Noticias de Cantabria
14-09-2007 12:15

El comunismo: La mayor secta de asesinos (y V)

"La socialdemocracia, mero lastre, retardatario del progreso, llegó a instalarse como un consenso del que participaron los partidos conservadores, con su lejano resentimiento aristocrático hacia las clases medias".

 

 

La democracia devino en prebendaria. Cada vez más gente pasó a depender del Estado y a participar en la expoliación de las clases medias. El viejo caciquismo fue perfeccionado. Y mientras aquél podía haber sido tenido, sin duda, por indigno, mas justificado como forma voluntaria de redistribución de la riqueza, el nuevo pasó a hacerse a gran escala con dinero público; es decir, mediante la expoliación, utilizando ésta contra sus víctimas.

 

Los programas de los partidos –sobre todo los denominados de izquierdas- se convirtieron en ofertas de depredación de unos sectores en beneficio de otros; en fórmulas, cada vez más laxas, de clientelismo y en un botín cada vez más amplio mediante una depredación fiscal cada vez más sistemática. El Estado se convirtió en el impulsor de la envidia y en el administrador del resentimiento. Quien menos trabajaba, más era protegido y mimado por el Estado.

 

La socialdemocracia, mero lastre, retardatario del progreso, llegó a instalarse como un consenso del que participaron los partidos conservadores, con su lejano resentimiento aristocrático hacia las clases medias.

 

El esquema precisaba que el comunismo funcionará y, simplemente, no funcionó. El comunismo había depredado los recursos naturales y había llevado el esquema parasitario a sus últimas consecuencias, a su reducción al absurdo: una “nomenklatura”, una exigua minoría pretendía, mediante el ejercicio de la represión, vivir del trabajo de la inmensa mayoría. Cuando la casta dominante, que había puesto en práctica niveles de explotación del hombre por el hombre antes nunca inventados, vio en riesgo su propia supervivencia, el sistema, herrumbroso e instalado en la mentira, quebró. Fue un cataclismo interno, una consunción.

 

Lo fue también para la socialdemocracia, pues la privó de su mejor argumento. ¿Qué hacer? La parasitaria socialdemocracia se aprestó a defender sus cuarteles de invierno. Durante un tiempo deambuló angustiada por el escenario. Contaba a su favor que las víctimas se habían acostumbrado al expolio. Las castas, a sus privilegios. Vivir a costa de los otros se había convertido en un estilo: hurtar, mediante subterfugios legales, el dinero de los demás…: eso es la izquierda y el progresismo. Tan perverso afán de lucro había ido adquiriendo la pulsión compulsiva de la fiebre del oro.

 

Compre y lea aquí "El manifiesto de las clases medias", de Enrique de Diego.

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Comentarios(1):

Petruca - 14-09-2007

Pero qué engendro es esto. ¿No le gusta al autor la democracia? Veo que aquí escribe cualquiera-