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Opinión 20-10-2025 06:47

JUAN DE MARIANA Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Se trata de un personaje poco popular, pero fue un gran pensador, uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo, que, desde su retiro en Toledo, dio doctrina sobre temas que han tenido una enorme transcendencia. Es poco notorio, no porque no se hayan publicado sus obras, sino porque no se le ha apreciado, como dice Balmes: «el conjunto de sus cualidades, de su talento, de su carácter, de su espíritu de altanera independencia,

Se trata de un personaje poco popular, pero fue un gran pensador, uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo, que, desde su retiro en Toledo, dio doctrina sobre temas que han tenido una enorme transcendencia. Es poco notorio, no porque no se hayan publicado sus obras, sino porque no se le ha apreciado, como dice Balmes: «el conjunto de sus cualidades, de su talento, de su carácter, de su espíritu de altanera independencia, cualidades que le crearon una oposición particular». Resulta ser una de las figuras más brillantes de nuestra historia literaria, y su memoria nos trae el recuerdo de nuestra grandeza.

De oscuro origen, nació en Talavera de la Reina el 2 de abril de 1536, lo que le supuso vilipendios que suportó estoicamente. Muy joven fue a estudiar Artes y Teología a Alcalá, en la nueva Universidad fundada por Cisneros, y que revolucionó los estudios de la Universidad española con la introducción de los estudios de Humanidades. Al mismo tiempo entró en la orden de la Compañía de Jesús, donde estuvo bajo la dirección San Francisco de Borja, y profesó en 1554. Luego pasó a Roma donde terminó sus estudios, y comenzó su labor de profesor en 1561, al inaugurar, en tiempos del General Lainez, el Colegio Romano, donde se reunió a los más floridos talentos de la Compañía.

Por problemas de salud, por causa del clima de Roma o por el exceso de trabajo en tareas de la cátedra, fue enviado a Palermo, donde enseño un año, para ir a continuación a la Universidad de París, donde alcanzó el grado de doctor, y permaneció en la Sobona enseñando la teología de Santo Tomás cinco años, y donde tuvo gran número de alumnos. A sus treinta siete años, asentado su nombre muy sólidamente y con grandes relaciones, se retiró al convento de Toledo, donde siguió trabajando y mostrando su genio intelectual, su carácter inflexible y su deseo de independencia le llevaron a la soledad del claustro, en el que se dedicó al estudio y elaboración de la mayoría de su obra.

Los estudios humanísticos de la Universidad de Alcalá, promovidos por Cisneros se iniciaron con el estudio de la Biblia Políglota Complutense, por un equipo de sabios en las lenguas originales. En paralelo a esos estudios en los años 1568 a 1572, se elaboró un nuevo estudio la Biblia en Amberes, protegido por Felipe II, por lo que se llamó Biblia Regia o Filipina, editada en la imprenta de Christophorus Plantinus, y del que se conserva un ejemplar en la Biblioteca del Seminario Metropolitano de Oviedo. Obra dirigida por el humanista Benito Arias Montano, a quien se le imputaron graves cargos, y cuya obra tuvo muy duras críticas, acusando que había bebido en trabajos de los rabinos, en las de los herejes y que se inclinaba al judaísmo. Las disputas llegaron a tal situación que se necesitó una persona de gran prestigio para dar un informe. Entonces el cardenal Quiroga, arzobispo de Toledo, eligió a Juan de Mariana para que diera un dictamen. Al cabo de dos años su censura salió a la luz y llegado a Roma la noticia, el papa Gregorio XIII, pidió una copia que se le remitió.

En su retiro de Toledo se dedico al estudio de temas de España, así estudio la obra de san Isidoro de Sevilla, y luego redactó una Historia de España. Primeramente, la escribió en latín porque era costumbre de la época, y porque, como el mismo dice, «había vivo deseo en las naciones europeas de conocer la historia de un pueblo que se había levantado a tan algo punto de esplendor y pujanza». En un principio contenía solo veinticinco libros, a lo que agregó otros cinco para añadir el reinado de los Reyes católicos. Y según él, no continuó porque: «No me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si decía la verdad, ni faltar al deber si disimulaba».

Pero donde resonó más el nombre de Mariana fue en: «De Rege et Regis Institutione». Había un fondo político en aquel momento que requería una doctrina, pues la tesis protestante de Lutero y Melanchton, decía: que se podía matar a un tirano como a un malhechor. Y habían sucedido los asesinatos de Francisco de Guisa, el almirante Coligny, y estallado una terrible anarquía en Francia que dio lugar a «la guerra de los tres Enriques». En la que por orden del rey fue muerto Enrique de Guisa, jefe del partido de la Liga, lo que promovió una insurrección contra el rey Enrique III de Valois, que fue asesinado, en esta situación se dio el trono a Enrique de Borbón y Navarra, hijo de Juana Labrit, reina de Navarra, el cual, a su vez, a los veintiún años de reinado fue asesinado.

Esta obra es conocida por aprobar el tiranicidio, probablemente por la situación que hemos descrito de lo que sucedía en Francia, que causó gran impacto. Pero la idea principal de la obra es exponer una teoría de lo que es la administración del poder. Señala que los reyes reciben su autoridad del pueblo y que deben valerse de ella con mucho cuidado y singular moderación, pues deben mandar considerando que los ciudadanos son personas libres. Señala, que como el rey ha recibido el poder del pueblo, debe buscar el bien del pueblo. El libro contiene una gran reflexión del ejercicio del poder, «el rey no es dueño del reino, sino su primer servidor. La libertad de los súbditos y el respeto al orden jurídico natural son condiciones irrenunciables para la legitimidad del gobierno». La obra que se publicó en España con todas las autorizaciones requeridas tuvo gran repercusión en Europa, y por orden el parlamento francés fue quemada en la catedral de París por mano del verdugo. Su impresión duró hasta la Revolución francesa, de modo que a los revolucionarios les llamaron sus enemigos «marianistas».

No deja de haber en su obra nuevos problemas. Tuvo, también, gran repercusión su tratado «De mutatione monetae», donde denunció que al rebajarse el peso de la moneda y conservar el valor nominal se robaba a los pobres, y constituía una arbitrariedad jurídica, lo que provocó las iras del gobierno español. Por ello fue juzgado y sufrió año y medio de cárcel. No obstante, siempre mantuvo firme sus tesis.

En sus trabajos ya apunta la decadencia que se iniciaba en España. Como gran talento veía sus causas y señaló algunos remedios. Quería que la grandeza a que se había llegado, se siguiera asentando en bases sólidas: la religión, la justicia y la libertad. Su nobleza se indignaba al ver una corte corrompida y aduladora, por ello su obra está destinada a advertir el mal camino que se estaba tomando. Se reparó en su crítica como manifestó el presidente del Consejo de Castilla, don Francisco Contreres, que al saber su muerte, dijo: «Hoy ha perdido el freno nuestro Consejo». Su nombre se ha recordado al fundarse en el 2005 el Instituto Juan de Mariana.

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