Revilla otra vez

Es curioso que ambos -- enemigos acérrimos en su día --  hayan sido protagonistas de afirmaciones subidas de tono o diálogos tabernarios. No hay más que recordar las escandalosas declaraciones sobre una diputada del PP que acabaron  con la vida política de Hormaechea y compararlos con los reiterados comentarios del presidente Revilla en la televisión. Desde el sonrojante  “Cantabria me pone” del debate en el Senado, Miguel Ángel Revilla disfruta con su espontánea locuacidad.

Comenzó con su anecdotario personal sobre la trastienda del banquete que siguió a la boda del Príncipe, con sesión de WC incluida, y en los últimos días nos deleita con sus confesiones sobre sus inicios en asuntos de entrepierna. Estos comentarios suelen ocurrir  en el escenario de una  tertulia desenfadada entre amigos y whiskeys,  pero si se usa una televisión para, sin ser preguntado por ello, dar a conocer un estreno prostibulario la cosa cambia. A las pocas horas, toda España recuerda que Cantabria también existe por las aventuras iniciáticas de su Presidente Autonómico. Personalmente me trae al fresco lo que hiciese a sus 18 años, pero no me gusta que presume  de ello a los 65, como Presidente de Cantabria y menos dónde lo dice. Esa vivencia particular,  ese puterío de fin de semana, no se corresponde con la realidad, de normal tiene poco y resulta, cuando menos, excéntrico para los cánones actuales.

Y para completar el espectáculo, reincide con nuevas declaraciones en Tele 5. En este caso, señalando la corrupción rampante de todo el sector inmobiliario de Cantabria. En vez de dar seguridades en las medidas empleadas, en vez de proyectar una imagen positiva que atraiga inversores, nos muestra una tierra más próxima a la Marbella de Gil, donde cualquier constructor soborna al alcalde de su pueblo, olvidándo que, entre otras, la Urbanización de el Cuco fue aprobada por la Diputación que él preside.

Lo realmente indignante es que Cantabria vuelva a ser conocida por la excentricidad de sus políticos, no por las necesidades o las virtudes de esta tierra. Cuando un presidente autonómico tiene una audiencia televisiva a escala nacional lo es en calidad de su cargo público, no por ser el señor Revilla sin más. En estos casos se le supone que debe representar adecuadamente a los habitantes de la comunidad y aprovechar la ocasión para promocionar su región, dar a conocer sus problemas, manifestar sus propósitos,… todo lo que se le antoje, menos hablar de sus aventuras de bragueta.

Con esto ni pretendo ser moralista, ni unirme a una censura política. Aplaudo a Revilla cuando, sin formalismo alguno condena cualquier acto terrorista y cuando señala, como ha hecho recientemente, la responsabilidad del PNV en el mantenimiento de ETA. Lo hace con la convicción que casi todos  compartimos, aunque a continuación se comprometa a no tener alianza alguna con el partido político que desde hace años mantiene una inequívoca postura de enfrentamiento al radicalismo vasco y, sin embargo, mantenga una alianza con quienes hasta hace meses buscaron pactos con los terroristas, sin que haya motivado la menor censura por su parte.

Como ciudadano de esta tierra, me gustaría una mayor seriedad en los comportamientos y en las afirmaciones, o seguiremos siendo ese rincón de España donde nunca pasa nada, cuya placidez se da por sentada y donde  sus presidentes son noticia en las páginas de tribunales o en los programas vertederos de la televisión para provocar la carcajada generalizada.