Noticias de Cantabria
Opinión 01-04-2018 07:00

Una lectura del ocho de marzo

No se puede dudar que hubo una gran aglomeración de personas por las calles de todas las capitales y grandes ciudades de España. Ahora bien, ¿fue para manifestarse por el problema de las mujeres de este país? Esto se puede poner en duda.

Y así lo manifestó una gran porción de mujeres periodistas, porque los objetivos de la protesta no eran suficientemente claros. Esta salida a la calle debía haber sido para recordar una efeméride, y en este caso no se planteó con el objetivo de recordar y honrar al grupo de trabajadoras textiles que se manifestaron 1857 por las calles de Nueva York, en contra de los bajos salarios que percibían. Reivindicación que se saldó con el incendio de una fábrica donde murieron unas ciento veinte mujeres trabajadoras.

Por no saber por dónde iba a discurrir la manifestación me encontré con grupos de manifestantes, y me extrañó la composición: había jóvenes, pero la mayoría era gente mayor. Esto llevó preguntarme: ¿Estas personas vienen por una manifestación feminista o es que están confundidas? Las conversaciones que se oían eran de que no estaban bien pagados y de la diferencia de salarios. Esto me indujo a pensar, que probablemente era reminiscencia de una manifestación que pocos días antes habían hecho los pensionistas, quejándose de que había sido muy poco la subida de la pensión este año. Por lo que tuve la impresión de que muchos se habían equivocado, y como en la convocatoria habían tenido tanto interés los sindicatos en aparecer en las manifestaciones, me llevó a creer que habían empalmado una y otra, y que esto había tomado un carácter de reivindicación política. Lo que se confirmaba con la presencia de partidos de izquierdas, que se sumaron y quisieron situarse en posiciones muy visibles para mostrar su voluntad de figurar.  

No hay duda, que la mujer ha participado poco en los asuntos políticos de los Estados, pero si observamos la historia de Europa, podemos advertir que los tres grandes imperios, que se han dado en nuestro Continente, han sido promovidos por tres mujeres. El primer imperio que se dio fue fruto del esfuerzo y proyección de Isabel la Católica de Castilla, la mujer de mayor visión política, que realizó la unión del Estado español, y luego promovió el desarrollo de América, llegado a ser el mayor imperio que ha existido. La segunda fue Isabel I de Inglaterra, prototipo del monarca autoritario del siglo XVI, es una reina con interés histórico de primera magnitud por cuanto puso el fundamento de la grandeza de Inglaterra, y sentó las bases de la preponderancia británica en Europa, que alcanzaría su cenit en los siglos XVIII y XIX. La tercera es Catalina II la Grande de Rusia, en el siglo XVIII, fue una de las mujeres más poderosas de la historia, protectora de la ilustración, y quien acogió a los jesuitas cuando fueron expulsados de los Estados europeos y disuelta la Compañía por el Vaticano. Ejerció un gobierno despótico sobre su pueblo, pero convirtió el país en una gran potencia europea y mundial y marcó la grandeza del imperio posterior. Y no vamos a hacer referencia a las mujeres Jefes de Estado que hemos conocido en estos últimos tiempos, que han marcado y están señalando la marcha de Estados actuales.

Pero, qué casualidad, ninguna de todas ellas ha necesitado de movimientos feministas. Ellas han sobresalido por los propios valores de dominio que tenían, sin acudir al apoyo de movimientos de este tipo. Además, en estos momentos, se pueden citar otros muchos casos de mujeres que están triunfado en diversos sectores: político, científico, literario etc., pero sin estar relacionadas con movimientos feministas. Todas ellas han descollado por su decisión, esfuerzo y trabajo. Por lo que para empezar hay que preguntar: si con movimientos de esta clase se va a llegar a la promoción de la mujer. Con seguridad no. Hay ya muchas mujeres que por sus valores y esfuerzos están ocupando muy altos cargos en empresas, en las finanzas, en la enseñanza y en los gobiernos, que no se les ha asignado por ninguna cuota preferencial, sino por sus méritos y trabajo. Es más, seguro que la actual promoción de mujeres va a llegar muy arriba, no por el movimiento feminista y estos desfiles, sino por la invasión que han hecho de las aulas universitarias, y por la preparación para llegar a esos puestos.

