Noticias de Cantabria
01-10-2007 23:32

Genésis e historia del integrismo islámico (I)

"El integrismo islámico vio la luz en unos años preñados de utopías y ensoñaciones totalitarias, de promesas de paraísos y filas cerradas de poder absoluto".

 


El integrismo islámico vio la luz en unos años preñados de utopías y ensoñaciones totalitarias, de promesas de paraísos y filas cerradas de poder absoluto. En muchos aspectos era un fascismo a la musulmana, pues coincidía en el rigorismo moral y en el retorno a los fundamentos, a épocas pretéritas, así como en el antisemitismo (antes de que los judíos recalaran en Oriente Medio), pero tenían un componente internacionalista frente a la fragmentación nacionalista, Dar el Islam, la tierra de los musulmanes, semejante al marxismo-leninismo.

Con ambos totalitarismos coincidía en su aversión a la pluralidad, a la democracia y a los valores occidentales de libertad personal. Nació en Egipto, con Hasan el Banna como ideólogo, cuando en 1928 se fundó la formación Hermanos Musulmanes. Era un momento de desconcierto en el mundo islámico tras la toma del poder turco por Kemal Ataturk en 1924, la apuesta por una Turquía laica con separación entre Iglesia y Estado y el derrocamiento del califato otomano, instancia última político-espiritual de unidad, pues en la religión y en los países islámicos nunca ha habido algo similar al “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.

El movimiento, minoritario, convivió bien con la monarquía conservadora del rey Farak de Egipto, un compulsivo devorador de pornografía, pero entró en colisión y durante un tiempo fue barrido por el panarabismo de jóvenes oficiales que tomó el mando en los años cincuenta con los proceso de descolonización. Los ulemas estaban desacreditados frente a estos adalides de la modernización pues, como explica el estudioso Jacques Berque, “para conservar su poder, los ulemas no han rehusado colaborar con los colonizadores: cuando los franceses deponen en 1953 al rey Mohamed V de Marruecos ningún ulema protestó. Bonaparte creó en Egipto un consejo de ulemas”.


La generación que había luchado contra las potencias coloniales o habían derrocado a monarquías tenían una ideología que situaba a la URSS como modelo con las peculiaridades islámicas. Eran nacionalistas y socialistas. Consideraban a los ulemas como retrógrados, retardatarios del progreso que ellos iban a impulsar con métodos colectivistas, de planificación económica y gigantescas obras públicas.

Eran también panárabes y fueron los principales animadores del movimiento de los noalineados, como fórmula intermedia o alternativa a un tiempo del capitalismo y el comunismo ateo. Es la generación de los Oficiales Libres de Gamal Abdul Nasser en Egipto, del FLN con Ahmed Ben Bella y Burguiba en Argelia, de Boumedian en Túnez, de Anuar Al-Gadafi en Libia, de Sukarno en Indonesia, del partido laico Baas en la Siria de Hasef El Asad y el Irak de Sadam Husein.

Prometían eficacia y modernidad, sacar a las poblaciones de su atraso, sin las fórmulas democráticas que odiaban. Una colección de partidos únicos, rodeados desde pronto, más a medida que su fracaso se iba haciendo notorio, de policías secretas y ejércitos cuyas cúpulas pasaron a ser la élite social, para poder sostenerse en el poder. La Conferencia de Bandung del 18 al 24 de abril de 1955 fue su momento estelar.

Los nuevos líderes de lo que empezó a llamarse el tercer mundo, en concepto inventado en Francia, percibieron una sintonía común en considerar que los países descolonizados partían de la edad de la inocencia. Creían en la capacidad del poder abstracto de las palabras y abundaron en la generación de conceptos nuevos. Sostenían, sobre todo, la superioridad de la política sobre la economía1. Los Hermanos Musulmanes llevaron una vida tolerada hasta que fueron culpados de un intento de asesinato de Naser en 1954 y prohibidos.


El fracaso del movimiento llevó a una reelaboración radicalizada de su estrategia. El pensador con el que el integrismo toma cuerpo es Sayyid Qotb, autor de A la sombra del Corán y Signos de Pista. Qotb reelaboró el integrismo en torno al concepto yahiliya, el estado de impiedad previo a Mahoma, de impureza e ignorancia. Esa era la situación de las naciones musulmanas de forma que sus dirigentes eran tan enemigos del Islam como los no musulmanes.

Los nuevos conceptos puestos en circulación como nación, partido y socialismo eran nuevas formas de idolatría, de politeísmo, frente a Alá, el único soberano, pues la noción de soberanía no existe en El Corán, donde Alá es amo absoluto. Qotb establecía el Islam de la comunidad de los creyentes, Umma, como una utopía religiosa, y rompía los puentes de comunicación o de neutralidad en una moralidad bipolar de contrarios: el Bien y el Mal, el Islam y el no Islam.

A las aspiraciones democráticas de algunos sectores contestaba con “Nuestra Constitución es el Corán” y establecía como programa político la imposición de la sharia, la ley coránica. Promovía un instinto de unidad frente a la disgregación de los partidos y se dirigía a un Islam profundo confrontando religión con política. Era un tipo de fundamentalismo providencialista, cuyo sentido llevó en su día a la puesta en marcha de la Inquisición en España, con el sencillo mensaje de que la pureza religiosa traería los beneficios de la omnipotencia divina.

De hecho, la clave del activismo propuesto era una relectura universal del takfir, el anatema o declaración de impío, por el que se declara a una persona falso musulmán. El creyente tiene la obligación de matarle pues “su sangre es lícita”. Introducía así un elemento autodestructivo, llamado a hacer correr mucha sangre y provocar guerras civiles en los países musulmanes, pues fuera de los integristas, el resto pasaban a ser paganos y el Estado declarado impío, intentando abrir una fosa entre los dirigentes y la masa común.


Casi todas las naciones en formación confrontaban a tal postura el caudal de nuevos sentimientos o reclamaban otras herencias históricas, desde Ciro en Persia hasta el legado de los faraones. La formación de Pakistán motivó un foco importante de integrismo, pues en ese caso se trataba de una creación ex nihilo. No podía plantearse un Estado de los musulmanes, con pluralidad interna al margen del grado de compromiso religioso, sino de un Estado musulmán basado en la identidad de la creencia.

Mawdudi reflejó un pensamiento similar al de Qob, insistiendo en los aspectos culturales y morales, en la sharia, destacando el carácter “total” del Islam, con la política como “componente integral e inseparable de la fe islámica”. También consideraba los cinco pilares de la fe islámica –profesión de fe, oración, ayuno del Ramadán, peregrinación a La Meca y zabat o limosna religiosa- una preparación para la jihad, el grado más alto de perfección. El Estado islámico quedaba como esperanza de panacea de todos los problemas. Aunque su partido legal siempre fue minoritario, tuvo una poderosa influencia.

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