Noticias de Cantabria
23-02-2008 10:35

La verdadera guerra de José Tomás

No es la que imaginan o intentan explicar en el último número de la revista “6 Toros 6” donde persisten en defenderle a cualquier costa, sino la guerra que el de Galapagar mantuvo y sigue manteniendo consigo mismo por sus limitaciones que, a la vista está, cada vez le pesan más.

Razón profunda de sus caprichos e imposiciones para evitar caer en evidencia. Siempre le pesaron, siempre le ocurrió lo mismo o algo parecido, nunca tuvo suficiente cuerda ni fuelle para resistir y menos para aguantar una temporada entera, de principio a fin. Ni siquiera en sus tiempos más fecundos.

El que fuera su mejor apoderado, Santiago López, afirmó en uno de los dos programas que Tendido Cero emitió hace días sobre la temporada de reaparición de Tomás, que al final de la campaña de 1997 ya quiso retirarse. Por ello insistimos tanto en mostrar la pura realidad del palmarés profesional de José Tomás.

Porque dista infinitamente de los que lograron las más grandes figuras de cualquier tiempo con quienes se le pretende igualar e incluso definir como el mejor de todos. Pero que en el afán de convencernos y desacreditarnos, se añadan intolerables insultos hacia quienes nos negamos a comulgar con tantas ruedas de molino y bajo ningún concepto estamos dispuestos a arrodillarnos ante tal cúmulo de mentiras y de interpretaciones delirantes, es la señal más inequívoca de que tan numantina defensa carece de argumentos convincentes.

Claro que a todos nos gustaría que José Tomás pudiera cumplir los requisitos que irremediablemente incumben a cualquier figura que se precie. Pero como, por el momento, los incumple, no cabe más remedio que seguir denunciándole. Si los cumpliera, lo reconoceríamos encantados sin ahorrar ningún término elogioso. Pero es que no se atreve porque, aunque quisiera, no puede. Y él sabe mejor que nadie que no puede. Ni tiene el valor que exhibió algunas tardes, ni torea como toreó. Bastaría que se mostraran por televisión las imágenes de sus actuaciones más gloriosas de los años 97, 98 y 99 en la plaza de Madrid para que los que aún dudan, comprobaran con sus propios ojos que lo que le hacía a los toros ya no se lo hace ni por casualidad.

Ello explica que las demás figuras actuales y, sobre todo, los que suelen protagonizar clamorosos triunfos en plazas de importancia frente a corridas muy serias, como es el caso de El Cid con reses de Victorino Martín que ni en pintura mató nunca el de Galapagar, no acepten de ninguna manera que las empresas paguen mucho más dinero a José Tomás que a ellos.

Se han plantado y han hecho lo que correspondía para defender su rango tan duramente ganado a lo largo de varias temporadas seguidas. Y de ahí las dificultades insalvables de no pocas empresas en contratar a Tomás junto a figuras de relieve. La injusta desproporción en méritos y en caché lo impide y, de seguir así las cosas, en plazas serias será imposible verle competir con sus rivales más importantes.

El propio José Tomas sabe perfectamente que este año debería dar la cara en la feria de Abril en Sevilla, en la de San Isidro en Madrid, en la de San Fermín en Pamplona, en las Corridas Generales de Bilbao y en la del Pilar Zaragoza. Lo sabe y sus partidarios, sobre todo los que más han apostado y más se han volcado con él aún a costa de caer en el ridículo, lo saben también y lo ansiaban más que nadie.

Pero como no lo puede hacer, está intentado que lo que finalmente haga lo consideremos como algo ejemplar. Increíble propósito en el que le ayudan descaradamente artículos como los que se acaban de publicar en “6 Toos 6”, forzados sus autores a retorcer su otrora buen criterio taurino hasta llegar a la pirueta de tener que defender algo absolutamente indefendible. Una cortina de humo para intentar tapar una triste realidad.

