Noticias de Cantabria
10-11-2014 09:44

La conciencia culpable hace a los hombres cobardes

He de señalar que el capitalismo actual no me convence. Ha dado muestras evidentes de estar en declive, en caída libre...Y, no precisamente, porque el libre mercado–ley de la oferta y la demando–no funcione, sea mala en sí, sino porque el capitalismo se ha vuelto tremendamente voraz...

He de señalar que el capitalismo actual no me convence. Ha dado muestras evidentes de estar en declive, en caída libre...Y, no precisamente, porque el libre mercado–ley de la oferta y la demando–no funcione, sea mala en sí, sino porque el capitalismo se ha vuelto tremendamente voraz...Las grandes fortunas–que representan a las multinacionales–, funcionan como aves de rapiña voraces: todo para ellas y nada para los demás.

Los hombres de negocios han cometido y están cometiendo toda la serie de abusos, habidos y por haber, en  cuanto a la contratación precaria de los asalariados (¡volver al comunismo trasnochado!), pues nadie está seguro en su puesto de trabajo. No obstante, nuestros sindicatos mayoritarios–CC OO y UGT–, sus  secretarios generales, señores Hidalgo y Méndez, están en la retaguardia, con el paro–gigante tiburón–que nos atenaza fuertemente.

La corrupción se ha convertido en un espectáculo a escala nacional en el día a día del devenir español, todo unido  a la corrupción e incompetencia de muchos políticos del PP, del PSOE, de Izquierda Unida… A uno le parece, y hablo de España y con el corazón en la mano, que no sería malo que surgiera–en nuestra querida Nación española–un partido político de matiz liberal, que sirviese para encarrilar–de una vez por todas–, nuestra incipiente democracia, que se haya dirigida por un bipartidismo–el PSOE y el PP–, que flaco favor le están haciendo a la democracia española.

Creo en el Liberalismo Político que siembre de ideales firmes y verdaderos las mentes de nuestra juventud, que es el futuro del mañana. Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político que fomente la actividad económica en todas sus formas. Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político donde todas personas sean iguales ante la Ley (suprimiría los aforados), y donde exista fehaciente una democracia libre con división de poderes (el poder judicial libre, en el amplio sentido de la palabra). Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político que defiende a “la familia” como cota superior de la vida asociativa: matrimonio hombre/ mujer, uniones de contratos sentimentales hombre/ hombre, uniones de contratos sentimentales mujer/ mujer, parejas sentimentales…En todo esto creo y mucho más. El concepto de deber y amor debe supervivir en todas las relaciones humanas.

Todo el mundo lo sabía, y sobre todo, los políticos de turno, que la crisis económico-financiera que padecemos, se encontraba a la vuelta de la esquina. Es evidente que no sólo los políticos son los responsables del paro obrero en el que estamos inmersos( incluimos también a esas multinacionales–nacionales e internacionales–,insatisfechas siempre con sus ganancias, pocas o muchas, muchas o pocas, pero, al final, siempre ganancias...), y de la pobreza que vuelve a hacer acto de presencia en cualquier ciudad del mundo.

También han tenido su responsabilidad, y exteriorizada   , las especulaciones financieras que se han producido. Éstas sin el control preceptivo de los poderes que emanan de cualquier democracia liberal: poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial.

Y es que si les escuchamos a ellos–los gobernantes–, nos contestarán: ¡La culpa nació huérfana! Y dicho de otro modo: La culpa no tiene nombre (en el sentido de ser los causantes directos de los desmanes económicos, que se están desarrollando). No han cumplido con la obligación de vigilar, lo que les encomendamos nosotros–los votantes de turno–, controlando la corrupción política por la que estamos pasando: presuntamente los 8.111 ayuntamientos con que cuenta España, o parte de ellos, están endeudados por encima de los límites que marca la ley: estos están establecidos en el 110% de sus ingresos. Claro está: los alcaldes de nuestros municipios gozan de la facultad de designarse sus propios emolumentos. ¡Asombroso!

Hay una fórmula política ideal para levantar cabeza: sabemos que las libertades y los ideales de los pueblos vienen marcados por...el derecho–que llevan inherentes–, a escoger sus proyecciones económicas que les sean más beneficiosas. Y siempre, a mayor abundamiento, a calcular y conseguir qué alianzas les convienen y cuáles no: ¡Razonando así nuestros políticos tendrían bastante!

