Noticias de Cantabria
22-09-2009 09:00

Insaciabilidad nacionalista

La espiral secesionista que padece Cataluña tiene un único responsable José Luís Rodríguez Zapatero. Él es quién en última instancia debiera haber evitado el referéndum ilegal de Arenys de Munt.

No importa que fuese un fracaso participativo, con sólo un 41% de del censo y que en él votasen también jóvenes de 16 y 17 años, lo decisivo es el desacato público, el incumplimiento de la ley y la tolerancia de los gobiernos socialitas, tanto autonómico como nacional.

Ingenuamente Zapatero pensó que con el Estatut se saciaba al independentismo, afirmó que se “daba estabilidad para una generación” cuando realmente, como muchos advertimos hace más de tres años, lo que se logra con las cesiones es retroalimentar las reivindicaciones radicales, alimentarlas.

La generación solo ha durado tres años y la estabilidad ni eso. El Estatut y sus consecuencias tiene el claro precedente de la II República, salvando las grandes distancias de ambas épocas.

El entonces presidente del gobierno Manuel Azaña, cometió el mismo error que Zapatero ahora, pensar que la generosidad con el nacionalismo lograba su “encaje” en España, cuando lo que finalmente se hace es agravar el problema.

En 1932 se aprobó el primer Estatuto de Autonomía de Cataluña y solo dos años después el separatismo ya había amortizado el éxito, y Lluís Companys proclamaba unilateralmente el Estado Catalán.

En aquella época el papel de reclamar prudencia, sensatez y constitucionalidad que ha ejercido Mariano Rajoy lo llevó a cabo el filósofo José Ortega y Gasset advirtiéndole a Azaña que “no se puede curar lo incurable” y que el nacionalismo sólo se puede “conllevar”, nunca contentar.

Ahora Rodríguez Zapatero, que fue quién pactó con Arthur Mas el nacimiento del Estatut, propició la mayoría en el Congreso del 54% de los votos, y quién tolera su impune desarrollo mientras el Tribunal Constitucional resuelve sobre su ilegalidad, observa como florece el separatismo consecuencia de su indolencia.

Zapatero cosecha lo que siembra; ruina económica y división nacional. La insaciabilidad del nacionalismo es su esencia. Se debe tolerar democráticamente y combatir ideológicamente pero nunca se puede contentar, es su naturaleza.

La genética del independentismo les conduce indefectiblemente, a través de la exaltación de la diferencia, sea ésta real o inventada, a conseguir crear un Estado homogéneo poblado de adeptos a la causa.

Se pierden libertades, se impide la elección, tratando de unificar ligüística e ideológicamente un territorio cada vez menos plural, como acaba siendo todo aquel que es gobernado largamente por nacionalistas.

Sé el primero en comentar