Y es que como dijo un día Abraham Lincoln, Es posible engañar a todo el mundo algunas veces y a algunas personas, siempre; pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. Afortunadamente, todavía quedan algunos aficionados solventes e independientes que no se dejan engañar porque tienen los ojos siempre abiertos y la cabeza sobre los hombros.

Si José Tomás tuviera más fuerza moral y un carácter más asentado, seguro que hubiera afrontado su situación con total responsabilidad y con todas sus consecuencias. Pero como carece de todo ello, mejor sería que él mismo reconociera sus limitaciones y se presentara según es y según está: Señores, yo ya no puedo hacer lo que hice y quien quiera verme a donde me anuncien, que vaya. Yo no pretendo hacer otra cosa que torear como buenamente pueda hacerlo con los toros que más me convengan y en las plazas que lo consientan.

Y en paz. Yo mismo le apoyaría en tan honesto propósito. Pero eso no es lo que Tomás quiere que se piense de él. Lo que quiere es que aceptemos sus planes, sus caprichos, sus imposiciones y que, además, todos creamos que es el torero más grande de todos los tiempos. Y eso es imposible por mucho que lo pretendan sus propagandistas, por muy ilustres que sean, que algunos hasta lo son en sus respectivas profesiones.

Así está el panorama de cara a la inminente temporada que, sin duda, sería ideal respecto a su planteamiento general si José Tomás se comportara como debiera. ¿O es que ahora va a resultar que solo por la tremenda fama que le regalan o le venden cuantos le defienden contra cualquier razón, va a tener derecho a hacer lo que le de la gana como afirma el más acérrimo de sus partidarios en la prensa especializada?

Muy mal ejemplo están dando a las nuevas generaciones de toreros quienes proclaman como más auténticos los planteamientos de campaña de José Tomas. ¿Consentirían las empresas y la afición que las demás figuras – los “otros”, como suelen llamarles despreciativamente los panegiristas de Tomás – exigieran o impusieran lo mismo que el de Galapagar? Seria imposible además de ruinoso porque todo el castillo económico de la Fiesta estallaría en pedazos.

Por todo ello y a fuer de parecer pesados, hemos de insistir en lo que realmente fue y ahora mismo es José Tomás desde el punto de vista estrictamente profesional, que es lo que cuenta de verdad. Cuanto lleva hecho desde que reapareció, si hablamos en serio, no se tiene en pie salvo sus llenos en las plazas de España y de Francia donde actuó y, sobre todo, lo que su vuelta supuso para revitalizar la Fiesta en Barcelona. De lo de América, acabamos de ver in situ lo que ha logrado salvo en su tarde de reaparición en La México. Casi nada de lo que se proponía. Y por lo que respecta a su primera etapa como matador de toros, salvo las temporadas de 1997, 1998 y 1999, un continuo desertar de sus responsabilidades con tales o cuales excepciones.

Incluso en sus mejores campañas ya aludidas, hubo tres grandes manchas. Aduciendo un parte facultativo leve que pretendió convertirlo en grave, se fugó del corridón de Atanasio en la feria de Bilbao de 1988 en la que debería haber competido con Enrique Ponce para reaparecer al día siguiente en Málaga con una gatada de Osborne, también con Ponce en el cartel. Estrepitoso fracaso en la feria de San Isidro de ese mismo año con toros del Conde de la Corte con los que mostró su falta de técnica y de oficio ante esta clase de ganado. Y nueva fuga en San Fermín de 1999 de otro corridón, éste de Capea, y otra vez con Ponce como competidor para reaparecer un día después en su Barcelona.

