Noticias de Cantabria
Opinión 15-05-2018 14:10

Estrategias de dominación, por Juan Goti Ordeñana

Siempre las personas han estado dominadas por el medio ambiente, pero antes éste se iba creando con la marcha de los pueblos, y si se quiere por la necesidad de encontrar unos medios de vida, ahora, sin embargo, esto ha cambiado.

La sociedad viene manipulada por un aparato de fuerzas extrañas que la persona normal no conoce y ni siquiera se da cuenta, pero que le absorbe totalmente de modo que inconscientemente se ve imbuida y obligada irreflexivamente a aceptarlo. Las personas viven en un mundo que se les da hecho, en el que el individuo es una marioneta.

Si observamos e1 medio en el que vivimos, podemos advertir cómo hay unas fuerzas, sin que sepamos de donde proceden, las cuáles mediante entretenimientos vacíos y frívolos, impiden que podamos pensar, a la vez que nos arrastran a la vulgaridad y a la idiotez. Además, se ha creado la idea general de que esto es la forma perfecta y magnífica de vida para la persona, al tiempo que impiden tener un pensamiento propio, una vida elaborada por uno y una conciencia crítica de la sociedad.

Quién quiera comprobar este estado de estupidez en la que ha caído la sociedad, no tiene más que examinar lo que suponen los deportes, donde muchas personas serias pierden la imparcialidad, el equilibrio y la ecuanimidad; y sobre todo la televisión donde sentados ante un aparato se pierde la noción del tiempo, y lo que es mucho más trascendental la forma de pensar, el sentido de la vida y la capacidad de crítica. Se acepta como conocimiento y significado de la vida lo que proporcionan estos medios con una publicidad cautivadora. ¿Qué contenido tienen estos entretenimientos? Se trata de unos programas frívolos e insustanciales, se ven unos comportamientos zafios, sin respeto al ser humano, utilizando las expresiones más soeces, y creen lucirse cuando son más irrespetuosos con el sentir de la mayoría de la población. ¿Cómo puede ser aceptado tanta basura de los programas como: «Corazón»? ¿Y que decir de las tertulias en las que la incomprensión de unos y otros termina en un barullo, y faltando a las normas de comportamiento?

En todos estos entretenimientos se ha perdido el sentido formativo que debe tener toda enseñanza lanzada a la sociedad. El principio que se afirma sin delimitar su contenido es el de libertad, como ideal del individuo, como si ésta fuera una esfera donde se puede dar lugar a cualquier desafuero. Y partiendo de este principio se predica una sociedad basada en los valores del individualismo lacerante, donde la solidaridad y la ayuda a los demás se consideran como de incautos y soñadores. Todo ello va dirigido a vaciar las mentes humanas para que la persona soporte estoicamente las ideologías y sistemas que se le imponen sin ninguna reflexión, desde no se sabe qué fuerzas.

Ya se llega al colmo cuando la historia de un pueblo se elabora según el interés político de algunos grupos ideológicos. La historia que ha marcado el devenir de los pueblos ya no existe, las personas que dieron nombre a las calles, ya no constan porque unos ideólogos les niegan validez, y en muchos casos se degradan porque no coinciden con la mentalidad que quieren imponer. La falta de desarrollo de los pueblos, por la imposición de una historia artificial, es la destrucción de la cultura de los pueblos.

Se niega la ética, y se enseña a estimar la satisfacción del presente y el aprovechamiento del momento – el carpe diem de Horacio – mal entendido y sin ningún sentido. ¿Para qué valorar la persona? Por lo que no extraña tampoco, la cantidad de bazofia psicológica que se publica, no para la formación de la persona sino para sacar al lector de la realidad, y meterme en una ensoñación sin sentido. Los libros se venden no por el valor de su contenido sino por la publicidad de que van acompañado, por ejemplo: una novela como «Patria», de Fernando Aramburu, que ha aparecido como la novela del año, no muestra ninguna realidad del pueblo vasco, ni siquiera la historia de ETA. Llega a ser soez en su vocabulario y salvaje en la descripción de los personajes. Una persona me manifestó que no quiso leerla por su grosera terminología. Sólo es el asesinato de un industrial, deficientemente contado, y luego sigue el montaje de unas relaciones absurdas de dos familias, a las que se les degrada en cada uno de los personajes que pinta. Las relaciones familiares en el País Vasco son más ricas y normales, el matriarcado no era así. Se hace una caricatura irreal. Se trata de unas vidas disparatadas y absurdas de dos familias. La sociedad vasca es otra, muy distinta, y responde a una laboriosidad que no se ve en la novela.

Este entretenimiento saca a la persona de sí, para que le sea incomprensible el sistema capitalista que le envuelve y condiciona su vida. Lógicamente, esta ignorancia hay que llenarla de algo vacuo, para que el individuo se conforme con absorber basura de la televisión, y no vea lo que es obvio en los problemas que hay en su entorno, mientras los titulares del poder siguen aprovechando esta sociedad dormida y aumentando sus riquezas y su poder.

Hoy día la conciencia de la sociedad está modelada con la destrucción del sentido de la persona, su razón de ser es la creación de riqueza para algunos grupos, que no contentos con lo que han logrado, quieren llegar a la globalización, con la destrucción del medio en el que la persona vive. Hay que volver a la relación de la persona con su tierra y con sus convecinos, esa historia de cada pueblo donde se vivía la colaboración, la hermandad y unos ideales sencillos. La persona ha de tener una aspiración mayor que el acumular dinero, para gastar sin sentido, porque al final esto no llena, ni enriquece a la persona. Es necesario contraponer otros valores diametralmente opuestos, para llegar a conseguir una sociedad nueva.

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