Noticias de Cantabria
04-02-2008 13:02

Más gente que de costumbre y éxito abultado de Humberto Flores en la primera corrida del Aniversario de La México

Las dos orejas (excesiva la segunda) que le concedieron a Humberto Flores del cuarto toro de San José (procedencia San Mateo cruzado con reses españolas de Moreno de la Cova), le convirtieron en el primer espada que integrará el cartel del próximo 5 para acompañar a José Tomás junto a Ignacio Garibay.

Se despejó por fin la incógnita del eterno culebrón que ha prologado la enredosa confección de esta siempre esperada miniferia. Por lo demás, el festejo careció de mayor interés resultando como notas más destacables la muy buena presentación del ganado y la aceptable entrada que hubo en el coso de Insurgentes, 7.000 espectadores, lo que es mucho en comparación con el público que viene asistiendo cada domingo al mayor coso del mundo en la presente temporada.

México D. F. 3 de febrero de 2008. Primera corrida conmemorativa del LXII aniversario de la plaza. Tarde fresca y ventosa con aceptable entrada muy repartida. Un toro para rejones de Rancho Seco, de presencia y juego aceptables. Seis para lidia ordinaria de la ganadería de San José, muy bien presentados y magníficamente armados salvo el más cómodo de cabeza que hizo de quinto.

Salvo el segundo de lidia a pie, muy manejable por el lado izquierdo, y el cuarto que pese a su evidente mansedumbre en el caballo rompió a noble y enrazado por el lado derecho, muy deslucidos los restantes, sobre todo el inválido y muy descastado que cerró plaza. Gastón Santos (vestido a la federica): Medio rejonazo y otro entero trasero, vuelta al ruedo con discrepancias. Humberto Flores (grana y oro): Un pinchazo, media estocada y dos descabellos, saludos.

Gran estocada, dos orejas excesivas. Leopoldo Casasola (rosa y oro): Pinchazo, otro hondo, un tercero más y estocada, ovación con saludos. Estocada caída, palmas seguidas de silencio tras el arrastre del toro. Xavier Ocampo (blanco y oro): Pinchazo sin soltar y estocada caída, aviso y silencio. Pinchazo hondo y estocada caída, silencio y arrojo de almohadillas al ruedo.

La única noticia de la primera corrida del aniversario fue descubrir, al fin, quien sería el tercer componente del cartel de pasado mañana día 5, fecha exacta del aniversario de la plaza México, efeméride que, este año,contará con la presencia de José Tomás. Y es que, tal y como venimos comentando sobre los participantes en esta cumbre de la campaña mexicana, de este festejo y de los dos le acompañan, se han ido cayendo por unos motivos u otros nada menos que Enrique Ponce, El Juli, Cesar Rincón, El Cid y últimamente Zotoluco que fue el llamado para sustituir a Joselito Adame que iba a confirmar su alternativa y a figurar de ideal telonero para la estrella de Tomás.

Pero al resentirse Adame de la cornada que acaba de sufrir, se vio forzado a declinar la preciosa oferta. Lástima, porque su ausencia restará interés a una corrida que ha quedado demasiado devaluada pese a la presencia de José Tomás a quien, por cierto, se anuncia en muchísimos carteles por las calles de la inmensa ciudad. Algo que yo no había visto con ningún torero acá y que, por lo visto, ha sido su propia organización quien los ha colgado. Se teme que haya peor entrada que la prevista porque la fecha este año no es feriada e incluso se anuncia el inicio del festejo para las seis de la tarde, ya de noche, y no a las cuatro que es lo normal.

Pero vayamos con lo poco que merece la pena comentar de la corrida que ocupa esta crónica y que como ya he dicho en la entradilla, fue los siete mil espectadores que aproximadamente asistieron y la excelente presencia del ganado. Veremos como vienen las corridas que faltan. También es digno de anotar el solitario aunque lógicamente abultado triunfo del primer espada de ayer, Humberto Flores, y si a caso la lucida actuación del rejoneador azteca, Gastón Santos, quien conectó mucho con el público, clavó siempre arriba rejoncillos y banderillas, y perdió un posible trofeo con los aceros mortales, dando a la postre una vuelta al ruedo que a no pocos espectadores les pareció excesiva.

No para la mayoría aunque sí para el crítico, también fue excesiva la segunda oreja que le concedieron a Flores del quinto burel de la tarde, un animal que se mostró declaradamente manso en su salida y en varas, pero que luego rompió a encastado y a noble en la muleta. De corto y violento, cambió a repetidor y a largo en su embestir ante la pañosa de Humberto quien, muy dispuesto y queriendo ganar el premio de la sustitución para el día 5 en lid, quitó por desiguales gaoneras, muleteó con jaleados doblones iniciales y con oleados derechazos que cosió a de pecho o a trincheras y agarró una estocada de campeonato que desató las pasiones de sus paisanos. Menos mal que, por lo menos, uno de los tres matadores de a pie logró que se arreglara el gran problema que tenía la empresa y que, al ser más veterano de alternativa que Tomás, pudiera además ir por delante del “divino”. ¡Señor, Señor, qué pesada cruz¡. ¿Cuantas puñetas, cuantos remilgos tendremos todos que seguir tragando para poder ver al de Galapagar y al final para verle tan pobremente acompañado?…

Humberto Flores anduvo mucho mejor con el capote que con la muleta en su primer toro. Leopoldo Casasola a quien el gran Arturo Torres Landa llamó “Mansión Deshabitada” cuando hace años cortó una oreja en La México, no logró amueblarla ni poblarla en esta ocasión aunque, con la mano izquierda al natural frente al finalmente potable segundo toro de San José, a punto estuvo de poder alojar a un par de primos. Después, con el manso quinto, ni remotamente pudo convidar al desabitado solaz a un solo amigo porque su eterna e infructuosa porfía cansó demasiado a la parroquia.

Para Xavier Ocampo, que reaparecía tras la muy grave y dramática por espectacular cogida que sufrió hace poco más de un mes, fue lo peor del festejo y bastante hizo con matar como pudo a sus dos deslucidísimos enemigos sin que ni siquiera pudiéramos ver asomar la gaita por el callejón a su famoso e ilustre apoderado y protector, Obispo de no sé donde aunque, al fin y al cabo, eminencia reverendísima con sede aunque ayer sin oro que llevar en sus ropas.

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