La jueza

Por ejemplo, yo pongo “la” en femenino porque lo dijeron las que mandan y soy disciplinado para no tener más problemas de los que pueda tener por expresarme como lo hago, pero en esta columna lo voy a obviar. Me temo que ha cometido un error al  sincerarse y decir lo que opina una gran mayoría que calla, y es que, en lo que a la mujer se refiere, no se deben tratar las agresiones como un hecho excepcional, sino que las agresiones, a cualquiera, hombre o mujer, son canallescas y no hay que establecer lo del género, que todos somos iguales. 

Algunas, que van con la etiqueta del feminismo, han encontrado en las palabras de la jueza el culebrón del verano, su secreto íntimo para decir aquí estamos. El principio de la igualdad, que no existe, sólo reza en su manual de medramiento. Son muchas las mujeres, y algunos los hombres, que se han dejado la vida intentando conseguir la igualdad, pero eso lo ignoran. Citemos como ejemplo Finlandia: una mujer ocupa la presidencia de ese país  y el voto lo tienen desde 1.906. Desde entonces la igualdad de género es un principio universalmente reconocido aceptado en la sociedad, en la política “y en su sistema judicial”. En fin  no sigamos por ese camino ni nos pongamos trascendentes. 

Lo que hay que hacer es aplicar la ley con rigor, y si ésta no es suficiente, que los legisladores la modifiquen de forma inmediata, sin mojigatería ni farisaísmo como ha dicho recientemente Rajoy, que se legisle rápidamente para que los asesinos no tengan calle propia. Ya veremos todos que no se pondrán de acuerdo. Por formación jurídica soy contrario al establecimiento de jurisdicciones especiales, y mucho menos al entorno que éstas crean de salvadores y guardadores de la esencia. 

Las agresiones a la mujer, al hombre y al niño deben contemplarse como una excepcionalidad independientemente que en esta sociedad de la información esté proliferando o se  magnifiquen determinados  problemas. Es un resultado que hay que erradicar y nada más. En el lado oscuro de esta polémica, el que de verdad importa en esta España de los vividores que no pegan  palo al agua -que por cierto, siempre son los mismos gobierne quien gobierne- está la mercantilización del problema.

Hay que ir a la trastienda, y en ella te puedes encontrar que se ha montado un chiringuito económico impresionante con el tema de la mujer del que viven muchos y muchas. Y  eso  se debe criticar. Nada más. La de empleos que se han creado al socaire de la agresión a la mujer y ni así se elimina el paro. También es cierto que con esta polémica la jueza puede llegar a convertirse en una jueza estrella y su nombre salir a la escena nacional  si  mantiene, por honradez intelectual, la sinceridad de sus palabras, matizadas, que habría que debatir. 

De momento la jueza ha conseguido lo fundamental, que por unas horas nos olvidemos de los Olmos, Liendos, Calvas, Muguruzas y tantos políticos que están siendo investigados por sus prácticas delictivas y los corifeos de los corruptos aprovechen para sacar pecho. Y me quedo con las dos frases del prócer del socialismo mi admirado Arfonso Guerra el que cogía un mystere para ir a los toros.

Él si que puede decir lo que quiera porque es intocable. Recientemente se ha despachado cuando dijo: “Si una mujer dice que está siendo maltratada no es para ponerse de rodillas”. La otra, muy sonrojante, referida a la que se la permiten decir cuantas tonterías se la ocurran, la ministra de igualdad, Bibiana, de la que el presidente de la Comisión Constitucional del Congreso dice: “Si una elite (léase Bibiana) quiere imponer a la sociedad que se diga miembra, está perdiendo el tiempo, y haciéndoselo perder a los demás”. Estas citas que hago no son al azar, tiene la intencionalidad que busco, dejar claro que la libertad de expresión en este país la pueden practicar sólo algunos que tienen la patente de poder hacerlo: Los demás con mucho cuidado y de forma subliminal. Bye.