Barcelona fue, en efecto, y aún sigue siendo el gran refugio de José Tomás. Porque en el 2000, que fue el año en que todos pensamos - empezando por mí - que iba a ser su más grandiosa e indiscutible temporada porque necesariamente tendría que alternar con Ponce y El Juli en todas las plazas de primera, optó por no comparecer en ninguna. Ni en las Fallas, ni en Sevilla, ni en Madrid, ni en Pamplona, ni en Bilbao, ni en el Pilar de Zaragoza. Prefirió hacerlo en plazas de menor categoría aunque tapándose con sus cuatro famosas corridas triunfales en Barcelona y con dos más en San Sebastián. Sobre sus grandes éxitos en ambos cosos, se apoyaron muchos en la defensa del torero, obviando las clamorosas ausencias en los más comprometidos. Y ahí empezó la decadencia pese a lo que continuaban diciendo los panegiristas inasequibles a cualquier desaliento.

La temporada 2001 la salvó con dos tan discutidas y discutibles como celebradísimas salidas a hombros por la Puerta del Príncipe en Sevilla. Yo mismo escribí un artículo sobre ello titulado con no poco escándalo, “La Puerta de Galapagar”, e incluso un crítico en principio tan afecto a la causa tomasista como Javier Villán, escribió en “El Mundo” otro parecido que le llamó “Cierren esa Puerta, por favor” mientras que, el fenómeno por mi entonces bautizado como “tomatosis”, contagiaba nada menos que a la mismísima plaza de la Real Maestranza. Lamentablemente, en su intento de proseguir la buena racha sevillana y para salvar la cara en la feria de San isidro, se enfrentó - ¡por fin¡ - a una corrida de su primo Aldolfo Martín seleccionada por él mismo tras rechazar las reses que tenía reseñadas el ganadero y su fracaso se consumó con un toro al corral, quedando de nuevo en fatal evidencia como cada vez que el ganado no era de sus divisas predilectas.

En la temporada de 2002 repitió con grandes expectativas en la feria de Sevilla pero no triunfó ni apenas convenció en ninguna de sus tres corridas. El declive de Tomás era ya evidente. Empezó a buscar descaradamente ganado comodísimo en todas partes. Hasta en Barcelona se atrevió a llevar una impresentable corrida de Zalduendo pensando en que sus incondicionales de la Ciudad Condal iban a tragar, cosa que no sucedió sino todo lo contrario. El escándalo y las broncas se sucedieron a lo largo de una tarde, para él aciaga e inapelable. Y es que los públicos, hasta entonces incondicionales, empezaron a exigirle como correspondía a cualquier figura, José Tomás no lo resistió y, tras un sonoro fracaso en la feria de Murcia, se marchó dejando plantados a centenares de sus fieles que habían acudido para verle a la plaza de Albacete.

Así que, sobre el tema del supuesto “pasado glorioso” de José Tomás que ahora se esgrime como inalcanzable, lo podríamos entender solamente gracias a sus indiscutibles grandes obras que todos cantamos en su día como excepcionales cada vez que las llevó a cabo sin los condicionantes que, tras aquellos tres años inolvidables, fueron poco a poco desmereciendo su asombrosa irrupción en los ruedos. Solo por eso se puede afirmar sin miramiento alguno la real importancia de José Tomás en el toreo. Reconocer lo que fue capaz de hacer cuando lo hizo y guardarlo en la memoria para siempre sin que tal recuerdo haya quedado eclipsado por todo lo demás. Un modo de torear insólito y a la vez limpio, templado, sugerente, sin atropellos ni enganchones. Puesto en ese sitio que, por cierto, ya casi nunca pisa de entrada como entonces. Dispuesto y relajado, quizá algo inseguro porque torear así no es para menos. Pero más fresco que una lechuga y ojo avizor hasta consumar sus creaciones con una espada, que en esto sí, casi nunca falló y de ahí que amarrara tantos trofeos. Tal y como suele ocurrir ahora porque, en la suerte suprema, Tomás continúa siendo fiel a sus comienzos. Pero en lo demás, no.

