Noticias de Cantabria
15-12-2006 10:16

El abuelo (I)

José Mª Fernández: Llevo días documentándome sobre el abuelo, mirando el comportamiento del padre y planteándome hipótesis verosímiles sobre la actuación del nieto, el presidente del gobierno.


         
         Comenzaré hoy con una serie de datos sobre el abuelo. A algunos les puede parecer esta mi primera entrega algo anecdótico, pero tengan paciencia que llegarán, tras los datos más asépticos, platos fuertes.

 


         Tiempo ha leía La novela de un literato de Rafael Cansinos Assens y alguien “sabidillo” en literatura me comentó que era una colección de anécdotas y noticias menores sobre autores y crítica literaria. No reproduzco mi contestación de entonces, pero sí digo que el libro me parece una recopilación de la intrahistoria, de los hechos menudos de los que se deducen los grandes quehaceres literarios.

         Con lo del abuelo de hoy pasa lo mismo.

         Vayamos a ello.

         De los que se han ocupado del capitán Juan Rodríguez Lozano, unos dicen que era afable y buena persona y otros que sibilino, por la doblez, por saber poner una vela en un altar y otra en el contrario. Dejémoslo así.


         El capitán nació en Alange, Badajoz, pero su historia personal se desarrolló en León, más en concreto en la comarca de Luna donde yo nací y pasé mi infancia y juventud.

         Concretamente su relación con Luna le venía por parte de su mujer, Josefina, de Pola de Gordón, que tenía una hermana casada con Manuel Hidalgo, panadero y natural  de San Pedro de Luna.

         Rodríguez Lozano y su esposa iban, al parecer, con frecuencia a San Pedro, a casa de sus parientes, porque esta casa llegó a ser algo así como el centro o núcleo aglutinador de la familia.

         En La Canela, un pueblo cercano a San Pedro de Luna –hoy no existen porque los hicieron desaparecer las aguas del pantano de Los Barrios de Luna- había tres hermanos, zapateros los tres, que tenían, según noticias, el colmillo muy retorcido. Uno de ellos, Fernando (Fernandín) estaba casado con una mujer de Aralla, y es el responsable de una inscripción que está en la collada de Aralla que, referida al capitán Rodríguez Lozano, dice:
 

         “Trinchera del capitán Rodríguez Lozano/ Tira bien, miliciano. Defiende la República/ 16/ 09/ 1936.
 

         (Llamo la atención del lector porque el capitán fue ejecutado en Puente Castro, un barrio de las afueras de León, el 18 de agosto de 1936, casi un mes antes de la fecha que aparece en la inscripción)

         Por otra parte, según noticias del Diario de León “el monolito en memoria de Rodríguez Lozano no trae buenos recuerdos a los “escoberos” (habitantes de Aralla) no por cuenta del homenaje sino porque lo asocian al tal Fernando, principal responsable, según ellos, de algunas fechorías de los rojos en el pueblo, como quemar todos los legajos antiguos del arca del concejo que se conservaban en la ermita de San Antonio o destrozar los santos de iglesia y la ermita –parece ser que el retablo no lo tiraron por miedo de que les cayera encima.”
 

         (El tal sujeto, Fernando, de Aralla, debía ser, por lo de la inscripción,  muy amigo, o devoto del capitán Rodríguez Lozano)
 

         Entre las hazañas que se atribuyen a estos tres hermanos zapateros, los Fernández, porque así se apellidaban, Fernando, Manuel y José, se cuenta que se apostaban “en las inmediaciones de la carretera a pegar tiros a los viandantes o realizar pillajes, como el robo de una máquina de zapatero, la de un tío de Cándido Rodríguez –que compartía con los Fernández la profesión de remendón. Capturados dos de ellos por los nacionales en Pola de Gordón –Manuel había muerto en la contienda- fueron trasladados a León. Uno de ellos –José-, herido, fue operado en el hospital que estaba donde hoy se levanta el seminario para extraerle un trozo de metralla. Luego fue trasladado a San Marcos. Según Bartolomé Alonso, salvaron el pellejo en parte por la intermediación de los Fierros –acaudalada familia de León con la que una hermana suya estaba de muchacha- y en parte por la suya, ya que un Sargento de la Guardia Civil le pidió razón de ellos y los describió como gente inofensiva que, terminada la guerra y apartados del ambiente desordenado de las milicias, no habían de causar mal alguno al orden público”.

         Una de las conclusiones que sacamos de las historias que hemos contado de los hermanos Fernández es que consideraban a Rodríguez Lozano (ya lo hemos dicho) como comilitón, es decir, rojo y revolucionario como ellos. (Por eso le dedicarían la inscripción de Aralla)

         Pero no cuadra que Rodríguez Lozano, poco antes, hubiese estado machacando y matando con saña a mineros asturianos que esos sí que eran revolucionarios y rojos, rojos.

         Y no cuadra que el día que estalló la guerra civil Rodríguez Lozano estaba en San Pedro de Luna (zona roja entonces y por un mes, porque los nacionales llegaban hasta la peña de Los Barrios de Luna) y no cuadra, digo, porque el capitán huyó de San Pedro, donde estaban los suyos, a no ser que tuviera miedo de los mineros asturianos y se marchase a León  a buscar cobijo en el bando nacional.

         Lo fundamental no cuadra.

         ¿Pasteleó también el abuelo?

         Si pasteleó con unos y con otros, como intentaremos mostrar por su doble condición de masón y de militar, por lo de represor de revolucionarios y…, tendremos que la cantinela y la referencia frecuente del nieto ZP a la honestidad del abuelo se desmorona.

         Será asunto de otro escrito.

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Comentarios(1):

carlos - 16-12-2006

Sigue es interesante.