Pueden ser los gobiernos de los pueblos aconfesionales, puede ser que en las escuelas públicas se suprima la asignatura de religión, puede ser que los símbolos de nuestra religión católica estén mejor en nuestras iglesias, puede ser que estemos ofendiendo de esta manera a los ateos..., pero realmente este liberalismo político es bueno, en tanto en cuanto permita a las comunidades de individuos practicar las creencias religiosas en las que se han amantado. Porque de esta manera, los hombres y las mujeres que formamos la sociedad moderna no seremos nunca individuos aislados–mirando siempre a nuestros bolsillos, para saber cuántos dineros tenemos en ellos–, sino que formaremos esas comunidades de hecho y también de derecho, e insisto en lo de comunidades, que tienen y tengan un código moral común–sus propias religiones sean las que fueren–que les faciliten la creencia en un Dios. Y hablo y pienso en Dios: en “el Dios de todas las religiones”. Porque hemos comprobado que una sociedad liberal no tiene capacidad para bastarse a sí misma. Es bueno y loable practicar cualquiera de las religiones, porque ellas, sin duda, nos hacen controlar nuestros instintos más bajos. Es decir, a moderar nuestras alteraciones neurocerebrales. (“Si quieres subir al cielo tienes que subir bajando, hasta llegar al que sufre y darle al pobre la mano.” [Anónimo]).

Pero uno se pregunta qué han hecho los gobiernos de turno (¿llenarse los bolsillos con euros, dólares...?), quizá sí, quizá no. No lo sé a ciencia cierta. Pero, ciertamente, todos ellos o casi todos salen millonarios cuando abandonan, y por la fuerza, sus cargos. Esto es un hecho real allende los mares. Y es que los gobernantes tienen la tendencia de pensar, pero poseen la virtud acomodaticia de no actuar. Cada político de turno–hombre o mujer, mujer u hombre, salvo excepciones brillantes–, tienden a defender los ideales del partido político que representan, cuando en realidad deberían arbitrar el ideario económico político que sea más conveniente para la nación a quien representan. Pero, controlando la corrupción política galopante habida estos últimos años, hubieran desarrollado una política de Estado, tal y como es su obligación.

La Política se ha convertido en una rutina; se hace un minuto de silencio cuando cualquier terrorista asesina a un ser humano. Minutos de silencio, muchos minutos de silencio (¿servirán de algo?). Tengo mis dudas racionales al respecto: cierto es, y todos lo comprendemos, que nadie muere dos veces. Sin embargo, ningún político toma decisiones adecuadas y coherentes, y éstas que sean dentro de la ley de cada país, para propiciar, de una vez por todas, que las muertas violentas sean desterradas al olvido en fondo del mar. Porque si democracia es libertad para todos, también debe  ser justicia para todos–digamos, aplicación de cadena perpetua o cumplimiento integro de las penas–, para aquellos terroristas–convictos y confesos-, que han traspasado la delgada línea_roja que separa la vida de la muerte.

¿Cómo es posible que la población española no esté indignada y contrariada? Lo está, tiene motivos para ello, y a mucha honra. El presidente del Ejecutivo, señor Rajoy, está gobernando a su manera, escabulléndose de la prensa un día sí, y otro también; mañana… ¡ya veremos! Se basa principalmente en que tiene mayoría absoluta de parlamentarios, lo cual le permite legislar mediante decretos-ley, nos guste o nos disguste: así de sencillo. No desea saber nada del Parlamento español, ni de la oposición, incumpliendo sus promesas dadas a los españoles. El PP es un partido democrático, pero a su manera: sobre sus formas y sus fondos habría mucho que discutir.

(¿Mentiras o equivocaciones?), (¡Equivocaciones o mentiras!): qué sabe uno lo que...han hecho los políticos de turno. En cierto modo, y en el tren llamado “Esperanza” en el que viajamos todos, todos y cada uno de nosotros cometemos errores. Nuestra inteligencia comete  yerros, pero esa misma inteligencia nos hace corregirlos: esto es ser inteligente. Mas hay que conseguir, y de una vez para siempre, que “el cometer errores” no se convierta en costumbre, y por costumbre los sigamos cometiendo. Todos deseamos ser gobernados por políticos inteligentes. ¡Que así sea!

“La conciencia culpable hace a los hombres cobardes”, dejó escrito WANBUNGH, The provok’d Wife, V, 6.

