Noticias de Cantabria
15-01-2018 19:40

Manolo Bartolomé….

¡La noticia me ha llegado como un escalofrío!: “Se ha muerto Manolo Bartolomé”, me anuncian por teléfono y me deja estupefacto; cuando me recupero de la inesperada noticia, me dicen que ha fallecido repentinamente y que ha dejado a todos sus conocidos y amigos de una pieza. Manolo era, sobre todo, amigo de sus amigos.

Manuel Bartolomé García (Torres-Torrelavega, 1935) había nacido al lado de la mina de Reocín y de joven rodó por algunas localidades de Cantabria, siempre en torno a Torrelavega; hizo sus primeros estudios en las antiguas escuelas nacionales de Renedo de Piélagos y Lloredo de Rudagüera y después el Bachillerato en los Sagrados Corazones de Torrelavega y en el Instituto “Marqués de Santillana”, también de la ciudad del Besaya.

En 1953 asistió a la gran exhibición aérea que se celebró en el aeródromo de La Albericia y allí quedó inoculado por el mundo de la aviación; así que se fue a la Escuela de Vuelo de Somosierra (Madrid) dónde se hizo Piloto de Vuelo sin Motor; poco después, se fue a la Escuela Santos Dumont (Huesca) dónde hizo un nuevo curso de pilotaje y también obtuvo el Título de Radiotelegrafista en la Escuela de Transmisiones de Cuatro Vientos (Madrid). Su vocación aérea estaba ya marcada e hizo el servicio militar en la Base Aérea de Villanubla (Valladolid), a cuyos actos patronales de la Fiesta de la Virgen de Loreto, aún hemos viajado juntos el pasado mes de diciembre. El año anterior, le observé en la exhibición aérea de esta base cómo se emocionaba, recordando tiempos pasados…

Pero inesperadamente dejó el mundo de la milicia, dónde tenía un futuro prometedor, se volvió a Torrelavega e ingresó en 1959 en la Empresa de Solvay (Barreda-Torrelavega), en la cual ha trabajado el resto de su vida laboral, ocupando diferentes puestos de responsabilidad directiva, hasta su jubilación.

Su padre, Antonio Bartolomé, fue durante muchos años corresponsal de Alerta en Torrelavega y yo creo que le transmitió a su hijo la bonhomía y el gusto por las letras y así Manolo se sumergió en el mundo de la escritura, transitando por temas muy diferentes.

Tenía un amigo japonés e hizo algunas visitas al país del Sol Naciente, cuyas experiencias vitales transcribió en sendos libros: “Yo vi nacer el sol entre cerezos” (1987) y “Bambú (Takenoko)” (2003); pero su afición literaria siguió por otros derroteros de gran interés literario y humano como “Sitios” (2001), “Pinceladas” (2001), “Senderos” (2002), “No todo fue gris” (2004), “Bitácora” (2007). En el año 2004 publica un libro de homenaje a su padre, escritor costumbrista y descubridor del documento famoso del Pleito de los Valles, “Bartolomé. La trayectoria vital y obra literaria de un costumbrista cántabro”.

Como transitó por tantos senderos, no olvidó el mundo del folklore montañés y al año siguiente escribió, en colaboración con Ángel Muela Martín, “Andanzas del Coro Ronda Garcilaso entre 1943 y 1956” (2005) y después, “Picayos. Historia de la Agrupación de Danzas Virgen de las Nievas de Tanos” (2001), también en colaboración con Ángel Muela. Como escritor prolífico, aún ese mismo año, publicó las noveles “Una saga hindú” y “La leyenda del tasugo”. Con el mismo Ángel Muela, realizó guiones radiofónicos sobre costumbres, folklore y tradiciones de Cantabria, como aquellos sobre “Las marzas en la radio”, “Los reyeros”, “Recordanzas de la Patrona”, “La noche de San Juan”, “Por San Martín, mata el gorrín” y otras de similar factura que se emitieron por las ondas radiofónicas y tuvieron una gran aceptación.

Manolo, siempre amigo de sus amigos, publica “El Principado. La bodega de Cardín Montero” (2013), que es una obra casi biográfica de su buen amigo Ricardo Montero Santibáñez y del devenir de Torrelavega en su famosa y desaparecida bodega…

Miembro del Centro de Estudios Montañeses y de la Sociedad Cántabra de Escritores, participa en las obras colectivas de ésta, como “Historias de Santander” (2006), “Balconadas” (2011), “Sueños” (2012), “Obrussae Cantabricae” (2013), “Mar.es” (2014), “Hila… de la rima a la prosa” (2015), “Inspiraciones cervantinas” (2016), etc…

Hace prólogos de libros de muchos de sus amigos, presenta conferencias, como me ha sucedido a mí con aquella conferencia sobre “La aviación en Torrelavega: Joaquín Cayón, Navamuel y Alejandro García González” que impartí en la Cámara de Comercio de Torrelavega; o en el pasado mes de julio, en que me presentó mi conferencia sobre “Manuel Llano” en la Casa de Juntas de Puente San Miguel.

Aún puso Manolo gran interés y dedicación en los temas de la Mina, su Mina, al lado de la que vio la luz por vez primera y de la que tuvo recuerdos imborrables, como aquella noche en que se rompió el muro de estériles y se llevó por delante a varias personas; y de la Mina, quiso investigar y hacer justicia histórica a un personaje como Pio Josué, cuya biografía realizó.

Fue también, como su padre, colaborador del diario Alerta, como columnista y con artículos de opinión, así como en un periódico digital de Cantabria, la revista de historia “Los Cántabros”, dónde realizó algunos artículos sobre el mundo aéreo, etc. Habitual conferenciante, era ameno y riguroso, y hacía soñar al público asistente con su sabiduría.

Su creatividad literaria no tenía límites y hace pocos años nos sorprendió con un guión de un cortometraje que patrocinó Amica, sobre “La Tía Josefuca rediviva”, que fue un personaje ficticio, o no tanto, que creó su padre en las páginas de Alerta en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, con un éxito indiscutible; fue grabado con el asno “Lirio” e interpretada la Tía Josefuca por su gran amiga, Delia Laguillo.

No puedo evitar, al final de este artículo-homenaje, incluir una galería de fotos suyas relacionadas con el mundo aéreo.

 

Salutem plurimus, Manolo (Con este saludo nos solíamos “WhatsAppear” casi diariamente)

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