EL NUEVO PAPA LEÓN XIV Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid
Causó extrañeza la elección del nombre de León XIV que hizo el cardenal Prevost cuando fue elegido papa. Pero él mismo, desde el primer momento, quiso aclarar el motivo de tal nombre, e hizo referencia a la acción social que había despertado su antecesor León XIII con la encíclica Rerum novarum. El nombre de León entre los papas ha tenido un sentido de renovación por lo que pensando en la historia parece adecuado para estos tiempos.

Causó extrañeza la elección del nombre de León XIV que hizo el cardenal Prevost cuando fue elegido papa. Pero él mismo, desde el primer momento, quiso aclarar el motivo de tal nombre, e hizo referencia a la acción social que había despertado su antecesor León XIII con la encíclica Rerum novarum. El nombre de León entre los papas ha tenido un sentido de renovación por lo que pensando en la historia parece adecuado para estos tiempos.
Con este nombre han sido papas significativos León I Magno, que liberó a Roma, abandonada hacía tiempo por los emperadores, de ser arrasada por Atila. También fue importante León IX, que en siglo XI, aceptó el lema del monasterio de Cluni «Libertas Ecclesiae», y planteó liberar la Iglesia de las manos de los políticos, que llevaba camino de hacerla desaparecer bajo el poder de los poderosos. A pesar de ser pariente del emperador alemán Enrique III que lo impuso como papa, tras cambiar a tres papas en un año, comenzó la reforma para independizarse del poner político, que luego llevó a cabo, con duro enfrentamiento Gregorio VII, en la «lucha por las investiduras». En ese tiempo comenzó en verdad la separación de la Iglesia y del Estado, aunque es una pugna no completada, porque aún en estos momentos el poder político trata de someter de una manera u otra a la Iglesia. Pero al que tuvo en cuenta para elegir el nombre fue a León XIII, por la labor social que despertó, en el momento en el que la sociedad, a finales del siglo XIX, estaba muy viva la problemática laboral.
Por los antecedentes, que hemos hecho referencia, para la elección del nombre, se puede augurar que tiene la idea una renovación de la Iglesia, en unos tiempos en los que se la está aislando, porque la profunda ideología de la Iglesia es molesta para el mercantilismo en que se ha traducido la sociedad moderna, al tiempo que arrincona al hombre a mero instrumento de producción, y a la espera que con la IA ni siquiera sea útil para el mercantilismo del mundo futuro. Por ello un papa actual tiene que volver a ser una revolución en la Iglesia, para que ésta vuelva ser sal del mundo y faro que ilumine y oriente la forma de pensar, volviendo a la persona como centro de la acción social, frente al mercantilismo que le quiere arrinconar o hacerlo desaparecer porque la producción lo van a realizar las máquinas.
En el programa de futuro que le ha propuesto toda la prensa, es claro que siguirá la política social que inauguró la encíclica Rerum novarum, y esperan que despierte algo del problema social, que ya lo hicieron Pío XI con Quadragesimo anno, Juan XXIII con Mater et Magistra, Pablo VI con Populorum progressio, Juan Pablo II con Laborem exercens y Francisco en varias encíclicas. Pero no basta con exponer una doctrina, hay que despertar la conciencia de todos los cristianos, para que muestren en su actuación que actúan como cristianos, y que ponen en práctica la moral cristiana. Por ello el trabajo es muy profundo y duro.
Con el citado León IX, se introdujo el lema de «Libertas ecclesiae»,porque hasta esos tiempos la Iglesia pasó siglos en manos de poderes políticos. Con él comenzó la elevación del papado, y el segundo milenio ha sido de exaltación de la función del obispo de Roma, hasta identificar la Iglesia con el papado, como se ha visto ahora en el cambio de papa. Pero ese no es la Iglesia, será el que la organiza y preside, pero la Iglesia etimológica y realmente es «asamblea de creyentes en Cristo».
Se necesita despertar la moral cristina en todos los miembros de la Iglesia, y que actúen conforme a esa doctrina, pues en las encíclicas citadas hay una amplia elaboración doctrinal, pero no ha llegado a la conciencia de los cristianos. La Iglesia no es una institución, es una asamblea, y hay que hacer que sea una asamblea de laicos, y éstos conscientes de que actúan por ser miembros de esa asamblea.
Se ha perdido la conciencia de ser cristiano, nadie hoy día se afirma, como tal, en sus actuaciones ante la sociedad. Nuestros políticos están prontos a poner signos de otras religiones, y ocultar o destruir los signos del cristianismo: ¿Por qué se han apartado las cruces de las escuelas y de todos los centros oficiales? ¿Por qué se están abatiendo las cruces que han adornado las plazas de nuestros pueblos? ¿Por qué no se juran los cargos? Por su indicación religiosa, y no se razona con esta moral en las actuaciones de la sociedad. Este cristianismo diario se oculta y pocos osan aparecer con este signo.
Vemos a muchos cristianos, hoy día, que tratan de ocultan el sentido cristiano de la vida, y muestran ante una sociedad que han olvidado lo de ser cristiano. Es verdad que en grandes manifestaciones se presentan para figurar: basta recordar la afluencia de autoridades y personas que estuvieron en la plaza de San Pedro de Roma, para presenciar la toma de posesión de León LIV.
Labor a realizar por León XIV va ser en esta sociedad mercantilizada, que ya no se argumenta si algo es pecado, sino sólo si hay apropiación o rapiña de dinero. De modo que se ha enterrado no sólo a Dios sino a cualquier idea de moral, y estamos jugando con una ética que se ha establecido para beneficio del capitalismo. Mientras se riega de pobreza a las clases trabajadoras, que se les está reuniendo en grandes áreas metropolitanas, donde se reparte un salario mínimo, apenas para subsistir, y claro no para poder acceder a alguna propiedad, mientras los representantes públicos rapiñan creando sus rentas en nombre del «Estado del bienestar», así se disimula la entrega de la democracia a la economía globalista, que destruye al Estado y a la persona.
L El vaciamiento de la espiritualidad del mundo actual es la verdadera causa de la desintegración de la sociedad, y, como consecuencia, éste es el verdadero problema político, mayor que el económico. Es el momento de preguntarse: Si la Iglesia ha dejado de cumplir su misión en el mundo, al no ejercer su función de dar un contenido espiritual y moral a la sociedad moderna. Es verdad que se invocan con frecuencia los derechos humanos, que tienen su base cristiana, pero se advierte que, por esa falta de influencia cristiana, se están desnaturalizando al quedar al albur y decisión de los intereses de los partidos políticos.
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