La idiocia como espectáculo

En este aspecto tengo mis serias reservas, porque aunque la interpretación es muy bonita, si se piensa en lo ocurrido en fechas recientes en los Balcanes o lo que subyace en las calles de Irlanda del Norte, los barrios de Bruselas, o los pueblos de las Vascongadas, con o sin futbol, sería  cuando menos, discutible.

Pero aún aceptando esa importancia del deporte como elemento que enfervoriza a las masas en defensa de unos colores locales frente a los vecinos, el aquelarre más pintoresco se ha vivido en las pasadas fiestas navideñas.

Los nacionalistas catalanes no contentos con haber llegado a la final de fútbol sala frente a España en el campeonato mundial de Yakutia  --consulten al mapa por favor, no es  un lugar inventado sino una península en el extremo siberiano, asomada al Pacifico sobre las islas Kuriles—han buscado fronteras más próximas, y sobre todo, un compinche, no un adversario.

La gloriosa selección catalana se enfrentó a la vasca en un encuentro que pasará a los anales de las hazañas deportivas. La catedral futbolística de San Mamés, acogió este acontecimiento  en el que se aprovechó para insultar a España, mientras de paso, se le rompía una rodilla al portero catalán. Algo así como si al enfrentarse los equipos de Potes y Colindres, con las respectivas selecciones de Puebla del Montalbán y Mansilla de las Mulas, decidieron poner de vuelta y media al Racing de Santander.

Evidentemente, en situaciones esperpénticas, no puede faltar el protagonismo de Carod Rovira, el payaso esférico, tonto integral desde cualquier punto que se le contemple, quien aprovechó el evento para glosar una “Declaración de San Mamés”, y apoyó la creación de los Juegos Atlánticos, en los que la selección vasca pueda enfrentarse a la de las islas Shetland, Granadinas, Sándwich y Fernando Poo.

Claro está que ser oligofrénico político no es una virtud exclusiva de catalanes y vascos.  Los gallegos, que como saben están aprendiendo portugués en vez de castellano, se enfrentaron al temido Camerún. Los extremeños  hicieron lo mismo con la selección nacional de Guinea Ecuatorial.

Y Canarias, inundada de cayucos con gentes de color , les rindió homenaje jugando contra la temida selección de Angola. Es decir, todos ellos se buscaron equipos para organizar una merienda de negros, con espectaculares éxitos de taquilla. Ya son ganas de hacer el ridículo. Si se tratara  de entretener al personal, podría justificarse, aunque por la asistencia media a los encuentros --  entre 4.000 y 14.000 espectadores por encuentro --  no se deduce que fuera un éxito. 

En su día Aragón renunció a organizar estos encuentros tras el bochornoso vacío de las gradas de la Romareda en su enfrentamiento contra Chile hace un año. Navarros, castellanos, manchegos, cántabros, asturianos, murcianos, riojanos, valencianos y mallorquines, declinaron las invitaciones que les cursaron los organizadores de estos torneos navideños.

Pero como en algunos sitios se han empeñado que no quepa un tonto más, los lugareños nacionalistas organizan sus aquelarres del medievo, con palcos llenos de políticos encorbatados e himnos tocados con flautín y pandeiro, mientras miran de soslayo al negro que les toca vencer, para poder gritar llenos de orgullo : “Visca Catalunya”, “Gora Euzkadi”, o “Muera España”.

Y es que la idiocia nacionalista es más contagiosa que una invernal meningitis neumocócica.