Dentro de esta rotunda negación, hay que hablar sobre todo de la birria de toros con que José Tomás pretende ahora que se le valore como en sus días más felices, comprobando atónitos – quizá también el propio torero - que muchos le siguen cantando tan enloquecidos como entonces lo hicieron con bastante más razón, al tiempo que unos pocos, poquísimos atrevidos – “antes decente crítico y ahora indecente largón”, según se sugiere sin atreverse a nombrarme porque quien así me insulta sabe qué podría yo decir si se atreviera - osamos decir con para algunos pecaminosa irreverencia que no es eso, que eso no es. ¡¡¡Que no!!!…

Quizá también fue con el toro más o menos “a modo” con el que Tomás logró su máximo nivel. Pero, al menos, sus toros de entonces en plazas de relevancia tuvieron trapío sobrado. El característico de las plazas importantes que entonces no vetaba. Como tampoco, por cierto, la televisión. Incluso los toros de sus ganaderías más apetecidas. Por ejemplo, los dos de Garcigrande que cuajó en Las Ventas con increíble sitio y belleza en la Corrida de la Beneficencia de 1999 que acabo de ver en un tesoro de vídeo en New York. No se pude decir lo mismo, por desgracia, de los Garcigrande que mata ahora. Como tampoco de los de sus otras tres o cuatro vacadas favoritas que, para colmo, dicen que elige muy personalmente en cada finca.

Durante la ya larga etapa – que no “época” porque, les guste o no, quien la llena es otro, el “madito” Ponce – que lleva cubierta José Tomás entre presencias y ausencias, la por todos lamentada decadencia de las ganaderías de Miura, Pablo Romero y Conde de la Corte, dio paso a las de Victorino Martín y, últimamente, a la más encastada de Fuente Ymbro, para que con reses de ambas divisas, los que quieran hacer un gesto torista, se anuncien con ellas, lo cumplan y, no digamos, si lo hacen matando en solitario una corrida entera. Pues bien, Tomás todavía no ha matado ni uno solo de estos toros. No es de chocar, entonces, los enfados de Ponce, de El Juli y de El Cid. ¿Y qué hace José Tomás para evitar estos gestos? Pues pedir un dineral por torear y negarse a que le televisen para no ir a las plazas donde se televisan las ferias más importantes de España. Un puro y simple pretexto. ¿O no?

Y en cuanto a su elección de escenarios, casi siempre lo mismo. A la para todos los toreros durísima prueba de la feria del Pilar, José Tomás no acude desde 1997. A las Corridas Generales de Bilbao, desde 1998. A los Sanfermines de Pamplona, desde 1999. En sus ocho temporadas como matador de toros antes de que se retirara en Murcia, solo acudió a tres ferias de abril en Sevilla: en 1999, 2001 y 2002. A la de Fallas, solamente tres: 1997, 1998 y 2002. Y a la de Julio en Valencia, solo dos: 1998 y 2002. Una pobrísima historia, un tibio palmarés, pues, en la mayoría de las plazas de primera más determinantes. ¿Entonces? Pues que algunos siguen comparándole con Joselito, con Belmonte, con Manolete, con Antonio Ordóñez y despreciando a todos los grandes que llegaron después hasta los de nuestros días. De risa por no decir de llanto comprobarlo. No le quepaduda a nadie que a esta descomunal falta de respeto nunca vamos a jugar.

Se puede tener simpatía e incluso incontenible admiración por las mejores tardes y por las grandiosas faenas que hizo José Tomás en sus años más felices y dorados frente a toros serios en plazas importantes e incluso en otros ruedos de menor fuste. Todos las recordaremos siempre. Y en mi caso más porque, gracias a Dios, yo sí que he visto todas y cada una de ellas.

Pero de eso a postrarnos ante lo que Tomás hizo cuando empezó a decaer y a lo que está haciendo ahora, al menos esta “fauna de mediocres” a la que me honro en pertenecer nos negamos a aceptarlo. Aunque os pongáis como queráis, aunque sigáis insultándonos, de ninguna manera estamos dispuestos a renunciar a nuestras convicciones taurinas ni a bajar las armas mientras José Tomás perdure en los mismos y funestos propósitos que, increíblemente, defendéis sin respeto ni miramiento alguno para los que no opinamos lo mismo que vosotros.

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