desaparecer Cánovas y Sagasta? El PP. debería recordar que, pasados sus autores, fue deteriorando, y no se puedo restaurar. Hoy en día se ha roto el dualismo, y no hay solución.

Es necesario advertir que la división de derechas e izquierdas es artificial. La derecha, del latín dextera, a través de la historia ha ido creando el derecho, que, aunque tenga algunos defectos, en realidad, ha creado una convivencia que responde al sentir del pueblo. En tantos que las izquierdas, en su original latino «sinistra», ha llegado a cambiar el vocablo original por el vasco «ezquerra», para suavizar la nefasta actuación que augura el vocablo original.

El último Gobierno ha mostrado claramente como conduce la nación hacía el siniestro final.

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