La Roja y los héroes.
La final de la Eurocopa ha marcado un récord de audiencia con una cuota de pantalla del 83,4 por ciento y nada menos que 15.481.000 espectadores lo que significa que más de ocho de cada diez personas que estaban viendo la televisión el domingo por la noche veía el fútbol.

Que la final se haya convertido en el partido más visto de la historia era una noticia anunciada, porque el fenómeno de la roja trasciende y con mucho al fútbol. Ver jugar a los chicos de Del Bosque te reconcilia con muchos valores que van desde el trabajo bien hecho al esfuerzo y la superación, al concepto de grupo, pasando por el del patriotismo bien entendido o la solidaridad.
Los españoles estábamos muy necesitados de buenas noticias y los jugadores de la selección española nos han dado a todos, de manera individual y colectiva, unos momentos mágicos de esos que rara vez se producen de forma compartida de norte a sur y de este a oeste en nuestro país. La palabra ¡Golllllll! retumbó al unísono en toda España y lo mismo ocurrido con el paisaje adornado en su totalidad con la enseña nacional.
Cuando juega la Roja no hay complejos, ni nacionalismos de medio pelo, ni distancias ideológicas. Ya nadie identifica a esta selección con aquella de antaño, con toda su caspa de un patriotismo falso que el dictador alimento para su mayor gloria. Ya nadie se sorprende cuando nuestros jugadores exhiben la bandera de las mil formas posibles se la colocan en la cintura, juguetean con ella o la intercambian con los adversarios al igual que sus camisetas.
En una de las magnificas crónicas que he leído estos día del evento, el colega José Samano decía que "la selección que inició su quijotesca aventura en Viena hace cuatro años y luego llegó a la luna en Johannesburgo, descorchó en Kiev la triple corona, lo que parecía un viaje a Marte. Toda una hazaña para esta España que decidió sublevarse contra la nomenclatura del fútbol, que nunca imaginó semejante heterodoxia ".
Y tal vez en eso, en la heterodoxia, es donde podamos encontrar uno de los secretos de su éxito. Una heterodoxia donde el equipo juega y compite con delanteros o sin ellos, donde todos entran al trapo y comparten generosamente el balón con el único objetivo de ganar sea quién sea coloque los goles.
Nuestros futbolistas son los héroes del momento, al igual que otros muchos deportistas, que con sus gestas memorables ayudan a poner en valor la deteriorada marca de España. Una marca que está en decadencia por los abusos, los escándalos, el despilfarro, el fraude, la corrupción de todo tipo y el mal gobierno, pero que, con solo trasladar los valores de la roja a la política nacional, podía recuperarse y superar este terrible mal que nos aqueja. ¿Sería demasiado pedir a los diputados que nos representan, a los partidos políticos que hemos votado y a los líderes de las distintas autonomías que hicieran un esfuerzo colectivo, dejaran a un lado su sectarismo, se olvidaran de su pequeño ombligo partidista y remaran en la misma dirección para que España vuelva a estar en el podio de los campeones? ¿Sería mucho pedirles que hasta que levantemos cabeza se olvidaran de la camiseta de sus clubs y se enfundaran la roja sin que ello signifique ningún tipo de renuncia sino un acto de elevada responsabilidad? No sería mucho, pero para eso necesitaríamos políticos de la altura de Casillas, Alonso, Ramos, Pique... y, desgraciadamente, de esos no tenemos.
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