Noticias de Cantabria
07-10-2014 12:00

Ébola. ¿El SIDA del Siglo XXI?. -y II-

Unas semanas después de las reflexiones sobre las semejanzas de la epidemia de Ébola, que aún sigue azotando al África occidental, convendrían algunas reflexiones sobre lo que hemos podemos aprender, o sobre nuevos interrogantes que su fenómeno nos pueda plantear.

Actualmente, cuando la epidemia parece estabilizada y ha infectado a unas 5000 personas,  con una mortalidad aproximada del 50%, podemos asumir que no constituye una amenaza de dimensiones apocalípticas para al humanidad, como a la luz de algún tratamiento mediático hubiera podido suponerse. Su amenaza principal, la ausencia de remedio para su cura o prevención, ha sido la principal preocupación en este suceso. Teniendo en cuenta el patrón epidemiológico, y las prácticamente nulas condiciones higienico-sociales, facilitadoras de su diseminación, se debe pensar que, en este caso, nos encontramos con un agente patógeno escasamente agresivo para la especie humana. Daría pavor pensar en otro, como la peste o la viruela.

Sin embargo, el sufrimiento humano que comporta, independientemente de la estirpe sociológico-económica de los afectados, es siempre inmenso y, por ello, merecedor de  la máxima consideración. De esta manera, su tratamiento, una vez declarada la epidemia, y su posterior prevención; son actuaciones que deben preocuparnos y en cuyas tareas debemos implicarnos. No obstante, las recetas y protocolos que actualmente conocemos para mitigar los efectos de estas desdichas, son unicamente de común aplicación en nuestro ámbito, circunscrito al mundo occidental. Tal situación, por otra parte, no debe parecernos extraña, dado el lugar y cultura donde  actualmente se desarrollan las investigaciones y aplican los resultados iniciales de las mismas. Este no es otro distinto a nuestro entorno cientifico-cultural; lo cual, juega a nuestro favor, dado que ya se encuentra implantado en nuestro medio y, además, actúa sinérgicamente con las medidas terapéuticas y preventivas, diseñadas específicamente para cada caso.

Por lo anterior, afrontar los efectos y la solución de enfermedades propias de lugares distantes, geográfica, cultural y sociologicamente, conlleva importantes problemas operativos, e incluso éticos, a la hora de su manejo; pudiendo complicarlos hasta el extremo. Así, finalmente, la cuestión pudiera ser planteada como NO INTERVENIR, O INTERVENIR; y en el segundo caso: de qué manera. El interrogante sobre la atribución de autoridad, o su otorgamiento, para actuar sobre usos y costumbres ancestrales de personas con un modelo socio-cultural diferente, debe hacernos reflexionar, y ser siempre muy cautos, a la hora de intervenir en este tipo de situaciones.

 

 

 

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