Dos grandes enfermedades que acompañan a la soledad y la depresión, que se producen, sin lugar a dudas, por la falta de contactos personales Muchas veces, sin duda, la verdadera amistad se suele deshacer por futuras indiscreciones. No obstante, cuando las personas mayores están solas en sus casas y se encuentran abandonadas por sus propias familias, es fácil que desarrollen cuadros depresivos, de los que es difícil salir airoso… 

El llegar a ser anciano no tiene por qué convertirse en un camino sombrío, en un trayecto penoso. Sin presente y sin futuro para planificar, necesariamente, la vida en la vejez tiende a refugiarse en el pasado: ¡qué tristes perspectivas de vida se avecinan para las personas mayores! Pienso, muchas veces, que es provechoso reírse de un mismo e, incluso, de nuestra propia sombra: de esta manera descubro lo poco que sé, y lo mucho que me queda por aprender

La convivencia y la y amistad, son las dos grandes medicinas que curan la soledad y la depresión, producida por la falta de contactos personales. Aunque la amistad se hace de confidencias y se deshace con indiscreciones. Estos medicamentos, que ayudan a tener la salud mental mejor, pueden encontrase en las residencias, pues están representados en posibles amistades, incluso tardías. Allí encontrarán otras personas, con las mismas características y necesidades de comunicación y convivencia. Por el contrario, son muy altas las posibilidades de ataques depresivos, cuando las personas mayores, están solas en las casas, abandonados por la familia y los amigos.

Sí, desde luego, es cierto que los humanos llevamos anexa–a nuestras mentes- la soledad cuando nos encontramos mermados en nuestras facultades físicas y mentales. Porque nuestros vínculos con los hijos–familias generalizadas–, se van debilitando progresivamente a medida que cumplimos más años. ¡Y qué no falte la madre–mujer– eje fundamental y necesario por el rodamos todas las familias! Los encuentros con el entorno familiar van siendo–poco a poco– menos frecuentes. Si convivimos con nuestros descendientes–hijos e hijas– nos vamos sintiendo como “pesadas cargas”.

Pero lo cierto es que, en nuestra civilización actual–por así llamarla,  en muchas ocasiones damos muestras inequívocas de estar poco civilizados...–, la vejez la estamos transformando en un problema emocional–nubes emocionales vestidas siempre de lutos. Y es que muchas familias tienden a aparcar–como si de coches-chatarra se tratasen–, a sus más queridos seres–-viejos– en cualesquiera residencias, donde los sentimientos humanos se transforman en piedras de granitos arcaicas , donde las ilusiones desaparecen todos los días cuando se acuesta la luna. Y esto ocurre cuando las personas mayores saben, mejor que nadie, qué es importante en la vida, qué es accesorio, qué merece la pena hacer o desarrollar, qué amor es el verdadero y cuál es el falso..., y desde luego ‘vivir con sus familiares”.

Hoy por hoy no es raro comprobar que el anciano/a se cambie, con cierta frecuencia, desde el domicilio de un hijo al de otro: en cortos espacios de tiempo. Uno, cualesquiera, todos los que somos protagonistas de la senectud–período natural de la vida humana–, llegamos a entender que somos... viejas maletas–rotas y desteñidas–que se van pasando de mano en mano nuestros descendientes, tal y como si nadie las quisiera. ¡Qué triste resulta nuestra vejez! Esto fomenta, indudablemente, que el anciano deje de entender que la vida, y hasta nuestra muerte, tiene un sentido y muchas finalidades: respetémonos y amémonos los unos a los otros, que esta es la verdadera religión del ser humano. Atrás quedan los cristianos, los mahometanos, los católicos, los budistas....: todas las religiones que tienen un solo Dios: el Dios de todas las religiones. Y comprendo que, si cada día tenemos un sueño, una ilusión, una tarea a desarrollar, de esta manera moriremos–poco a poco–sin darnos cuenta.

