Noticias de Cantabria
14-02-2008 12:46

Consagración de Sebastián Castella en La México

Aunque solo cortó la oreja de su segundo toro, fue sacado a hombros entre el delirio del público tras perder el rabo de su primero por hacer caso de los que pedían fuera indultado por lo que le pinchó varias veces.

Otra oreja podría haber cortado de su segundo al que también pinchó antes de agarrar la estocada de la que tardó en doblar el animal. Sea como fuere es este aspecto, el antológico faenón que cuajó a la excelente res de Teófilo Gómez será referencia por su total quietud, máxima cercanía, infinito temple y una dulzura interpretativa excepcional.

Sin embargo, su segunda faena fue aún más importante aunque asimismo pletórica por las peores condiciones del séptimo toro de Barralva. En la corrida, de ocho toros, hubo otro excelente de Teófilo Gómez con el que anduvo corajudo, relajado y templado El Zapata que perdió una oreja por pinchar antes de recetar la gran estocada de la tarde. Morante no tuvo opción alguna con ninguno de sus dos toros. Y Alejandro Amaya evidenció su ya cantada incapacidad por lo que fue increpado por el público.

México D. F. 4 de febrero de 2008. Segunda corrida conmemorativa del LXII aniversario de la Monumental. Tarde fresca con rachas de viento. Dos tercios largos de entrada con mucho más público en las localidades numeradas que el las altas. Cuatro toros de Barralva, desigualmente presentados y salvo el que hizo de cuarto de procedencia Atanasio que tuvo bellas hechuras, sacados de tipo los de procedencia Saltillo. Los que hicieron de primero y de segundo no dieron juego. Pero sí aunque con bruscas dificultades y demasiado escarbador en la muleta el ya referido séptimo que podría haber sido mucho mejor de no haberse encelado tanto en el caballo tras la caída que provocó en varas y la voltereta que luego se pegó sobre un solo pitón.

De gran clase y mucha fijeza el que hizo de tercero entre los cuatro que echó Teófilo Gómez, preciosos de hechuras por cierto. También resultó muy noble y hondo aunque algo tardo en su embestir el que hizo de quinto y muy manejable el precioso berrendo que hizo de octavo, desperdiciado por su matador. Los otros dos, segundo por muy débil y sexto por parado, no sirvieron para nada. El Zapata (marino y oro): Estocada trasera, palmitas. Pinchazo y gran estocada, división al saludar por lo que desistió de dar la vuelta al ruedo.

Morante de la Puebla (tabaco con pasamanería blanca): Pinchazo y casi entera tendida trasera, ligera división. Dos pinchazos, otro hondo y tres descabellos, muestras de disgusto. Sebastián Castella (turquesa y oro): Dos pinchazos y estocada trasera de la que el toro tarda en doblar, vuelta al ruedo clamorosa. Pinchazo y estocada caída, oreja y petición de otra. Salió a hombros. Alejandro Amaya (cobalto y plata): Pinchazo, otro hondo y estocada baja trasera, pitos. Pinchazo y estocada, bronca con lanzamiento de almohadillas.

Cuando un toreo está como ayer Sebastián Castella con el capote y sobre todo con la muleta en La México, apenas nos importa que mate bien, ni tampoco la cantidad de orejas que corte. Cuatro y un rabo podría haber conseguido el gran torero francés de no haber hecho caso a los espectadores que solicitaron el indulto del tercer toro de la tarde, razón que confundió al matador por intentarlo y pasarlo de faena para que así aconteciera. Grave error que, sin embargo, no empañó lo excepcional de su aplastante faena de muleta. Y si digo aplastante es porque, de aquí en adelante, esta gran obra será tenida como referencia para todos aquellos que admiran la quietud a ultranza y la máxima cercanía posibles como sumun del toreo.

Yo, desde luego, lo admire ayer y voy a cantarlo como merece, no por el valor sostenido que hay que tener para llevarlo a cabo, sino por el infinito temple con que Sebastián manejó la franela roj que, en sus manos, pareció ser de suavísimo terciopelo sifón porque el caso fue que los pitones del toro no la engancharon una sola vez, sino que la siguió subyugado el animal con tanta lentitud como donaire e incuestionable ritmo. Con cadencia e intensidad se sucedieron las variadas tandas que compusieron la grandiosa faena.

