Del Olmo y las bolas negras del marítimo

Creo que no. Un día cualquiera, morrinoso, fresco, me acerqué al Espigón del  Marítimo, rebautizado como el “Espigón de las bolas”. .Prefería pasear  e inicié el pequeño recorrido hasta la punta de la bocana,  sorteando las bolas negras pegadas, adheridas al suelo. Iba absorto,  recordando nada, mientras pasaban por mi imaginación tiempos del pasado.

Era uno de esos días que, sin proponértelo, te llegan recuerdos asociados a lo que ves. Lo llaman asociación de ideas, yo lo llamo recuerdos a secas, lo que no impidió que   pasaran por mi mente, en doscientos metros, otra época ya lejana pero muy presente.

Hace años no había salvadores en la Junta del Puerto, solo  el Presidente de la JOP, nada más. No existía ni se había dado tanto bombo a lo que hoy conocemos como  Autoridad Portuaria, verdadera vedette, de la que se habla y no se para. Lo peor,  que no se la consigue prestigiar, no acertamos con los nombramientos. ¿Buscan el fracaso del organismo?

En la actualidad de la APS se conoce sobremanera “el figureo” y   las aventuras de los presidentes de turno, sus andanzas y las genialidades que hacen con el dinero ajeno .Hasta hace poco se hacia un seguimiento a los pescadores profesionales autónomos que ocupan la Lonja con sus nada baratos alquileres  y de cómo han cambiado los tiempos del mayoreo del pescado a peor.

Tristeza dicen unos, cansancio repiten todos. De lo anterior pasamos a la “aguda ocurrencia” del anterior presidente del puerto al considerar que  “los ocupas del espigón” eran los  vaurían, snipes, optimis, latas, trastos de mar, cables, un poco de todo, solo que lo poco tenía dueño y era difícil afanarlo. Y si aparecía el patrón-dueño siempre  se decía que se trataba de un préstamo obligado. Otrora tenias que sortearlo todo, ahora no. Gracias a la  APS y al alineamiento de las “bolas”.

También recuerdo la que montó nada más darle poder y mando en plaza cuando inició la trifulca marinera con los “viejos”por quererlos quitar de la rampa de toda la vida de su Puertochico, por limpieza y seguridad decía. La rampa era su lugar de ocio y de jubilación, donde se contaban sus mentiras marineras y las capturas de los jargos que ya no se ven por la machina aunque dicen algunos pescadores que algo se han recuperado las aguas porque ahora “se ven”.

El salvador consideró que ese sitio no era el adecuado para la gente soñadora del mar y menos la de los mirones paseantes viendo como uno pintaba y calafateaba su pop, pop, de motoruco central para ir a maganos y encontrar la ansiada “balsa”. Quizá pensó que era más saludable mandar a los viejos a contar losetas del paseo.

La tarde era gris y no había cañas, ni aparejos, ni tutas, no se vía  un alma. Se escuchaba el típico sonido del choque de los barcos en reposo, bien alineados, todos bien atados. Antaño  el espigón  estaba poblado por el bullicio, las embarcaciones de vela que se aparejaban por los jóvenes aficionados a la mar, a nuestra mar. Santander pertenece al mar que un día vendrá y querrá recuperar lo suyo, lo que la pertenece.

Ahora solo hay bolas negras, redondas. ¡Las bolas del Espigón ¡.Ocurrió que un buen día llegó el “salvador de turno” y quiso poner orden en la algazara marinera que existía y decidió “manu militari” acabar con el sabor marinero que suponían los sábados  marineros de los chavales con sus velas. También quiso  poner orden, según la secretaria de los socialistas, en su lugar de trabajo la APS y los jueces le están diciendo a el  y a Gorostiaga que ese “orden” pudiera estar  tipificado como delito  en el Código Penal .En el espigón optó sin consultar con nadie, acabar con esa vida “de los jóvenes lobos de la mar” que no causaban daño a nadie, salvo al otrora presidente llegado de no se sabe donde.

Dicen que la junta directiva del Marítimo protestó en la “barra”que no es el sitio para disentir, y la federación de vela haciendo “mutis”.Ante la autoridad nadie se rebela. ¿Miedo?  Gracias a Olmo, los ciudadanos, los paseantes, ahora deambulan, pocos, pero no tienen a donde mirar, ni a quien ayudar,  ni empujar los “botes”. En las mentes cortas esa estampa marinera era trasnochada y suponía el buen vivir  y la representación de una clase social que había que acabar con ella. Enhorabuena. Se confundió señor. Esa clase social, no existe, se permutó por la suya,  emigró a otros lares o desapareció por la crisis.