Fiesta del Orujo 2025
El alma líquida de Liébana
Cada noviembre, cuando los valles se cubren de tonos ocres y el aire empieza a oler a leña, Liébana celebra su ritual más esperado. Potes se convierte en el corazón vivo de una comarca que aún destila memoria, fuego y tierra.
Cada noviembre, cuando los valles se cubren de tonos ocres y el aire empieza a oler a leña, Liébana celebra su ritual más esperado. Potes se convierte en el corazón vivo de una comarca que aún destila memoria, fuego y tierra.
Desde el amanecer, el humo de las alquitaras se eleva junto al murmullo del río Deva y el Quiviesa. A lo lejos, las cumbres de los Picos de Europa asisten, silenciosas, a la ceremonia del orujo. Sobre ellas sobrevuelan el quebrantahuesos y el águila real. En las laderas, los rebecos vigilan con la misma calma que el tiempo. La naturaleza es testigo de una tradición que pertenece tanto al paisaje como a las manos que la sostienen.
Cada segundo fin de semana de noviembre, las calles empedradas de Potes reviven una costumbre que nació en 1984, cuando un grupo de vecinos decidió recuperar el arte de destilar el orujo. En el valle, este aguardiente siempre fue más que una bebida. Es una metáfora del propio territorio, una manera de extraer valor de lo que queda, de transformar la uva agotada en algo nuevo, brillante y lleno de vida.
El encendido de las alquitaras de cobre marca la transición entre el verano y el otoño. En la Fiesta del Orujo se reúnen alrededor de ellas vecinos, visitantes y curiosos. El aire se impregna del vapor dulzón del hollejo y del sonido folclórico. La llama ilumina los rostros y, por un instante, el fuego une pasado y presente.
Liébana ha sido siempre un territorio de frontera y refugio. Su geografía cerrada, rodeada de montañas que moderan el clima, ha creado un pequeño mundo propio. Aquí prosperan los viñedos, los nogales, los frutales y los prados, y la cultura rural se entrelaza con el monte. En este valle, el trabajo del hombre y la vida silvestre conviven desde hace siglos, del mismo modo que el vuelo del quebrantahuesos acompaña a los pastores en los puertos o el silbido del viento recorre el desfiladeros de La Hermida.
El programa de este año, que se celebrará entre el 7 y el 9 de noviembre, mantiene ese equilibrio entre tradición y comunidad. Habrá destilaciones en directo, degustaciones de orujo y productos locales, exposiciones, pasacalles y actuaciones de música tradicional. El periodista José Ribagorda ejercerá como Orujero Mayor 2025, símbolo del vínculo entre gastronomía, territorio y cultura.
Durante tres días, Potes se convierte en un escenario abierto. Las orujeras locales muestran su maestría mientras la Cofradía del Aguardiente de Orujo de Liébana vela por mantener viva la herencia de generaciones que aprendieron a convivir con la tierra y sus ritmos.
La fiesta del orujo es, en el fondo, una celebración de la sostenibilidad antes de que la palabra existiera. Representa el aprovechamiento integral de los recursos, la economía circular de un pueblo que sabía dar valor a cada resto. Es también una metáfora de la paciencia y la continuidad, virtudes que definen tanto al destilador como al campesino o al montañés.
Cuando la tarde cae sobre Potes, el eco del folclore se mezcla con el rumor del río y el brillo del cobre se funde con la luz de la noche. El valle se recoge en torno al fuego, mientras las montañas custodian desde lo alto este ritual que une naturaleza y cultura. En cada copa de orujo se resume la esencia de Liébana, un territorio que sigue destilando su alma entre rocas, bosques y memoria.
Programa de la fiesta: aquí.
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Comentarios(3):
Un artículo fabuloso, genial que define perfectamente llevan insurgentes
No creo que ningún Cántabro haya dejado de ir al Liébana en algún momento de su vida
Liébana es una maravilla de la naturaleza que ha sido cuidada de forma escrúpulos, en su arquitectura y eso tiene mucho mérito en los tiempos que corren