Noticias de Cantabria
07-06-2012 09:45

22 premios Nóbel.

En la entrega de los premios Jaime I en Valencia, esa obra magna que solo ha sido posible crear y mantener gracias a la sapiencia, bonhomía e independencia absoluta del profesor Grisolía, se dan cita cada año un tan gran número de genios que te extraña que en la puerta del hotel donde se hospedan no haya al menos una alfombra roja infinitamente más grande de la de Cannes y todas las televisiones nacionales y hasta internacionales.

Pues no, ni hay alfombra, ni el consabido "photo-coll", ni fotógrafos, ni vallas para evitar posibles desórdenes de curiosos. En realidad no hay nadie por allí, por no haber no hay ni seguridad extraordinaria, reforzada. 

 

¿Y quiénes se reúnen allí? ¿A quién congrega la Comunidad valenciana gracias al profesor Grisolía? Pues en esta edición andaban por los pasillos del lujoso hotel o tomaban el solecito en el bar, unos elegantes y otros depechugados, nada menos que 22 premios Nóbel -que se dice pronto, pero póngase usted a reunirlos- de casi toda las materias: economistas, químicos, estudiosos del medio ambiente, médicos...  yo que sé cuanta inteligencia por metro cuadrado. Al día siguiente de la "concentración", cuando los jurados se reúnen para fallar los premios en aquella Capitanía General que sacó los tanques a la calle un 23-F que ya nadie recuerda, sí es verdad que hacen una aparición tímida y apresurada algunas cadenas locales, la autonómica y hasta es posible que alguna nacional. Pero vamos, infinitamente menor expectación mediática que despierta quién te dije cada vez que sale o entra de sus de su finca. 

 

Y, hombre, no es que una pida un derroche igual a otros acontecimientos porque cada cosa tiene su público, pero te da cierto pudor que pasen sin pena ni gloria y sin que nadie les haga el menor caso a tipos que podrían tener no sólo opiniones sino argumentos serios para explicar cómo salir de esta crisis, o un premio Novel hijo de otro premio Nóbel o personajes que se sienten bastante más orgullosos de haber descubierto la aplicación de la nitroglicerina para salvar a tantos afectados por infartos que de haber sido el padre de la Viagra sin llevarse un solo euro por el "invento" de la pastilla azul. Todos ellos tienen vidas apasionantes que, bien contadas, han hecho del programa Redes de Punset un espacio de culto entre los jóvenes y menos jóvenes; pero no parece que, pese a todo, despierten estos sabios pasiones en los medios. Tal vez por eso, y por la crisis económica que tiende siempre a reducir gastos en lo mismo, los jurados de este año de los premios Jaime I han decidido firmar un manifiesto en defensa de la investigación científica en el mundo y muy especialmente en España. Y es terrible escuchar al doctor Ferid Murad, el de la nitroglicerina para los infartos y la Viagra, quejarse el año pasado y seguir este año con la queja de que ningún laboratorio se interese demasiado por un descubrimiento suyo de algo que podría acabar con dos millones de muertes por diarreas en el mundo que naturalmente se ceban en los niños y en el tercer mundo. "Es que no daría mucho dinero" te dice mientras levanta los hombros en un gesto de impotencia resignada a la que parece estar ya demasiado acostumbrado. Y a uno, claro, se le cae el alma a los pies y se convierte al menos durante un par de días en el más feroz de los indignados. Luego ves cómo está el mundo y te preguntas a quién le importa la vida de dos millones de niños que ni siquiera conocemos.

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