¡España no es una democracia!... Por Pedro Arce

Bueno, el título está tomando de una afirmación retórica de Pedro Sánchez, quien afirmó que “Cuba no es una democracia”, para evitar decir que “Cuba es una dictadura”. Y es que Cuba es una infecta y asesina dictadura de izquierdas que impusieron los Castro y que ha masacrado a los cubanos, muchos de los cuales se han visto obligados a huir de la isla….

…Y habrán observado los lectores que los “paraísos socialistas” que tanto le gustan a la izquierda de España –Cuba, Venezuela, Corea del Norte,…- son lugares donde los súbditos (así tratan las dictaduras a sus ciudadanos) de las mismas están privados de derechos y de la satisfacción de las más elementales necesidades básicas, salvo la clase dirigente que vive más que bien; y habrán observado a través de la Historia que no es fácil escapar de estos lugares, como sucedía no hace mucho del paraíso comunista de la URSS y sus satélites y como icono, ahí estuvo el siniestro “muro de Berlín”.

Pero no nos vayamos por las ramas; volvamos a España a la que ya podemos aplicarla la frase que encabeza este escrito: ¡España no es una democracia!

Y este duro aserto se basa en la política que sigue Pedro Sánchez que nos está llevando, poco a poco, hacia unas prácticas egolátricas, oscurantistas, personalistas y con el deseo de aplastar a las demás instituciones del Estado, antes de tener a los ciudadanos bajo la bota, como si de un buen dictador se tratara.

¡El estado soy yo!, dijo un rey absolutista francés y ahora Pedro Sánchez le está imitando, pues utiliza los medios públicos para su provecho y el de la camarilla de amigos, a quienes lleva en Falcón, aloja en las residencias estatales, como si de dachas propias se tratase.

Y no quiere dar explicaciones a nadie, aunque presuma de lo contrario. ¿Por qué no quiere decir cuántos nos cuestan sus viajes en Falcón, ni a quienes invita al mismo, ni qué comen a bordo…?; ¿Nos contará alguna vez cuántos muertos ha provocado el Covid-19, agravado por su irresponsable y errática política?

Pedro Sánchez han ninguneado, despreciado e insultado a las principales instituciones del Estado, con el ánimo claro de anular las mismas, empezando con la Monarquía, pues Pedro Sánchez ya no despacha habitualmente con el Rey, le impide viajar, con lo que se puede pensar que le tiene “preso en la Zarzuela”; eso sí, le envía a Cuba y lo hace mientras se abraza efusivamente con Pablo Iglesias. Ningunea al Consejo de Estado y demás instituciones; acosa al Tribunal de Cuentas, así como a los órganos judiciales, a los que envía a todo el Gobierno en tromba para acusarles, criticarles y descalificarles, cuando un Gobierno democrático debiera de acatar las sentencias; y dentro del TC ha tenido a personajes como el kamikace Conde-Pumpido, quien se ha pasado tres pueblos y se ha visto obligado a pedir perdón a sus compañeros del Tribunal Constitucional, aunque lo decente hubiera sido dimitir. Ha tenido que intervenir la Unión Europea para frenar estos impulsos dictatoriales del Gobierno contra la Justicia española, lo que es de auténtica vergüenza.

Van a llegar fondos de la UE y Pedro Sánchez pretende repartirlos, como ya reparte otras cantidades de forma sectaria y así Cataluña y País Vasco salen bien tratadas, en contra de otras comunidades que no le hacen la ola política, como es el caso de Madrid. ¡Y Cantabria!, pero aquí aguantamos carros y carretas y así nos va. Y se está gastando alegremente el dinero de todos, con una deuda pública difícil de asumir.

Todo esto empezó cuando Pedro Sánchez, en contra de sus declaraciones previas en plena campaña electoral, pactó con podemitas, independentistas y filoetarras, cuyo objetivo principal es la destrucción de España, el aniquilamiento de la Constitución Española y la implantación de un régimen populista-comunista, al estilo del que propugnaba Largo Caballero –el Lenín español- en la década de los años treinta del siglo pasado, el personal que más méritos hizo para enfrentar a los españoles en una contienda civil.

La nueva Ley de Seguridad Nacional que están guisando en el Gobierno es el último aldabonazo a las libertades de los ciudadanos españoles, con algunos párrafos copiados de leyes de Venezuela, por ejemplo, donde las libertades básicas, la propiedad privada, la seguridad, etc., quedan cercenadas. Ya escribí hace tiempo que la privación de libertades con que nos acosaron durante la pandemia sanitaria era una prueba experimental para ver cómo respondíamos y lo hacíamos con bastante sumisión. Y también pretenden acallar a la prensa, primeramente con subvenciones a los complacientes, y después, atacando a los díscolos, como el cese del director de El País, Antonio Caño… ¡La censura ha vuelto! Y sin prensa libre no hay democracia.

Su nivel de egolatría le hace sentirse un “narciso” mirándose en un estanque, el estanque de España. Un Gobierno obsesionado con la “memoria histórica” de hace cerca de un siglo, pero despreocupado de los temas actuales como el precio de la energía, el nivel de desempleo, la sostenibilidad de las pensiones y demás temas del día a día de los ciudadanos. Es más, no nos resuelve los temas de ahora, pero ya pontifica cómo va a ser España en el 2050, a modo de esperpento.

Y estoy convencido de que hay muchos socialistas moderados (socialdemócratas) a los que esta deriva no les gusta, pero que no olviden que son cómplices de esta situación cuando votan a Pedro Sánchez, que no tiene piedad con nadie, los primeros sus amigos y colaboradores, como acabamos de ver hace unos días con los redondo, ábalos,… Y los partidos de la oposición, inmersos en sus batallitas internas, cuando debieran estar generando una ilusionante unión estratégica para revertir esta locura.

Y para distraer la atención y entretener al personal, un ministrillo nos cuenta lo del consumo de la carne y otra ministrilla, lo de la matria; y muchos ciudadanos cuando les apuntan a la luna, se quedan absortos con el dedo.

Por todo esto, lamento que España comience a no ser una democracia y nos estén empujando hacia la pérdida de derechos individuales básicos, perdiendo calidad democrática y abocándonos a no se sabe dónde…