No es extraño oír calificar a las que no participan de este feminismo de oprimidas o sumisas a la sociedad capitalista. Y como no saben más que de estereotipos hechos se refugian en la figura de Simona Beauvoir, pero sin saber de qué persona se trata, pues no saben que colaboró con los nazis en la ocupación de París, estuvo del lado de El Che Guevara, carcelero y exterminador de homosexuales, y ensalzó la Revolución cultural de Mao, revolución que liquidó a 45 millones de personas. Qué diría de este movimiento feminista Clara Campoamor, de quien pretenden ser herederas, pero nada más lejos de estos movimientos, quien no quiso que la tacharan de «feminista», sino que ella se calificaba de «humanista», y además tuvo que huir de España para que no le matara la izquierda en tiempo de la II República.

Lo primero que hay que advertir al entrar en el examen de este feminismo, es que se trata de un pensamiento colectivista, dependiente de la ideología comunista. Colectivismo que proyecta imponerse a la sociedad, empezando porque todos tienen que pensar igual según las leyes que dicte el movimiento, por lo que sólo se atienen a cuatro eslóganes, bien aprendidos y que para ellas no admiten discusión ni reflexión, sino que se han de imponer imperativamente. Además, con una exigencia tiránica, pues nadie debe desviarse de ese pensamiento. Por ejemplo, ellas dicen la mujer gana menos que el hombre, y aunque los datos no lo confirmen tiene que ser porque ellas lo proclaman.

En España desde 1980 está prohibido pagar menos a una mujer que a un hombre, pero como ellas dicen que en la actualidad se da una brecha de un 12%. Hay que admitir esta diferencia ¿Pero esto es verdad? Se insiste mucho en ello, pero es por una deficiente interpretación la ley. Ésta habla de trabajos iguales, pero ellas las aplican a trabajos similares, con lo que las diferencias son lógicas, y la afirmación que hace encierra una argumentación dolosa ¿Qué pasa en los trabajos idénticos? En estos casos la diferencia que puede haber no es por una diferencia salarial, sino por circunstancias externas, por suplementos, de modo que hay casos en las que las mujeres cobran más, y en otros supuestos los hombres.

Entre estas circunstancias externas, a la que inexorablemente se acude está la maternidad, que con facilidad incide en el empleo, no se sabe con qué razonamiento se atribuye a un heteropatriarcado, término tan rebuscado que seguro que no saben su origen ni su contenido, cuando se trata de un fenómeno de la naturaleza. Tema sobre el que habría que pensar más en tomar una nueva orientación, en especial en unos tiempos en los que la demografía está señalando el erróneo camino que se ha seguido en la sociedad occidental, con la peligrosa bajada de la natalidad. A este hecho habría que dar una adecuada respuesta, que no es la importación de emigrantes, sino que tiene que ser con una lógica natalidad en las naciones y formación de sus hijos.

Por otra parte, según los estudios que se hacen al examinar la inclinación de cada sexo, y sus preferencias profesionales, hay que tener en cuenta que la Psicología y de Biología muestran que a las mujeres se inclinan más por las ciencias humanistas y prefieren los trabajos de relación con las personas, y en cambio los hombres son más inclinados a las profesiones de ciencias, sin negar que en los últimos años haya mujeres que se inclinan por estos oficios. Es decir, que encuentras más mujeres en la enseñanza, en la abogacía y en despachos de Psicología, y a los hombres más entre los financieros e ingenieros. Y es claro que estos oficios son mejor remunerados en la sociedad actual, por lo que, calculada la media de los sueldos de mujeres y hombres, no puede extrañar alguna diferencia, pero no por ninguna discriminación sino por la naturaleza del puesto de trabajo de unos y otras. La argumentación hecha desde el punto de vista feminista indica la malicia con que está elaborada.

En resumen, los eslóganes del día ocho de marzo son incalificables. Miles de mujeres manipuladas con el único interés de enfrentar a la sociedad, en el momento que está afectada por graves problemas, donde los únicos que van a sacar tajada son los políticos, especialmente los de izquierdas y asociaciones regadas por millones de euros de dinero público, puesto que estas asociaciones feministas viven con subvenciones oficiales. Margarita Robles acusaba a Rajoy en el parlamento de no haber hecho todavía la donación acordada para este año de 50 millones de euros a las feministas.

¿No se requeriría una mejor distribución de dinero público? Ya que, de este modo, se están financiando falsas revoluciones. Ninguna de estas asociaciones feministas tiene conciencia hacia dónde camina, pero están destruyendo la convivencia social, una doctrina que va contra la naturaleza y si no se corrige radicalmente y pronto, se va a llegar a una crisis que no ha conocido la historia.

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