Noticias de Cantabria
21-01-2008 12:24

México: A hombros Ignacio Garibay por su convincente disposición y la muy alta calidad de su toreo

De no haber pinchado a sus dos toros antes de agarrar sendas estocadas, hubiera cortado tres orejas aunque sumó una de cada uno de sus oponentes, ratificando una importante actuación con capote y muleta. En conjunto, una de las tres mejores de este año en el gran coso de Insurgentes junto a las de José Tomás la tarde de su regreso a los ruedos y la de hace pocos días de Morante de la Puebla.

Garibay debería ser incluido, por ello, en los próximos carteles del Aniversario en los que – como ya anuncié ayer por la mañana en este mismo blog – actuarán Enrique Ponce con Morante y dos espadas aztecas el lunes 4 y José Tomás con Sebastián Castella y dos diestros locales el 5. Aparte la flojísima entrada y el buen juego de tres toros – el de rejones y dos de Carranco - lo demás careció de interés. Fernando Ochoa desaprovechó a su primero y Alejandro Martínez Vertiz que, confirmó alternativa, se mostró inútil para ejercer la profesión.

México. D. F. Plaza Monumental. 20 de enero de 2007. Duodécima y última corrida con derecho de apartado de la temporada. Tarde muy nublada y fresca aunque apacible con bastante menos de media entrada aunque aparente por lo muy repartido de los espectadores en sus localidades. Un toro para rejones de Javier Garfias, terciado, con tranquito y clase pero a menos. Seis de Carranco, muy desigualmente presentados y de juego también dispar con predominio de los inválidos aunque todos tuvieron fondo de nobleza. El que hizo de de cuarto, un zapato con carita, de muy buen juego por el lado derecho. Y el que hizo de cuarto, más alto y sin cara, completo y con duradera clase por los dos pitones. Un gran toro para el torero. Ambos fueron premiados con arrastre lento. Gastón Santos (vestido a la federica con casaquilla marfil bordada con oro y detalles azul oscuro): Rejonazo corto delantero caído, oreja muy benévola. Fernando Ochoa (caña y oro): Pinchazo, casi entera, tres descabellos, dos pinchazos más y descabello, pitos. Pinchazo, otro hondo tendido y descabello, silencio. Ignacio Garibay (lila y plata): Pinchazo y estocada, oreja. Pinchazo y estocada, orejas. Salió a hombros. Alejandro Martínez Vertiz (tabaco y oro): Pinchazo hondo sin soltar, metisaca en la barriga y otro pinchazo, pitos. Dos pinchazos, sartenazo atravesado y descabello, pitos. Muy bien en palos Adolfo Sánchez y, sobre todo, su hijo Cristián.

En medio de la desolación ambiental en La México por la escasa entrada que apenas cubrió un quinto de su capacidad en tarde muy gris y casi invernal, el flojísimo juego de la mayoría de las reses en lote demasiado dispar y en algún caso con indecorosa presencia, y la vulgaridad cuando no la inutilidad de tres de los actuantes – así no hay ni habrá manera de levantar los ánimos de los aficionados de la gran ciudad para que acudan cada domingo a su histórica plaza - surgió el sol torero de Ignacio Garibay y se iluminaron el ruedo y los rostros de los espectadores.

Refulgía la plata sobre la seda lila bajo los focos concentrados intensamente en los medios y desde ese centro mágico, resucitaron la emoción, los sentimientos y la ilusión por ver, al fin, triunfar a un diestro mexicano con parecidas o incluso las mismas armas de arte, valor, variedad, temple, firmeza y buen gusto de sus antepasados más ilustres. Ah si Garibay fuera capaz de repetir más veces lo de ayer en la plaza de la ciudad que le vio nacer, seguro que podría competir de igual a igual con los más grandes del presente. Que así sea.

Por concretar lo que hizo Garibay aunque, por espacio, sin poder entrar en demasiados detalles, debo resaltar sobremanera sus verónicas de recibo al cuarto toro. Lances en muy ligado y empacado, maravillosamente conjugado ramillete de más de cinco seguidas, ganando un solo paso tras cada aterciopelado y lento lance, tal y como lo hacía el gran Ordóñez de Ronda en imborrable recuerdo. Y después, medias y remates de fantasía, un quite soñado por su templar tafalleras, elegancia y garbo en los andares, firmeza, determinación muleta en mano con adecuada elección de la distancia en los cites, redondos sedosos, naturales de sobria filigrana en su trazo que, asimismo, ligó con intensidad a magníficos de pecho.

Y todo ello en cuajo de gran faena con su magnífico primer toro y en un estar muy por encima del flojo siguiente al que hubo que mimar con la punta de los dedos. Solo falló en pasarse de ganas al final de su primera faena, por lo que dio con el toro en la arena, y pinchando a sus dos enemigos aunque una sola vez antes de enterrar los aceros. En definitiva, que Ignacio Garibay, el moruno aceitunero del DF, salió a hombros y dio un paso de gigante en su carrera. Enhorabuena.

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