El día que mis costilla me falte–mi nunca bien valorada Mercedes: “… no me llames cielo, llámame amor, que el amor es ciego”, se lo tengo dicho una y mil veces-, que duerme cuando Dios manda, deseo, en verdad, irme antes que ella, dado que las mujeres son más diestras en defender y entender–polluelos de las familias–, a sus hijos. Iré a dar con mis quebradizos huesos a cualquier residencia. Hombres y mujeres, mujeres y hombres condenados de por vida a dialogar y pensar–con jubilados de edades similares– sobre el pasado, y esto es muy triste. De alguna manera se anula el binomio experiencia/ entusiasmo- Es decir, el dialogo entre adultos y jóvenes. A estas casas de acogimiento–mal llamadas de la “tercera edad”: no existen edades para la muerte–, las deberíamos de llamar o conocer por su propio nombre: paredes muertas de mi propia soledad. Hay un proverbio chino que así reza: “De jóvenes somos hombres, de viejos niños”. Pues bien: ¡Cuidemos a los niños! Hay un techo_de_cristal-en nuestra social actual y mundial-, en el que la mayoría de puestos jerárquicos importantes permanecen desempeñados por los hombres, pero en cambio los trabajos menos cualificados los desempeñan las mujeres. Las hijas de Eva fabricaron el mundo con sus vientres fértiles y pechos generosos, de donde emanaron todas las fuentes de leche generosa, y en ellas todos los humanos mamamos para el bien y para el mal.

Estadísticas consultadas al respecto apuntan que éramos –uno se incluye también–siete millones de jubilados en el año 2003. Y es que cada día somos más los jubilados. Por lo que hace falta estimularnos–unos a otros–para que, en cierta medida, reconsideremos que seguimos poseyendo un presente y un futuro–este último más precario con proximidad a la muerte–, para que al final podamos luchar todos unidos contra la inactividad, contra la pérdida del amor de nuestros semejantes, contra la hostilidad de la que da muestras la propia sociedad en la que vivimos, que es proclive–cada día más– a una eutanasia acomodaticia para poder heredar al que se invita a morir, y desde luego, mejor antes que después. Y así forzarnos a emprender nuestro último viaje.

La sociedad que nos ha tocado vivir ( ¿ esa maravillosa democracia española, qué nos habla del estado de bienestar para todos, qué nos habla de la igualdad de oportunidades, qué nos habla de viviendas asequibles para nuestra juventud...?) ha “roto aguas”, y ha relegado a las personas longevas, única y exclusivamente, para que emitan su voto cada cuatro años...: a lo sumo ha construido pocas residencias–jaulas de soledad–donde podemos ir a morir, y, desde luego, ser olvidados por propios y extraños. Eso sí, para morir con tranquilidad, llevando sobre nuestras espaldas sacos pesados con tierras cargadas de olvidos, penas y sinsabores.

Y, sin embargo, los mayores también somos seres humanos que poseemos nuestros corazoncitos–que siguen latiendo con lentitud–, pero caminamos despacio, hablamos despacio... Debemos pasar “del rosa al amarillo”, esto es, de la vitalidad y pasión amorosa juvenil a un status de personas maduras: vida afectiva, segunda actividad, fomento de la cultura, hacer no que nunca pudimos llevara la práctica... ¡Ah!, se me olvidaba (¿no lo adivináis?)..., y continuar nuestras vida sexual–un tanto limitada, y quien diga lo contrario miente como un cosaco–, pero relegada al quinto lugar según el orden expuesto de lo que piensa un semejante vuestro, que puede estar equivocado.

Historias de amor existen muchas, indudablemente que sí, pero cuando uno ha cumplido más de sesenta años se puede morir de y por amor. Recuerdo a dos personas, ella de 60 y él de 64, que se habían amado como nadie se ama en esta vida: con ternura, con delicadeza, con sentimiento...Al poco tiempo ella se enfermó de...cáncer de pulmón, –esa terrible enfermedad que todos llevamos dentro, y que aparece cuando menos la esperamos–, aunque nunca fumó. Su vida se esfumó a los cuatro meses, ni un día más. Él estaba destrozado, pues su semblante así lo expresaba: pasados dos meses falleció con consecuencia de un paro cardíaco. Su corazón había expulsado sangre de amor por los cuatro costados.

En el recorrido de nuestras vidas, y si tenemos oportunidad para ello, debemos pasar “del rosa al amarillo, esto es, de la vitalidad y pasión amorosa juvenil a un “status” de personas maduras: vida afectiva, segunda actividad, fomento de la cultura… ¡Ah!, se me olvidaba (¿no lo adivináis?)…, y continuar nuestra vida sexual–un tanto limitada, y quien diga lo contrario miente como un cosaco, con perdón para los cosacos–, pero relegada en el tiempo que es inexorable con todos los humanos.

Otra vez vuelve a sonar una voz en la lejanía que la escucho muy tenue, casi apagada del todo, que verbaliza: “La mujer capricho es, / por eso vive de él; / y el hombre que de ella vive, / capricho de ella es”.

 

 

 

 

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