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Opinión 11-03-2024 07:43

VIVIMOS BAJO UN CONTROL SOCIAL INTEGRAL Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Hemos llegado a un dominio global ignoto, al que los gobiernos han cedido su poder tecnológico y financiero, formado por grandes corporaciones capitalistas, que han llegado a dominar a estados y a continentes empobrecidos

 

Vivimos sin apenas advertirlo sometido a un control, pues cada día es más absorbente la revolución digital neocapitalista que nos envuelve vigilándonos plenamente. Vamos aceptando, hasta con admiración, la tecnología que aumenta cada día al tiempo que facilita el control de los ciudadanos, por unos entes que observan con gran eficacia a la población. Un control, que pretende acaparar a la persona enteramente, no solo sus cuerpos, sino también las mentes y aun las almas con un dominio desconocido.

Con estos medios, los modernos sistemas políticos han iniciado nuevos modos de gobernanza, dando fuerza al poder económico situado en manos de grandes corporaciones, que constituyen un capitalismo integral, el cual se ha apoderado de las naciones, aun formando un dominio internacional. Y algo que debe llevar a reflexionar: van consiguiendo crear una situación aceptada como real legalidad y reconocimiento por el entorno de hecho que han conseguido alcanzar.

Como consecuencia, se ha creado una sociedad civil capitalista, con instituciones llamadas fundaciones y organizaciones multimillonarias que han secuestrado la opinión pública, y venido a trastrocar la mentalidad de la sociedad con nuevas ideologías al servicio de esas grandes entidades de un poder anónimo. En este marco social se ha venido a instituir una ruptura total del normal desarrollo de la persona, para lograr instalar una cultura neocapitalista, e introducir un sistema de sentimientos que lleva a silenciar las causas de las grandes injusticias que predominan en las relaciones internacionales, por lo que padecen grandes expolios los países pobres, así como la explotación en el mundo laboral, o multiplicación de las guerras que se llevan por motivos económicos.

Hemos llegado a un dominio global ignoto, al que los gobiernos han cedido su poder tecnológico y financiero, formado por grandes corporaciones capitalistas, que han llegado a dominar a estados y a continentes empobrecidos. Decisiones tomadas en unos despachos sobre la marcha de la producción agrícola, imposibilitando el funcionamiento de los trabajadores del campo, que los ha llevado a manifestarse porque se les ha ahogado, en su labor, la función social que realizan. Desde una oficina se decide la subida o bajada de los tipos de interés, se señalan las cotizaciones de los productos básicos, y la concesión de préstamos financieros para el desarrollo de la producción del campo. Desde esos niveles no se tiene en consideración las necesidades de la sociedad, sino la rentabilidad de las decisiones que se tomen en favor de un capitalismo ambicioso de dinero y poder.

Con el nuevo contexto que se ha creado, la estructura política del mundo, ya no está en manos de los Gobiernos, sino al servicio de grandes corporaciones, que, además, no se conocen, y que reúnen, una vez al año en Davos, a todos esos que figuran como poderes intermedios, y les hacen creer que la marcha de la sociedad depende de ellos, pero al mismo tiempo reciben las orientaciones e ideologías que inconscientemente van a poner en práctica, en sus países. Por ello, bien podemos afirmar, que las democracias representativas que creen dominar los estados es una mera filfa.

El capitalismo industrial, desde que se inició, ha tenido como objetivo llegar a una globalización para dominar la población y a la imposición de su ideología, que supone la ruptura de la forma tradicional de la familia, y promover la disociación de las personas, que sean consumidoras de sus planes. Para llegar a esto ha servido la idea de democracia, pues engloba gran número de votantes que no puede realizar un control de lo que han votado. Así llegan a dominar esa masa, mediante el descubrimiento del mecanismo electoral, que supone un artificio para distraer y engañar a las multitudes, que goza de una apariencia de legalidad, con lo que se da un poder para gestionar los intereses corporativos, sin que haya ninguna responsabilidad para los ejecutores, por muchas barbaridades que cometan.

No obstante, con todo este juego de poderes, que se ha creado en la sociedad, se aprueba porque se cree que se juega con una representación del pueblo en las democracias, cuando los que forman el Parlamento no tienen conciencia de representar al pueblo sino a la ideología de su partido que les ha propuesto, como se demuestra en las votaciones de los temas. Lo que prueba el grado de engaño a que se ha llegado en el actual sistema de Gobierno. Así, con esta base de representación, se encuentran con las manos libres para aceptar el juego del neocapitalismo totalitario de la realidad política, con lo que son esclavos de unos poderes supranacionales que en verdad rigen el mundo en la actualidad.

Como consecuencia de la situación que se ha creado de sumisión a un capitalismo y jugando a la democracia liberal, estamos aceptando un sistema de estado capitalista, por un cierto estado de bienestar material. ¿Pero a qué precio? En los momentos actuales se observa, que esta sociedad ha renunciado a las responsabilidades sociales en no se sabe que poderes, y que no está dispuesta a luchar contra las formas de vida capitalista que está asolando el Bienestar Común en todas las dimensiones de la existencia.

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