Noticias de Cantabria
05-03-2012 10:10

Somos lo que comemos y comemos lo que creamos

-¿Estos pollos los crías tú?¿No te dice nada sanidad?¿Qué les das de comer? Yo ya no compro pollo en la carnicería porque son de estos blanquecinos que no saben a nada, y ahora que los comparo con pollos de verdad no me queda ninguna duda: comemos porquería- le dice Rosa al dueño de un restaurante de comida casera-.

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 –Yo no creo en esas mariconadas de la cocina moderna, siempre echando natas, aditivos y otras patrañas. Aquí lo de toda la vida. Las salsas que hacemos son con productos de la huerta, ¿tú crees que a alguien le va a sentar mal una salsa hecha a base de pimiento, cebolla y jugo del pollo? Las mayores intoxicaciones se producen en esas cocinas de autor, donde mezclan e innovan - responde el regente del restaurante-.

Rosa es una de esas personas que cuidan mucho lo que comen y van como locas por los stands del supermercado mirando la composición de lo que compran, de dónde viene y si es transgénico o no. Como Rosa cada vez hay más gente que agarra la bolsa de tela y se va al mercado de toda la vida, o alquila una parcela dentro de la ciudad para cultivar sus lechugas, tomates, calabacines…

Esta conciencia no viene de gente que se quedó anclada en el pasado y negada a “modernizarse” , sino de muchos ciudadanos que saben que el dicho ‘somos lo que comemos’ es verdadero. Por eso, se empeñan en comprar lo mejor dentro de un mercado que premia a las empresas de ingeniería genética, las encargadas de crear Organismos Modificados Genéticamente (OMG). Sí, esos tomates que brillan, tienen forma redondeada perfecta y un color rojo uniforme son el clásico ejemplo de transgénico. Los echa a la ensalada y no saben a nada. Entonces se da cuenta y empieza la verdadera labor de investigación: encontrar tomates de verdad. Algo muy extendido también es la caza del huevo campero. En mi caso tengo la suerte de tener un buen surtidor de esta bomba proteica.

¿Qué es un alimento transgénico?
Las empresas de biotecnología y la ingeniería genética se encargan de estudiar las debilidades y fortalezas de los alimentos. Se transfieren genes de un organismo a otro para mejorar su resistencia a las plagas, hacerlo más atractivo visualmente, eliminar las pepitas… Así se crea un organismo nuevo inexistente en la naturaleza. También se hace en animales; por ejemplo; para mejorar la lana de las ovejas.

Los partidarios de los transgénicos alegan que ayuda a mejorar la cadena alimentaria y que son alimentos muy estudiados y controlados, por lo que es imposible que puedan generar cualquier patología en el ser humano. Sin embargo, los detractores contestan a los primeros con una batería de puntos negativos: alergias, resistencia a antibióticos, perjudicial para el medio ambiente, monopolio de la producción de semillas y cultivos, etc.

Luces y sombras
Teniendo en cuenta que en el mundo vivimos 6.840* millones de seres humanos y que el suelo agrícola disminuye un 0,1% anual, se entiende la necesidad de intensificar los cultivos.

El factor estrella es aumentar la productividad y la calidad nutritiva. Dado que somos muchos y el terreno no es infinito, hay que generar variedades que den más producto en menor tiempo y mayor cantidad.

La otra cara de la moneda muestra una realidad poco atrayente para muchos países que se oponen a los productos transgénicos. Esas plantas creadas para destruir por sí mismas a plagas también tienen el poder de afectar a otros insectos, como a las abejas, con el polen que se desprende de las plantas que, aunque no haga su función natural de fertilizar, sí sirve para completar el ciclo vital de muchos insectos.

Respecto a las plagas, si nosotros atacamos a un virus con una determinada medicina éste se hace resistente a ella. Si trasladamos este caso al campo sucede lo mismo, esas plagas se harán más fuertes y será una carrera peligrosa en la que perderán los agricultores convencionales, etc. Etc.

Las semillas de oro
Las semillas transgénicas tienen patentes y todo acaba siendo un negocio en el que se ven envueltos muchos campesinos. Digamos que es una pescadilla que se muerde la cola, porque muchos se quedan perplejos al ver que hay semillas híbridas y no se pueden resembrar, o que las multas de estas grandes compañías si no se cumplen los acuerdos del contrato acaban con el negocio familiar.

Estas industrias de semillas (Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences y Dupont -Pioneer-Hi-Bred-) buscan controlar cuantas más variedades para que la única forma de acceder a las semillas sea mediante la firma de contratos con estos grandes gigantes.
¿Qué opináis de esta realidad?

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