Noticias de Cantabria
24-03-2011 08:52

Aznar versus Zapatero

Hace algo mas de siete años, cuando Aznar todavía era el inquilino de la Moncloa y estaba abierto de par en par el debate sobre la limitación de mandatos, entrevisté a Zapatero, en la sede socialista de Ferraz, y me dijo, sin dudar un ápice, que ocho años en el poder es tiempo más que suficiente para cualquier político.

 Entonces era partidario de que todos se aplicaran esa norma no escrita, de no permanecer en el cargo más de dos legislaturas, sin necesidad de  regularlo en una ley.

   No lo dijo una vez sino varias, defendiendo con pasión las bondades de la alternancia política, con el argumento que las medidas  complicadas que no se tomen en la primera legislatura y se desarrollen en la segunda son muy difíciles de encauzar en los siguientes mandatos. Criticaba entonces con dureza el ¡a rey muerto rey puesto! que practicaba el PP y el dedazo que tanto Fraga había utilizado con Aznar como este con Rajoy. Se le llenaba la boca al hablar de democracia interna y ponía como ejemplo su propia ascensión en el PSOE, el triunfo de las bases, el recambio generacional y, en definitiva, la apertura de su partido hacia la sociedad a la que Aznar, con sus decisiones, había dado la espalda.

   Nadie podía si quiera imaginar entonces que la estrategia sucesoria entonces criticada, iba a ser repetida casi miméticamente años después. Hay algunas diferencias ¡claro está! pero más en los tiempos que en las formas. Aznar se comprometió a no estar más de ocho años en el poder y anunció su decisión de marcharse en el inicio de la segunda legislatura, lo que supuso cuatro años de incertidumbre, de marear la perdiz, de hipódromos entre los distintos candidatos, de recelos entre los sucesores. Claro que él se permitió el lujazo de tener a todos en vilo en su partido en un momento de vino y rosas, con una economía boyante y con una popularidad enorme en todas las encuestas. Aznar quería irse por la puerta grande y se tuvo que ir por la pequeña simplemente porque dio la espalda a los ciudadanos que, mayoritariamente, se mostraron en contra de nuestra intervención en Irak. A ese error se sumaron otros muchos como la forma de gestionar el 11-M y también contribuyó ¡cómo no! la sucia campaña de acoso y derribo de sus adversarios.

   La marcha de Zapatero, si es que se produce, tendrá mucho de esos componentes. Es verdad que él no lo ha anunciado cuatro años antes, pero la ducha escocesa a la que se está sometiendo a los dirigentes y militantes socialistas es idéntica. Aznar se regodeaba en que sus secretos mejor guardados sólo los compartía con su famoso cuaderno azul y Zapatero lo hace con un amigo imaginario que posiblemente no exista. En el PP no se propiciaba un cambio generacional -de hecho  Rajoy fue una pata importantísima del Gobierno- y lo mismo se pretende hacer en el PSOE donde de ser Rubalcaba el elegido lo que se produce es una involución generacional y una vuelta al felipismo en estado puro disfrazado de zapaterismo.

   Si todo ocurre según lo previsto, el candidato Rubalcaba lo será por la unción del aparato, porque los que mandan de verdad en Moncloa y en Ferraz no quieren un proceso de primarias y menos en tiempo electoral por lo que tratarán de impedirlo a toda costa. Si sólo hay un candidato no hay primarias que valgan y así los trapos sucios pueden lavarse en casa. La diferencia es que en estos momentos, en contra de lo ocurrido con el jueguecito sucesorio de Aznar, el crédito de Zapatero está por los suelos y el país hecho unos zorros. No es lo mismo irse en un momento dulce que en el más amargo, ni querer irte a que te obliguen a hacerlo los tuyos o las perspectivas electorales.

   Zapatero tiene poco que perder y por eso apela a la grandeza individual de querer salvar al país, aunque el precio sea inmolarse a si mismo. "El problema ya no es la persona sino el partido", dicen algunos. Por eso, el todopoderoso José Blanco afirma que lo importante es el caballo -el partido- y no el jinete -el candidato-. Lo malo es que un jinete poco diestro puede impedir que un pura raza haga una buena carrera y ahí reside el dilema. A estas alturas de la película desconozco si Carme Chacón, sin abrir la boca, se ha situado en la carrera o es sólo la liebre mecánica o la excusa para que el dedazo no sea tan descarado. Lo que tengo claro es que las similitudes entre Aznar y Zapatero son cada día mayores y hasta en el asunto de la guerra el tiempo está poniendo a todos en su sitio. ¡Qué tendrá el poder que a todos termina igualando"!

   Lo malo que tiene la Moncloa no es sólo que se convierte, por una especie de maleficio, en una jaula dorada para sus inquilinos, sino que tiene un efecto narcotizante que les hace ver la realidad más palpable distorsionada debido a las altas dosis de halago fácil y  barato que se respira en el ambiente. El problema no es la jaula, sino la condición humana y en eso no hay ideologías que valgan..

 

 

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