Noticias de Cantabria
11-04-2010 09:00

Más que palabras.- El espacio vital de Sonsoles

Acabo de leer el reportaje de Vanity Fair en el que los amigos de Sonsoles Espinosa, cuentan que la esposa del presidente del Gobierno se siente en Madrid "enjaulada, como en una sartén hirviendo".

El reportaje se ha hecho con el visto bueno de la protagonista y supongo -aunque ese extremo no se menciona explícitamente- que es una manera de salir al paso de las especulaciones en torno a que la decisión de si el líder del PSOE volverá o no a ser el cartel electoral de su partido, está en manos de su mujer, cuestión que yo no comparto. Entiendo perfectamente a Sonsoles, como mujer y también como esposa.

Comparto su necesidad de mantener su propia vida, su espacio vital , más allá de los éxitos o fracasos de su esposo; de defender con uñas y dientes su intimidad y la de los suyos, muy por encima de la imagen pública que corresponde a su familia, en razón del cargo y la condición que tiene su marido. Imagino lo duro que puede resultar convertirse en el centro, en el foco de atención de todas las miradas y lo gratificante que es para una persona de provincias volver a sus orígenes, tomarse un café con los suyos y buscar un remanso de paz en la tierra que te ha visto nacer. Lo que le pasa a Sonsoles le ha pasado ya a otras inquilinas consortes de la Moncloa y lo sufren, en sus propias carnes, muchas mujeres casadas con hombres de relumbrón sea en el mundo de la política, de la empresa o en cualquier actividad que tenga una proyección pública.

Intentar romper estereotipos en una sociedad  que todavía sigue siendo profundamente machista no es fácil y de hecho no es lo mismo ser mujer  "de", que marido "de", hasta el punto de que los hombres casados con mujeres de éxito no sufren, ni con mucho, la presión mediática y social que si la cosa es al contrario y pueden seguir desarrollando su actividad profesional sin problemas al margen de sus esposas. Tampoco el rasero con el que se mide a los políticos es el mismo con el que se mide a las mujeres que se dedican a la cosa publica, a las que se las exige además de desarrollar su trabajo con eficiencia, que sean mujeres diez, siempre impecablemente vestidas y peinadas, con la sonrisa puesta y con un don de gentes a prueba de cualquier circunstancia. Eso es simplemente machismo se disfrace de lo que se disfrace y el peor de ellos es el machismo vergonzante de esos que van de progres por la vida, alardeando de su defensa de la igualdad , pero que en cuanto rascas un poco, descubres al carca que llevan dentro sea cual sea su opción política o ideológica.

Lo que le pasa a Sonsoles le ocurre a muchas mujeres y el hecho de que ella viva en la Moncloa no le hace inmune a algunos de los males de nuestra sociedad, de sus tics más antiguos y reprobables. Algo de esto se puede leer en la última novela que estoy leyendo. Se llama  "el tiempo entre costuras" de María Dueñas. Me la regaló un querido amigo por mi cumpleaños porque, según me dijo, me vería identificada en algunas de las reflexiones de su protagonista, una joven modista que abandona Madrid en las fechas previas al alzamiento arrastrada por el amor desbocado hacia un hombre a quien apenas conoce. Juntos se instalan en Tánger una ciudad mundana y exótica donde todo lo impensable puede hacerse realidad, incluida la traición y el abandono.. La protagonista, descubre con gran desazón que en cualquier momento, sin causa aparente, todo aquello que creemos estable puede desajustarse, desviarse, torcer su rumbo y empezar a cambiar y eso es algo para lo que las mujeres tenemos un olfato, un instinto y una capacidad de adaptación ejemplar y Sonsoles al igual que sus antecesoras no será la excepción. Su esposo hará lo que tenga que hacer y seguramente ella le acompañara en el camino que el elija, aunque hace bien en reivindicar y defender su propio espacio para no asfixiarse con la atmósfera densa  y espesa de la vida política madrileña. Las jaulas aunque sean de oro son eso: jaulas.

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