‘Hoy es el Día Internacional del Libro’ y tengo algo que contar al respecto

Por eso, la Conferencia General de la UNESCO señaló este día para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores. Hoy también se celebra el 80 aniversario del ‘Index Translationum’, que es la lista de libros traducidos en todo el mundo, una biografía internacional de traducciones.

Un día como hoy se reserva para que la ciudadanía reflexione sobre lo importantes que son los libros y cómo están presentes desde el principio de nuestros días. Asimismo, aprovechando el día, los libreros exponen en ferias sus libros a precio de ganga para que los más ahorradores puedan adquirir un ejemplar a un precio irrisorio.

Ahora, tenemos muchas alternativas de ocio que, en los casos más dramáticos, han reemplazado a la lectura. La televisión, las películas al alcance de la mano y los videojuegos, han reservado un espacio muy pequeño en la estantería para los libros. Las familias ya no se reúnen con tanta frecuencia alrededor de la lumbre con un libro, sino que se sientan en el sofá a ver a unos señores chillones dentro de una caja, también llamada televisión. En otros casos, los miembros de la familia tienen su paleta diseñada con sus programas preferidos, así que se desplazan a la habitación contigua para poder ver su episodio sin molestar a los otros telespectadores de la casa.

En las instituciones culturales se siguen haciendo llamamientos manifiestos para incitar a la población a que participe activamente en el juego de la lectura. En los colegios, los tutores mandan leer libros a los alumnos con el fin de engancharles a este viejo hobby. El problema que observo en este hecho es la idoneidad o no de los libros que se encomiendan a los jóvenes. No estoy segura de que ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley, sea una obra adecuada para un chico/a de 14 años que no tiene hábitos de lectura y que ha recibido leves lecciones de filosofía. Tampoco creo que sea positivo obligar a alumnos de 1º de Bachiller a leer el ‘Quijote’, de Miguel Cervantes; sí, es una obra estrella, pero si lo que quieren es hacer que los jóvenes adoren la lectura, por favor, no les hagan leerse miles de folios en castellano antiguo.

Los libros, al igual que todo, tienen que estar a la altura de las circunstancias. La educación que se ofrece en España no amuebla lo suficiente la cabeza de los alumnos como para soportar obras literarias tan fuertes. Igual hay que replantearse el sistema educativo para que cuando un chaval lea ‘1984’, de George Orwell, sepa de qué habla el autor, por qué, y qué casos similares a éste hay en el mundo.

Bradbury, genio de la ficción científica, nos cuenta en ‘Fahrenheit 451’ cómo vive una sociedad en la que los libros están prohibidos, donde los que leen están perseguidos por ley, porque son herejes de la felicidad global. En ese futuro que relata Bradbury, la población es arrancada de cuna para someterse a una alienación de la crítica, con el fin de encontrar la felicidad a través de la ignorancia.

De momento, la que escribe las líneas de este artículo de opinión y los que las leen saben cómo huelen los libros y qué color toman cuando pasan los años en el estante. La premonición que tiene el autor de ‘Fahrenheit 451’, no quiero que se cumpla, no quiero que una vez más la realidad supere a la ficción. Por todo, me gustaría que el ‘Día Internacional del Libro’, a pesar de que no soy fan de las fechas instauradas, reflexionemos hacia dónde vamos y qué meta queremos alcanzar para no desviarnos del camino humano.