Una asturiana brava

El cuatro de mayo la Princesa Leti dio a luz una nueva "vástaga" para aumentar la corte del rey Juan Carlos y, como consecuencia de ese evento felicísimo, nuestra asturiana se tomo a pie de la letra lo que establece para estos casos la ley: pidió la baja por maternidad y le fue concedida.

Hasta ahí, requetebién porque la Princesa sigue en fase de recuperación y lógicamente no puede trabajar ni hacer la labor de casa como planchar, lavar atender a sus hijas y a su marido como las habrá ocurrido a todas menos a mí. No será por dinero. Ni tampoco porque falten "nurserys" ya que últimamente hasta se puede elegir la procedencia y la lengua del personal de servicio con todos lo inmigrantes legales e ilegales que acuden a nuestro país.

Lo cierto es que nuestra princesa sigue de baja por maternidad hace ya casi dos meses pero los rumores apuntan que la baja la utiliza según la convenga para escaquearse. Por ejemplo, dice la prensa rosa que a la primera comunión de su sobrino político, el famoso Froilan, no fue ni a la conmemoración del treinta aniversario de las primeras elecciones tampoco etc., etc. Sin embargo, cuando hace unos días la Zarzuela recibió al orondo y rico rey de Arabia, la asturiana tuvo a bien, con el moño recogido, salir de sus habitaciones privadas y hacer una aparición sorpresa no se sabe bien si para sorprender a su suegro o para sentarse antidiplomaticamente en la mesa y a la diestra del árabe.

Sólo que esa igualdad femenina de nuestra princesa, en su casa, puede haber molestado al Rey árabe ya que sus mujeres no tienen por costumbre sentarse con sus “hombres”. El cachondeo en Arabia y parte de Europa lo ha sido que al sentarse en la mesa ha creado malestar entre los notables de ese país feudal porque encima iba con moño y sin el shador. En efecto, la presencia social de las mujeres árabes esta reducida a acompañar a sus hombres, estar en el harén y sus homologas saudíes se habrán molestado, con razón, al igual que los celosos guardadores fundamentalistas de que la asturiana se haya saltado sus costumbres a la torera. Vamos que en este tropiezo diplomático no tiene la culpa el Moratinos ¡menos mal!