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Opinión 22-10-2024 06:13

¿LA RELIGIÓN ES SÓLO ALGO PRIVADO? Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Últimamente en la política occidental se ha introducido la idea de que la religión es algo privado, para vivirlo en la intimidad, y que no debe influir en la vida de la sociedad. Lo que es un error si se observa la historia y la realidad.

 

Últimamente en la política occidental se ha introducido la idea de que la religión es algo privado, para vivirlo en la intimidad, y que no debe influir en la vida de la sociedad. Lo que es un error si se observa la historia y la realidad. No hay nada más contraria a la vida real de los pueblos que esa idea. Como decía García Pelayo, desde el nacimiento de la organización de la sociedad, se distingue lo sagrado y lo político, pero «sólo lo primero constituye la verdadera realidad y que, por tanto, todo lo que hay de real en el mundo es una proyección o manifestación de la santo, de modo que el orden político se constituye como una manifestación de lo religioso». Y esa idea ha estado vigente hasta que la negación de lo religioso ha entrado en la sociedad occidental.

En la memoria de los pueblos antiguos podemos observar, que el poder se apoya en la religión, aunque no se tenga una idea clara de la divinidad, pero un ser trascendente justifica el ejercicio del poder. Hoy día, ¿a qué político se le ocurre privar a los musulmanes de su idea de Alá, como dirigente de sus sociedades? Y algo que llamó la atención, cuando el filósofo y político francés R. Garaudy, ya mayor, se casó con una musulmana, y entró en la comprensión de lo que era el islamismo, manifestó que constituía una perfecta concordia de la persona, porque armonizaba su intimidad, su vida social y la política. Además, la política unitaria de los islamistas es comprendido por los políticos europeos, pues se ve cómo fomentan su desarrollo en Europa. ¿Y por qué se rechaza esa vivencia en los cristianos? Cuando el ser de la política y la cultura europea viven del pensamiento cristiano.

Ahora bien, quien vino a romper el que estuviera en las mismas manos lo político y lo religioso fue el cristianismo al aplicar la expresión de Jesús: «dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios». Se refiere a que no esté lo religioso en manos de políticos, pero no a que la persona viva con distinto sentido lo religioso y lo político. Pues, aunque son diferentes las organizaciones, no se da una separación en el sentir y en la vida social de la persona, porque ésta tiene que vivir con la misma ideología su vida religiosa y su vida política, para que no se dé en él una bisección de su personalidad.

Ciertamente la organización y los objetivos del Estado y la religión, en estos tiempos, son distintos, pero recaen sobre la misma persona que tiene que participar en ambas instituciones, y no puede estar su comprensión de la sociedad divida en actitudes distintas. La persona es una unidad y su forma de pensar ha de tener una línea para todos los aspectos de la vida. ¿Cómo se puede fiar de la persona que aplica distintos principios para cada una de sus decisiones? Por ello el planteamiento que se hace de la religión por los políticos, no tiene una explicación lógica. Suelen hablar de un Estado aconfesional, laico, indiferente o neutral. Todos estos vocablos incluyen una ambigüedad, que no se puede aceptar sin concretar en cada ocasión, qué es lo que se quiere significar. Y los políticos, ordinariamente, suelen referirse a un Estado que debe ignorar y aislar lo religioso, que en la práctica supone su exclusión. Lo que es un desconocimiento de lo que es la persona actuando en la sociedad, pues lo hace según su unidad de ser humano.

La bisección que se hace de la persona cristiana, tanto si se parte de la filosofía liberal, que considera la religión como algo que hay que recluir en la esfera de la intimidad y excluirla de toda función social; como de la doctrina marxista, que aún llega más lejos, al negar que deba existir la religión, porque según su ideología es la más profunda causa de alienación. Ambos supuestos suponen la destrucción de la persona, y, por tanto, una negación de la realidad social.

Sin embargo, la religión no es algo ajeno al Estado, sino que éste está directamente implicado y plenamente imbricado con la religión. ¿Por qué? Los motivos son comunes y aceptados sin contradicción, aunque luego sean rechazados en la práctica: primero porque nuestra cultura no puede entenderse sin nociones religiosas, ya que está formada por factores espirituales, intelectuales, ético y estéticos comprometidos con la religión; en segundo lugar, porque muchos ciudadanos viven su religión como problema y como modo de manifestar las vivencias espirituales, esenciales a la naturaleza humana, que han de tener un cauce de desarrollo y expresión; y en tercer lugar porque la actual democracia ha calificado este hecho como un derecho fundamental con todas las obligaciones que comporta para el Estado.

Para comprenderlo pongamos un ejemplo, hay muchas manifestaciones del espíritu humano que se definen por su valor espiritual, cultural y ser vigencias humanas, que están relacionadas con los derechos humanos como son la música, la literatura, el arte, etc. sobre lo que nadie dice que el Estado es indiferente, aliterario, no artista, pues siendo una manifestación del espíritu humano no es rechazado por el Estado, sino fomentado su desarrollo. Se admite que el Estado no debe comprometerse con ninguna institución religiosa, como tampoco con ningún grupo o género literario o artístico, sino que éstos han de dejarse al libre juego de la expresión y labor de los ciudadanos, pero se admite que el Estado está comprometido en la promoción de esas expresiones o formas de vida.

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