Felicidad en tiempos de crisis
El mismo día que todos los periódicos abrían sus ediciones con la polémica desatada sobre la sostenibilidad o no de nuestro Sistema Sanitario, y todas las tertulias echaban humo con sesudos análisis sobre el asunto que nos afecta a todos, se celebraba en Madrid el II Congreso Internacional sobre la Felicidad, promovido por el Instituto Coca-Cola.

En este caso eran las redes sociales las que se incendiaban para polemizar sobre algo tan etéreo y complejo como la Felicidad, ese objetivo vital para cualquier persona y cuyos componentes son tan variados, como lo somos los seres humanos.
Durante dos días, expertos de todo tipo han mantenido teorías diversas sobre los ingredientes que han de darse para que un ser humano sea feliz, partiendo de la idea tan extendida de que los españoles son felices cuando tienen salud, dinero y amor. Explicaba el doctor Luis Rojas Marcos que la felicidad es un sentimiento de satisfacción con la vida en general, que no depende de un momento, ni tampoco de un hecho determinado, sino que es un estado de ánimo, que va acompañado de una perspectiva positiva de la vida y de la idea de que merece la pena vivir. Tal vez tenga razón y la felicidad sea solo un estado de ánimo que puede ser tan efímero como lo que dura un instante, que no es muy satisfactorio, o sostenido en largas etapas de la vida cuando no hay nada que trastoque lo placenteramente cotidiano.
Según un estudio realizado por ese Instituto, el año pasado dos de cada tres españoles fueron felices, a pesar la crisis, y lo que más dicha provocó fue y por este orden: el trabajo, la salud y la familia. Además, dentro de esas prioridades, los momentos de mayor gozo fueron las vacaciones con los seres queridos, seguido de las oportunidades laborales. Pero más allá de lo que apunten las estadísticas, hay un factor el del AMOR en el que casi todos los expertos coinciden y lo hacen desde formulas muy diversas referido a la pareja, la familia, los amigos y, en definitiva, de la satisfacción que proporciona querer y ser querido, sea cual el destinatario de nuestro afecto.
Resulta curioso que algunos de los comentarios que he leído en la red sobre este Congreso lo critican, duramente, por considerarlo un gasto inútil con la que está cayendo y para ellos no sirve de excusa que lo recaudado en el mismo (la entrada al evento tenía un coste de 25 euros) sea donado a organizaciones como Caritas.
Es cierto que hablar de la Felicidad como concepto puede parecer banal cuando hay cinco millones y medio de parados y muchas familias no tienen nada que llevar a su casa, pero también es verdad que hasta en las circunstancias más negativas uno puede encontrar la felicidad en las cosas más pequeñas. Ya sabemos que de la felicidad no se come, y también que el dinero no da la felicidad -aunque ayude- y que la salud no se puede pagar con dinero, cuando la cosa no tiene remedio. Lo sabemos y es posible que este tipo de iniciativas solo sirvan para que dediquemos unos segundos a pensar en el asunto, pero a mí con eso me vale. ¿Por qué?, porque exactamente en el tiempo que he dedicado a escribir estas líneas he pensado en mi propia felicidad que, casi siempre, ha sido intensa y plena en situaciones pequeñas y cotidianas, que han tenido que ver con mis hijos y también con su felicidad. Solo recordar algunos de esos instantes es una especie de terapia, de antídoto, que utilizo siempre, cuando las cosas vienen mal dadas. Son hechos puntuales, a veces pequeñas anécdotas sin importancia, pero que me nutren de felicidad con solo recordarlas.
Esa es mi pequeña formula mágica para que la Felicidad siga conmigo y no se me escape entre los obstáculos y las dificultades que la vida me sigue poniendo día a día.
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