Estoy por decir que esta es la mejor vez que he visto torear a Sebastián Castella aunque si a ello añadimos lo que tal obra va a suponer para que se compare con lo que pueda hacer otro torero hoy mismo en la misma plaza, no habrá más remedio que recordar la del francés para que muchos reflexionen de una puñetera vez. Tanto en el toreo al natural como en el contrario y el cambiado, por redondos y redondísimos hasta decir basta, los naturales eternos, ligados en series de más de seis a trincheras, a interminables desdenes, a los de pecho de pitón a rabo.

Y en este torear lo más clásico posible, además de permaneciendo totalmente quieto y sin mover una pestaña, haciendo lo que se debe ante un toro ideal en su embestir. El famoso saludo torero que algunos definen en cada muletazo con un "¿cómo está usted?" con la mano ofrecida por delante; el "bien y usted" del centro de cada pase, permaneciendo completamente asentado, relajado, ensimismado, abandonado; y del "usted lo pase bien" de cada despedida, dejando la flámula siempre puesta ante la cara del burel, de modo que le fuera imposible abandonarla.

Y todo ello, perfectamente estructurado, mezclado e inspiradamente distribuido para que el conjunto no fuera un montón de joyas acumuladas sin orden ni concierto, sino piedras preciosos engarzadas en pulseras y en collares dignos de ser llevados por una emperatriz.

Mientras sucedió el portento, desde los tendidos de La Monumental se gritó ¡vive la France!, “!eres otro Napoleón¡” y hasta alguien cantó La Marsellesa. Pero es que con su segundo toro, de bastante peor condición por los accidentes que ocurrieron como he descrito en la ficha técnica de esta crónica, Castella dio una colosal dimensión de lidiador y mostró una capacidad excepcional para combinar el valor, la técnica, el temple y sus más profundos sentimientos de artista.

Otra gran faena y de aún mayor mérito que la primera. En conjunto, una actuación histórica que yo quiero definir como si Sebastián hubiera plantado una torre Eiffell parisina en el ruedo de esta impresionante Monumental que ayer tembló de emoción como solo sucedió últimamente en las tardes más grandes de los Manolete, Camino, Capea y Enrique Ponce. De tal modo, me atrevo a solicitar al Presidente Sarkozy, que le sea concedida la Legión de Honor al gran torero que ahora mismo es el mejor embajador de su gran país en todo el mundo hispano americano.

Bueno, y relajémonos nosotros para intentar culminar esta crónica sin dolernos demasiado de lo demás que aconteció. Sin suerte alguna Morante con un infame lote. Flojísimo su primero, completamente "agarrado al piso" su segundo, apenas pudimos saborear sus inigualables destellos artísticos que obligadamente nos supieron a muy poco. Muchas paradas sin apenas fondas donde yantar a placer. ¡Qué pena aunque, otra vez será, admirado tocayo¡

Francamente bien Zapata para lo que este torero puede dar de sí, muy mexicano en su hacer con el capote, demasiado retórico en su banderillear con certeza al clavar, sorprendente en sus pases cambiados iniciales junto a tablas, bastante firme en el corpus central de su faena con el buen quinto toro de Teófilo Gómez aunque, inevitablemente, pesó lo hecho antes por Castella como también lo que algunos imaginamos sobre cuánto y cómo hubiera hecho Morante si este toro le hubiera correspondido en el sorteo… Por cierto, que no me parece bien que en estas corridas tan supuestamente importantes, se lidien lotes de distintas ganaderías. Me consta que tanto en las ganaderías que se anunciaron ayer como en las que se van a correr hoy, hay toros de sobra para completar dos espectáculos con un mismo hierro. ¿O no?.

Y de Amaya, corramos un tupido velo a modo de telón. Lo mejor, creo que lo más conveniente sería que para este joven cayera por última vez.

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