Noticias de Cantabria
20-10-2015 09:42

La cabeza de Rajoy

Tal vez la crítica al presidente del Gobierno que más fortuna ha hecho en esta legislatura ha sido la del famoso plasma. Una idea, bien cocinada políticamente, que viene a significar lejanía. Lejanía de los ciudadanos, de la realidad y de todo lo que interesa al "común de los mortales".

Ver a alguien a través del plasma te

distancia del personaje, pero resulta curioso que hayan sido las

televisiones, es decir los plasmas, quienes han lanzado al

"estrellato" a los nuevos líderes política, algunos de los cuales,

como Pablo Iglesias ahora dice que "todo no son tertulias

televisivas". ¡Que desagradecido¡, con todo lo que han hecho por

él algunas cadenas y algunos periodistas situándose en

demasiadas ocasiones en el movedizo terreno de juego de la

militancia.

   En las últimas horas Mariano Rajoy ha tenido que escuchar, por

partida doble --primero en la rueda de prensa de Moncloa y luego

en una entrevista con Ana Blanco en TVE-- lo que se ha convertido

en un auténtico secreto a voces por todo Madrid: que llegado el

caso, si necesitara el apoyo de Ciudadanos, pedirían su cabeza

como condición innegociable para votar a favor de la investidura. "Mi cabeza está bien situada y no pienso dejar que nadie la cambie

de sitio. Pretendo seguir vivo una larga temporada", dijo el

presidente intentando zanjar la polémica.

   El problema no es que, en política, se haya convertido en dogma

el famoso "cuando el río suena", sino que ese run-run insistente

y machacón se oye dentro del PP desde hace meses, aunque

todos, de puertas a fuera, consideran que sería absolutamente

inaceptable entregar la cabeza de su número uno como peaje

obligado para mantener el poder y crearía un precedente tan

peligroso. Incluso se dice que, en esa hipótesis improbable,

habría que ir de inmediato a una refundación del PP, cosa que

empieza a dejarse caer como la lluvia fina.

   El otro día leí que alguien recordaba a Churchill en aquello de

que sólo confiaba en las estadísticas que él mismo cocinaba, y la

frase es oportuna al albur de las distintas interpretaciones de las

cifras económicas de las que el gobierno saca pecho. No se le

puede negar al presidente que ha conseguido cambiar la tendencia

o que la economía ha logrado sanear algunos de los

desequilibrios, especialmente en el sector exterior. No podemos

olvidar que España llegó a necesitar 100.000 millones de euros

para financiarse y hoy tiene capacidad de hacerlo o que estuvimos

a un tris del rescate y hoy hay una previsión de crecimiento del 2,5

por cierto en los próximos tres años. Tampoco es una "boutade"

que cuando llegó el PP al poder se destruía empleo a chorros y

ahora se crean medio millón de puestos de trabajo. Puede que la

debilidad siga estando en la calidad del empleo y por supuesto en

ese 20 por ciento de la población activa que pasa sus "lunes al sol", pero al menos se ha abierto una puerta a la esperanza.

   El asunto es que el partido del gobierno, en esta durísima etapa de crisis, se ha convertido en antipático para una opinión pública

decepcionada por los casos de corrupción que --aún siendo

trasversal porque ha afectado a casi todos las siglas políticas--

castiga siempre más al partido del inquilino de la Moncloa. "Han

aflorado en estos años demasiados escándalos. Soy plenamente

consciente del daño y el descrédito que estos episodios han

causado a la percepción la política entre los ciudadanos", dijo el

presidente tras disolver las Cortes y convocar las elecciones.

   Es cierto que cuando se habla de político de plasma, se quiere

situar intencionadamente a Rajoy como un líder del pasado

amortizado para el futuro, que se ha obsesionado con responder,

machaconamente, a cualquier cuestión sólo con su política

económica y ha desdeñado la importancia de los medios de

comunicación, hasta dos minutos antes de acabar la legislatura.

Se le acusa de ser un tecnócrata, frío e insensible, incapaz de

trasmitir emociones, pero se olvida, también intencionadamente,

que ha sido cocinero antes que fraile y que en su "haber" tiene

una amplísima experiencia en gestión cosa que a otros se les "debe" suponer y esa es un a importante incógnita tal como esta el

patio.

   Rajoy ha caído en la cuenta tarde --ya veremos si demasiado o

no-- que su alergia y su desconfianza con los medios de

comunicación se ha entendido como un alejamiento hacia la

opinión pública con la que los periodistas actuamos de

intermediarios. Esa misma opinión pública que hace apenas

unos días bendijo con una audiencia histórica el debate ente Albert

Rivera y Pablo Iglesias, pero estamos en tiempos revueltos y

cambiantes y lo que digan las urnas es una gran incógnita. Los

españoles que nos permitimos desahogos en las europeas,

autonómicas y municipales solemos dar en el clavo en las

generales y todos los partidos están en tiempo de descuento. El

PP si se cumplen los pronósticos puede perder más de cincuenta

escaños pero no creo que ponga la cabeza de Rajoy en almoneda. ¿O si?.

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